LIBROS
El joven Tabucchi y la posguerra italiana
Antonio Tabucchi publicó su segunda novela, «El barquito chiquitito», en el año 1978. En ella, está todo él
La Italia a caballo entre los dos siglos y la Italia de la posguerra, un país donde la Historia con mayúsculas resuena sin cesar «con un ruido sordo, no claramente perceptible, de fondo», sería la protagonista de la segunda obra publicada en 1978, tras Piazza d’Italia, por un joven Antonio Tabucchi, entonces profesor en la Universidad de Génova . En «El barquito chiquitito», que parecía aludir desde el comienzo a aquel torpe barco que no sabía navegar de la cancioncilla infantil, todos, una y otra vez, intentan «llegar a la otra orilla», escapar para no ser devorados por las fieras «mandíbulas de la Historia» , la gran y subterránea protagonista de esta fábula épica. Una fábula que Tabucchi dedicaría a la unas veces jubilosa y otras desafortunada travesía de su país a lo largo del siglo XX.
Atravesado como más tarde también sucedería con el conjunto de su obra por fascinantes momentos de un realismo mágico cercano a lo fantástico, por una singular prosa poética y barroca que lograría seducir a miles de lectores y por innumerables milagros cotidianos de «la historia sin mayúsculas», Tabucchi jugaba irónicamente en esta obra de los comienzos con temas queridos por la novela tradicional como son las sagas familiares .
Doble alma
Todo en ella ya anticipaba al gran autor posterior. Al Tabucchi de los sueños y los viajes de la imaginación de «Dama de Porto Pim»; a los maravillosos encuentros con lo metafísico, lo insólito y la extrañeza de lo cotidiano de sus cuentos (ahora reunidos en Anagrama en un espléndido volumen recopilatorio) o a esa doble alma literaria entre italiana y portuguesa que se instalaría ya para siempre en su vida y en su bibliografía. Algo que lo haría famoso en todo el mundo, gracias a libros inolvidables como «Sostiene Pereira» , pero también a diálogos ininterrumpidos en el tiempo con Pessoa, visibles en libros bellísimos como «Réquiem».
Fábula de la travesía de su país: unas veces jubilosa y otras desafortunada
En «El barquito chiquitito», a través de cincuenta años de la historia italiana, un narrador autodenominado Capitán Sesto, cuenta las vicisitudes de varias generaciones de su familia y de los diversos Sestos que le antecedieron. Sestos que, a la manera de un Zelig, posiblemente no son más que «un único, ininterrumpido Sesto, siempre de regreso». Todos ellos encarnan personajes «derrotados, pero no resignados , obstinados, tenaces», como diría el mismo Tabucchi en el prólogo. Personajes marcados por el azaroso devenir de «duelos y malandanzas» de su país a lo largo del siglo XX.
Como en las fábulas y en las crónicas «no exactamente fidedignas», como sí intentan serlo los «Anales» que el cura del pueblo, Fonzio, intenta plasmar en prolijos tomos, muchos de estos personajes adoptan nombres o motes aproximados: el viejo filósofo de perenne juventud llamado Sócrates, la joven comunista Ivana que preferirá el sobrenombre de Rosa (por Rosa Luxemburgo), el niño Sesto que será conocido como Marianna, o ese lugar «inidentificable» de la Toscana, que «en lugar de tener un nombre propio se llamaba un pueblo repleto de piedras». Quién sabe si el Vecchiano de la infancia del propio Tabucchi.