125 AÑOS DE «BLANCO Y NEGRO»
Juan Manuel de Prada: «El tílburi»
Durante 1891, «ByN» llevó en su primera página una obra de Ángel Díaz Huertas; sólo cambiaba la fecha del calendario. La primera portada de todas inspira a Juan Manuel de Prada

Una tiene su aguante y sus tragaderas; pero no tantas como el santo Job , que además de ser un santo sui géneris (pues nació antes de Cristo), tiene un nombre sin derivación femenina posible, porque no hay ni habrá en el mundo una santa Joba. De modo que la mujer con aguante y tragaderas se chincha y se joroba mientras su señor marido, ministro de Gobernación, anda todo el día en intriguillas políticas y veladas teatrales, de las que luego una se entera por los periódicos. ¡Hasta el moño estoy de leerme las siluetas laudatorias que la prensa adicta publica sobre mi señor marido, todas ellas pagaditas con dinero del fondo de reptiles ! ¡Y qué decir de esas crónicas de los estrenos teatrales, a los que mi marido siempre asiste en compañía de petimetres que lo mismo funcionan a vela que a vapor! Aunque la verdad es que al pobrecito, por mucho petimetre que le pongas, no se le levanta ya ni con poleas; pero esto es algo que una mujer decente como yo jamás declarará, por muy insatisfecha y desvalida que me sienta . Pues, en los momentos de mayor insatisfacción y desvalimiento, le rezo una novena a la Virgen de los Desamparados y parece como que se me calma la desazón o el sarpullido o lo que sea.
Sacar la tigresa
Y, si con el rezo de la novena no se me calma del todo, me doy un paseo en tílburi y santas pascuas. Pues el paseo en tílburi, con el suave bamboleo de sus ballestas y el chacoloteo de las herraduras del caballo sobre los adoquines de las calles, me apacigua una barbaridad y me transmite una voluptuosa placidez que me infunde ensoñaciones la mar de gratas. Naturalmente, como mujer decente que soy no voy a ponerme a contar estas ensoñaciones ; aunque reconoceré que a veces imagino -tal es la suave cadencia del bamboleo- que del carro no tira un caballo, sino leves mariposas y raudas libélulas, que con su mariposeo y libeluleo me susurran picardías al oído. Y, mientras dura esta ensoñación, parece como si el polvillo de las alas de las mariposas se me metiese por las naricillas, como un delicadísimo rapé que me entonteciese y a la vez me achispase; y, en medio de este achispamiento tontuno, la cabeza se me llena de libélulas, que con su batir de alas (veloz como el de un colibrí) me inspiran pensamientos turbios y ronroneantes. Y, al final, entre el bamboleo de las ballestas del tílburi y el polvillo de las mariposas y el ronroneo de las libélulas, llego a casa que tengo que darme un baño de agua fría, antes de hacer cualquier calentura; perdón, quiero decir locura. Y así, cuando más tarde llega a casa mi señor marido y se desliza sigilosamente en la cama que compartimos por compartir, estoy más fría que un congrio en la fresquera.
Pero hoy, harta ya de hacerme la señora congria, he roto el nudo gordiano que me mantenía chinchada
Pero hoy, día de 10 de mayo, festividad de Nuestra Señora de los Desamparados y onomástica de San Gordiano, harta ya de hacerme la señora congria, he roto el nudo gordiano que me mantenía chinchada y jorobadita. Y, después de reírme a carcajadas con las babosas siluetas laudatorias que a mi señor marido le escriben sus aduladores reptilianos y las maliciosas crónicas de los estrenos teatrales a las que mi señor marido acude en compañía de petimetres que no son capaces de levantársela ni con poleas, me he subido en mi tílburi y he pedido que me lleven por las calles peor adoquinadas y con baches más hondos, para que el bamboleo de las ballestas sea más agitado, como los meneos y trajines que faltan a mi vida. Y, mientras el polvillo de las alas de las mariposas me emborracha el alma y el aleteo ronroneante de las libélulas me llena la cabeza de pensamientos turbios, le he pedido a Toby, mi cochero guineano, que conduzca hasta la Dehesa de la Villa , en cuya fronda deberá ocultar cuidadosamente el tílburi al final de nuestro paseo. Y allí mismo le pediré que abandone el pescante y venga a probar el bamboleo de las ballestas, y el polvillo de las mariposas, y el ronroneo de las libélulas, porque su señora congria no se chincha ni se joroba ni un minuto más y quiere sacar la tigresa de Hircania que lleva dentro. Si demostré tener aguante y tragaderas mientras me mantuve congria, no quiero ni pensar las tragaderas y el aguante que tendré de aquí en adelante, ahora que me he vuelto una tigresa de Hircania y Toby ha dejado al fin el pescante.