ARTE
Juan Luis Moraza: Agua y grasa
«Trabaja» en balde Moraza para la galería Espacio Mínimo. Cuatro instalaciones que funcionan, pero no junto a las otras

Si bien podría definirse a Juan Luis Moraza (Vitoria, 1960) como escultor, la realidad es que su concepción del arte hace que este traje taxonómico le quede corto, estrecho e insuficiente. Miembro por generación (más que por convicción) de la nueva hornada de escultores vascos de los ochenta, desde el principio ha estado más interesado por las ideas que por los materiales . Él mismo dirá: «Soy un artista desarraigado de los materiales y los procedimientos».
Así, el espacio mental del lenguaje y de los conceptos ha ocupado en su discurso un lugar tanto o más privilegiado que el físico de las formas y objetos con los que construye sus proyectos. Esta necesidad de recurrir a las palabras y a los códigos lingüísticos le ha llevado a recorrer un camino paralelo en el que la docencia universitaria, la publicación de textos y el comisariado conforman un importante y complementario territorio de actividad.
En minúscula
« trabajo absoluto » es su nueva aparición expositiva en Madrid tras « república » (también con minúscula, como suele ser habitual en sus títulos), la muestra que en 2014 le dedicó el Museo Reina Sofía. En cierto modo se trata de un punto y seguido , en el que el cuerpo, «un límite que genera otros porque actúa en un límite», las ambiguas recepciones de la representación, determinadas escenificaciones objetuales y conceptuales y la interrelación-fricción de la obra y del espectador se entrecruzan.
En esta ocasión –y el título ya es una pista clara– su propuesta es una reflexión, o mejor aún, varias, sobre el sentido y el sin sentido de la noción de trabajo . Una actividad que, realizada con creatividad e inteligencia, puede ser placentera, pero que impuesta deviene esclavitud y alienación . Como el propio Moraza señala: «Hoy se ha implantado una noción de “trabajo absoluto”, aplicada a cualquier aspecto de nuestra existencia: trabajamos las emociones, nuestro cuerpo, nuestras relaciones, nuestras formas de descanso; trabajamos nuestra imagen y nuestro futuro. No es la natural laboriosidad de lo real, sino la capitalización instrumental y acelerada de la experiencia ».
Hasta aquí todo bien. La exposición consta de cuatro obras. Dos de ellas, «La Fiesta como oficio» y «Calendario de Fiestas laborables», suponen un claro y acertado cuestionamiento crítico e irónico de ese concepto de trabajo , mediante el uso de tacos de calendario, junto con textos de Moraza. En las otras dos, «Erosis (oficios de goce)» y «Nofondos», francamente no encuentro ningún diálogo y/o interrelación . Podría hablarnos de lo que nos hace y nos deshace, nos forma y deforma (la metáfora de la tiza) y/o también sobre la transformación del signo gestual en –ilegible– escritura… Pero no veo para nada la complementariedad. Por separado cada una podría tener sentido e intención, pero juntas terminan por rechazarse entre sí , como lo harían el agua del sudor y la grasa (de los monos de trabajo).