Arte

Juan Garaizabal, el artista «diplomático» que ha unido Miami y La Habana

El escultor sigue adelante con su proyecto sobre la memoria urbana. Después de montar sus instalaciones en Berlín y Venecia, une la capital alemana y la cubana con las piezas «Havana's Balcony» y «Miami's Balcony»

«Havana's Balcony», de Juan Garaizabal, instalada en el Park Management Trust de Miami Raquel B. Colomer
Laura Revuelta

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La memoria y sus enrevesados laberintos tienen atrapado a Juan Garaizabal desde que decidió colgar todos los trabajos que tenía entre manos y se puso manos a la obra en un proyecto escultórico que tiene visos de ir «colonizando» medio mundo. Al ritmo que va y con los encargos que le salen a su paso, no resulta descabellado pensar que las principales capitales del mundo contarán con un Juan Garaizabal en alguna de sus plazas o esquinas en un plazo de tiempo no muy lejano. En el reciente libro publicado por la documentaartsDiffusion, bajo el título de «Garaysomething» y con texto de la historiadora norteamericana Barbara Rose, se da buena cuenta de toda su trayectoria. No cabe duda de que, junto con Jaume Plensa , Garaizabal es uno de los artistas españoles que tiene muy claro lo que supone y significa una intervención en un espacio público. De hecho, su última pieza, «Havana's Balcony», convive con una de las intervenciones del propio Plensa en Miami .

El escultor Juan Garaizabal trabajando en su estudio Boceto de la pieza que Garaizabal instalará en La Habana

Juan, que es un artista, está a lo suyo, vive en su mundo que no es de este mundo. No entiende de protocolos ni de licencias, y por más que explica a toda las personas allí congregadas al olor de la curiosidad y de la legalidad, resulta harto difícil de entender y más cuando los interlocutores son unos vecinos cabreados y la autoridad competente, que se dice. Juan Garaizabal nada tiene que le avale, como no sean sus palabras (confiar en él y en ellas) y el citado libro sobre su obra («Garaysomething») que tiene en el asiento de atrás del coche y que le viene en ese momento a la memoria. Corre a por él para mostrárselo a la policía. El comisario lo ojea y da por válido todo lo que está pasando allí. Acto seguido, cortan las calles pertinentes para que el trabajo pueda seguir su curso y el camión coja carretera, destino al puerto, y de ahí rumbo hacia Miami. El «Havana's Balcony» que luego hay que montar in situ bajo el tiempo que toque y sin demora: sol de justicia, lluvia inclemente (como suele ser allí) o un viento que todo se lo lleva por delante. A él le gusta decir, y a sus editores, que, aunque parezcan malos tiempos para los libros, fue un libro el que solucionó todos los problemas . La llave que abrió la puerta. Al menos suena bien, un buen punto y seguido para una historia que ahora afronta la segunda parte, en la otra orilla, en La Habana. Cuando se levante allí, mirando a la orilla de Estados Unidos, el «Miami's Balcony».

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