LIBROS
José María Faraldo:«En España se utiliza políticamente el pasado en vez de investigarlo»
«Las redes del terror. Las policías secretas comunistas y su legado» es el título del último ensayo del historiador José María Faraldo. Nuevos datos, nuevos documentos y nuevas lecturas sobre una historia que parece no tener fin
![El historiador José María Faraldo](https://s3.abcstatics.com/media/cultura/2018/09/02/Faraldo-kL4B--1248x698@abc.jpg)
La historia «oculta» , protagonizada por los servicios secretos y sus víctimas, en los años de plomo de las guerras mundiales y del telón de acero, no tiene fin. El historiador José María Faraldo , quien lleva muchos años buceando en los archivos donde habitó y habita el horror, abre nuevas vías de investigación y de relaciones en su ensayo «Las redes del terror» (Galaxia Gutenberg) que verá la luz en estos días.
Sobre la Stasi y la Gestapo se ha escrito mucho, lo interesante es que usted se remonta a la Inquisición para situar los orígenes de las policías secretas.
Las formas por las que se crea la Inquisición, la idea de policía del pensamiento que tiene la Inquisición, tienen mucho que ver con todas estas policías secretas modernas. No me refiero solo a las dictaduras modernas comunistas, sino a toda la vigilancia de la población que hay en la modernidad. Y empiezo con eso porque es verdad que cuanto más se investiga sobre la Inquisición y más nos vamos quitando esos estereotipos que teníamos de una especie de monstruosidad, tortura constante, nos damos cuenta de que era un organismo gestor de una población muy diversa, muy plural, y que tenía un objetivo muy similar al de las policías de las dictaduras comunistas, que era homogeneizar esa población. Hay gente que cree que eso es parte de las bondades de la modernidad, la homogeneización, y hay gente que piensa que no. La Inquisición, al contrario de lo que se ha pensado muchas veces de que es algo antiguo, arcaico, en su tiempo fue una institución extremadamente moderna, y enlaza con muchos aspectos de la modernidad de hoy día.
En el libro que ahora publica habrá dado con casos, sucesos, espeluznantes, pero ¿qué sociedad, qué régimen fue más cruel e implacable?
La época estalinista es claramente la época más dura por el grado de violencia utilizada, por la escasa propensión a aceptar límites de Estado de Derecho de algún tipo. Los años 30 y 40 son claramente los peores en la Unión Soviética con diferencia. Porque, por ejemplo, la Gestapo nazi, que muchas veces ha funcionado como el estereotipo de la policía secreta, que además lo era, tenía mucha menos fuerza, tenía menos informantes, tenía un ámbito de actividad real menor; eso sí, una enorme leyenda de miedo que funcionaba por sí sola, y con una diferencia importante, y es que la población que la Gestapo nazi controlaba estaba a favor de sus fines, en general, en una proporción muy importante. Con lo cual, la denuncia era una cosa vista como un deber del ciudadano, no como una traición a la sociedad. Entre muchos de los comunistas, pese a todo el adoctrinamiento, hay un consenso social de que colaborar con la policía secreta siempre se solía ver como algo no especialmente bueno, moral.
¿Cuáles han sido los momentos más duros de la investigación por las atrocidades que desvelan?
Muchas veces meter las manos en estos archivos es sacarlas llenas de sangre. Ha habido cosas muy, muy duras. Sobre todo absurdas, completamente absurdas, y tipos de represión que decías: «Esto para qué, por qué lo hacían si no tiene sentido, no servía para asegurar el régimen». Y, sin embargo, era practicado constantemente.
«La Rusia actual tiene unas raíces claramente enraizadas en la URSS, y no va a cambiar. Putin es un chequista»
¿Sigue habiendo problemas para acceder a estos archivos?
En algunos fue muy rápido como en la RDA, que, claro, la absorbió por completo, se la comió la República Federal. Tenían cierto interés en que sus archivos se vieran. En Polonia ha sido extremadamente fácil. Entre otras razones porque se han utilizado esos archivos como un arma para atacar a todas las élites que habían sobrevivido a la época comunista y que han sido poscomunistas. Han abierto todo como una forma de decir: «Vais a ver ahora, os vais a enterar». ¿Hasta qué punto eso está bien o está mal? Como ciudadano puedo decir que, a veces, y lo explico también en el libro, se ha utilizado la sabiduría, el conocimiento, las informaciones que había en esos archivos para destrozar reputaciones. Venganzas personales o, simplemente, intentar apartar a enemigos políticos. Luego ha habido otros archivos más difíciles. Por ejemplo, los de Rusia, del KGB, del FSB, que son los que mantienen todo el archivo del KGB y demás, están cerrados a los investigadores, excepto a los investigadores del propio FSB. Ucrania ha abierto todos los archivos. Moldavia, otro país que pertenecía a la Unión Soviética, ahora ha abierto los archivos de par en par.
