LIBROS

José-Miguel Ullán, el hombre blandengue

Colaborador de distintos periódicos y asesor de ABC Cultural a finales de los 90, ahora se reúnen sus crónicas periodísticas

José-Miguel Ullán (Salamanca, 1944-Madrid, 2009) D. G. López

CARLOS GARCÍA SANTA CECILIA

Cierta imagen legendaria sitúa a un joven José-Miguel Ullán en París, completamente vestido de blanco, despotricando contra las antologías poéticas y protagonizando secuestros y escándalos literarios. Siempre fue, aunque no se lo reconocieran, en la poesía un novísimo y en la crónica periodística un precursor y un agitador . Se había exiliado huyendo del servicio militar y regresó a España una década después, el año de la muerte de Franco, con todo leído y sus folias y sus filias -a las que siempre fue fiel- bastante asentadas. Sus crónicas en «El País», durante finales de los setenta y principios de los ochenta, fueron señeras. En un congreso de aquellos años calificó el periodismo de entonces de «zafio, mediocre y rastrero», y añadió que prefería, bajo el concepto de un nuevo periodismo, «el viejo, en el que asoma la subjetividad y el malhumor».

Frágil, pese a su fama de «malo» ante quien no rindiera pleitesía hacia Severo Sarduy o Rocío Jurado

Cuando el diario de la calle Miguel Yuste empezó a marcar la pauta del relato de la transición, la escritura de Ullán ya no cabía en ella y emprendió otras aventuras. Radio, televisión, edición de libros y exposiciones. Queda rastro en la «web» de tres actuaciones inolvidables: la retrasmisión del Festival de la Canción de Eurovisión (1983 y 1984), el programa dedicado a Los Chunguitos («Tatuaje», 1985) y la entrevista con El Fary en la que el cantante enuncia su teoría sobre el hombre blandengue (1984). Ullán quiso levantar su imperio y fue director adjunto del Grupo 16 para todo el ámbito cultural, fundó el suplemento «Culturas» y puso en marcha el Salón de las 16, hasta que se desangró en las guerras periodísticas de mediados de los noventa . El grupo naufragó como la barca de Remedios Amaya y Ullán quedó de nuevo a la intemperie, frágil y blandengue, como en realidad era a pesar de su apariencia bronca y esquiva, de su mote de «El Malo» y de su fama de «enfant terrible»« ante cualquiera que no rindiera pleitesía hacia Severo Sarduy o Rocío Jurado. En una ocasión me confesó algo tal vez sintomático: jamás había sido capaz de aprender a montar en bicicleta.

Multiforme

Volvió a «El País» y de 1994 a 1998 escribió una columna semanal «multiforme» en las páginas culturales. Con una edición al cuidado de Miguel Casado, Ullán reunió su poesía en un volumen, «Ondulaciones» (1968-2007) (Galaxia Gutenberg, 2008), y se preocupó también de sus numerosas ediciones con artistas, músicos y escritores; sin embargo y a pesar de la fama que obtuvo con ellas, apenas se ocupó de sus crónicas periodísticas, que consideraba maltratadas en los medios. Tan solo publicó «Como lo oyes» (Dossoles, 2005), una selección de sesenta artículos elegidos por el autor «al tuntún» de su segunda época (1994-1998).

Por eso hay que felicitarse de la aparición de un nuevo volumen que recoge una muestra mucho más amplia de la labor periodística de José-Miguel Ullán. El criterio elegido por el editor, Manuel Ferro, ha sido seleccionar artículos relacionado con libros o autores . Tal vez habría sido interesante haber incluido también algunas piezas dedicadas a los artistas populares que adoraba y, sobre todo, dividir los artículos en dos periodos que yo veo diferenciados: los años 80, mucho más frescos y provocadores, y los 90. Pero el comentario no tiene mayor relevancia ante el placer de volver a leer una prosa tan rica y personal que ha conformado a toda una generación de periodistas.

José-Miguel Ullán, el hombre blandengue

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