ARTE

Juan Francisco Casas: «Que la mujer se dedique al arte es un acto heroico»

Juan Francisco Casas transforma a Artemisia Gentileschi en la galería Fernando Pradilla en heroína desde la que homenajear a la mujer actual. Todo con novedades en su habitual estilo realista

Juan Francisco Casas junto al dibujo más grande que ha realizado hasta hoy Ángel de Antonio

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En 1944, la escritora Anna Banti convierte la biografía de la pintora barroca Artemisia Gentileschi en novela. Un texto destruido por los bombardeos nazis, que reescribió en 1947. En 2008, el pintor Juan Francisco Casas (1976), durante su beca en la Academia de España en Roma, «descubre» a Gentileschi , pero no es hasta que cae en sus manos el libro de Banti que da con la clave para integrar «la heroicidad» de esta creadora en su discurso. El resultado, doce años después, es Non piangere . Una amplia serie en la que, con los cuadros de Gentileschi de fondo, el andaluz habla de sí mismo a través de desnudos de mujeres del mundo del arte . ¿Hipersexualización de sus cuerpos? ¿Empoderamiento femenino? ¿Reto artístico? De todo ello hablamos con el autor.

¿Por qué ha tardado tanto en desarrollarse el conjunto?

Gentileschi me llamó mucho la atención, porque es potentísima, pero lo que me produjo lo dejé en barbecho. Me interesó como artista que es capaz de enlazar vida y arte. Siempre trabajó con unas referencias claras, los temas de la mujer heroica, la mujer fuerte, con constan- tes que la hacen única. Pero, ¿cómo podía yo lidiar con eso? ¿Cómo llevarlo a mis obras?

Ahí es donde hace acto de presencia Anna Banti.

Eso es. El punto de inflexión es cuando encuentro su novela. Es la que me da el chispazo de cómo transformar una biografía en autobiografía, cómo articular ese juego especular. Me doy cuenta de que eso es lo que yo ya hago, hablar todo el rato de mí, en mis obras, a través de gente que me rodea. Banti fue como un catalizador.

¿Y cómo se articula desde lo tridimensional y artístico el ejercicio especular que Banti consigue desde la escritura?

Fue clave el referente que Artemisia usa de las mujeres heroicas a diferentes niveles. Está, por ejemplo, Judith, que entra en confrontación con el hombre y lo decapita; pero luego hay también otro tipo de heroínas, Cleopatra, que no fue victoriosa, pero que decidió su propio destino. ¿Qué hay más heroico hoy en el mundo del arte que ser mujer y dedicarte a la profesión? Por eso empecé a retratar a mujeres de mi entorno: historiadoras, galeristas, críticas o artistas.

Hábleme de ellas.

Tenía claro que tenían que ser del arte desde el momento en el que ya estoy trabajando con dos mujeres, una artista, otra escritora. En el fondo, no es ninguna novedad, porque yo siempre he retratado a mujeres que me rodean. Pero la sensación que me daba es que así se generaba un nuevo diálogo íntimo entre todos: yo con ellas, mis amigas, y ellas con Banti y Gentileschi. Ha sido como una especie de comunión en el que yo quizás era el que menos tenía que decir.

«Ninguno de los desnudos es sexual. Yo los veo todos muy naturales, brutales, indiscutibles»

Recurre al desnudo. ¿Eso las «empodera»?

Ninguno de los desnudos es sexual, en absoluto. Yo los veo todos muy naturales, muy desde una pose mostrando dignidad y empoderamiento, brutales, indiscutibles. Pero hay obras en las que el desnudo no es necesario. Yo intento quitarle importancia a lo de si las modelos van o no desnudas. Es interesante, pero no vital. En muchos casos, es cierto que la desnudez libera, pero no solo en mi trabajo, sino en todo el transcurso de la Historia del Arte.

En su texto expresa que todas las obras hablan «de lo femenino». ¿Cómo entiende este concepto alguien como usted?

Es tan amplio como las representaciones que se recogen en los cuadros. Y lo interesante es dar voz a toda una variedad de posicionamientos y discursos al respecto. Su proyección es infinita. Yo intento que mis retratos sean únicos, y lo femenino es lo que los unifica. Me cuesta hablar en mi trabajo de lo femenino como concepto. Yo creo que ni siquiera existe. Lo femenino es lo que cada persona quiera en un momento determinado.

La cita incluye más de 50 obras y ocupa dos plantas. «Una muestra de museo», para su autor

Pintura y dibujo son dos técnicas que le conocíamos de sobra, pero aquí ha decidido salir de su zona de confort: también hay vídeo y escultura.

He querido que esta fuera una exposición más «libre» para mí, que no se supiera lo que se puede esperar. He jugado a sorprender. Y hay piezas, como una de las esculturas, cuya presencia era básica porque se basan de una manera literal en la manipulación de una primera edición del libro de Banti: en el fondo, todo partió de ese texto. No son saltos al vacío, sino pasos adelante. Y al ser esta una exposición de tantísimo tiempo, había que experimentar.

En cuanto a la pintura y el dibujo, también hay novedades: la muestra incluye su obra más pequeña y también la más monumental hasta el momento.

Hay un dibujo que forma parte de una escultura que mide tres centímetros. Por otro lado, hay un retrato, La dolce pace e le dolce ire e la care risposte , que mide 3,5 m x 2,5 m, el más grande que he hecho y que haré. Era importante jugar con las escalas. Los tamaños dicen cosas. Y lanzarte a hacer un dibujo en color, sin fondo, que subraya la potencia de la figura, la única que sonríe, era importante.

Sí que ha reconocido que su éxito dibujando llegó en algún momento a comerse al pintor. ¿Cómo sabe ahora cuándo acudir a una cosa u otra?

En realidad no lo sé. Antes, además, el dibujo era monocromo y de pequeño formato. La pintura, grande y al óleo. Pero, de pronto, los cuadros se hacen pequeños y los dibujos, muy grandes; en estos empiezo a pasar al color, de forma que se rompen las jerarquías. Y me apetecía pintar, aunque me he metido en un jardín muy loco, que es el de tener de referente cierta pintura barroca. Pero lo he resuelto con dignidad. No pretendo copiar los originales.

¿Le llegó a preocupar que la atención a sus resultados -ese hiperrealismo evidente, esos materiales tan característicos- empañaran un discurso?

Para mí está claro, y también los que me siguen, de dónde vengo y hacia dónde voy. Tampoco creo que lo mío sea hiperrealismo: cuando te acercas a los dibujos puedes ver toda la maraña, todas las tramas, porque me interesa que se entienda la estructura de cómo algo está dibujado. Lo que yo estoy contando es una biografía, tanto de la retratada como la mía, y los detalles en una biografía tienen importancia. El mío es un dibujo bastante clásico, sin estar obsesionado con el parecido fotográfico...

Pero que nace de la foto. ¿En serio no le obsesionó ese parecido?

No, no. Tengo ese referente, de forma que lo que hago al final se parece a una foto. Pero esto no es algo que me obsesionara. De hecho, si empecé a usar el bolígrafo como material fue buscando un método para reírme de esas cosas.

Por cierto, ¿qué fue lo que realmente salió de su estancia en Roma en ese 2008?

Allí conocí a Gentileschi. Y al final te quedas con la anécdota, una anécdota que suelo evitar, que es la de su violación, porque es subrayar el valor de una mujer en relación a lo que un hombre hace con ella. Si hubiera trabajado con ella entonces, me habría quedado ahí. Mi proyecto allí fue de reactualización del retrato barroco. Al final me quedé con Bernini. Y fue cuando empecé con el bolígrafo.

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