¿Cómo se adoctrinaba a los agentes que colaboraban con el sistema?
Es muy interesante, porque la mayor parte de ellos son simples trabajadores, gente a la que ponen a trabajar en algo. No hay grandes fanáticos comunistas entre los chequistas. Al principio, en algún momento, hay una ética del chequista que se crea durante la guerra civil rusa, entre 1918 y 1920, y que llega hasta hoy día. De hecho, Putin se llama a sí mismo chequista en ese sentido, y es un etos, una moralidad de gente recia, incorruptible, que lucha contra el mal, el mal que les dicen desde arriba. Ellos son funcionarios.
Cuando ve sentados a Putin y a Trump y se debate sobre el tráfico de información, ¿qué piensa, qué conclusiones saca?
Saco la conclusión de que, efectivamente, la Rusia actual tiene unas raíces claramente enraizadas en la Unión Soviética, que mantiene algunos aspectos de la época y los sigue usando, y de que no creo que eso vaya cambiar, porque, de hecho, va a más en el tipo de sociedades que vivimos, sociedades complejas, en las que las guerras directas, como la I Guerra Mundial y la II Guerra Mundial, se han hecho más complicadas y difíciles de mantener, y el tipo de guerras que se mantienen ahora son guerras que podemos llamar virtuales. Y para eso la policía secreta es esencial. No va a cambiar la percepción rusa. Lo que resulta extraño es el efecto que ha tenido sobre EE.UU.: está siendo incapaz de reaccionar ante ese tipo de ataques. No alcanzo a comprender qué está pasando en EE.UU. con ese tipo de contrainformación o contrainteligencia. Hay una crisis mucho más grave: el hecho de que un país extranjero consiga influir de tal manera a través de propaganda, porque no es otra cosa, una propaganda muy sofisticada, pero propaganda.
¿Puede la sociedad reaccionar frente a estas situaciones de control de datos y de manipulación de la información?
Soy muy optimista. Una de las cosas de trabajar con dictaduras tan complejas y tan duras como las dictaduras comunistas o nacional-socialistas es que, pese a todo, siempre había resquicios, espacios. Y muchas veces, ante la propaganda de arriba, la sociedad era capaz de de burlarse de ella, de crear contrainformación. Hoy en día, eso se ha vuelto más difícil, porque el problema es que en las redes cualquier información tiene exactamente el mismo valor que otra, por eso se habla de las «fake news» y demás, pero lo único que quiere decir es que como todo vale, nada vale.
«Si se abrieran los archivos en España de verdad, desaparecerían todos los problemas que tenemos ahora»
¿Nos enfrentamos a sociedades y sistemas cada vez más sofisticados tecnológicamente y seres humanos cada vez más primarios?
No creo que el hombre sea primario, no lo creo. El ser humano, si puede usar la violencia, pues es posible que la use si le trae beneficios, pero si no le trae beneficios no la va a usar. Por eso creo que es tan importante el mantenimiento del Estado de Derecho; incluso, diría más: es más importante el Estado de Derecho que la propia democracia, aunque nos parezca absurdo. Solo esas reglas de juego mantenidas conscientemente son las que impiden que haya situaciones en las que puedan pasar esas cosas. Por eso siempre quienes dan golpes de Estado intentan crear un estado de excepcionalidad. Todo es posible en un estado de excepción.
¿Esta investigación tiene continuidad en el estudio de otras policías secretas?
Yo quería comparar cómo trabajaban esas policías secretas con la policía franquista. El problema es que no tenemos material sobre la policía franquista, no nos dejan verlo, nos dicen que ha desaparecido, que lo han destruido.
-¿Por qué?
En España hay demasiado miedo al pasado. Se utiliza el pasado políticamente en vez de simplemente investigarlo. Creo que si se abrieran los archivos en España de verdad -en pocos países he trabajando tan mal con los archivos como en España- desaparecerían todos, absolutamente todos los problemas que tenemos ahora: que si la memoria histórica, que si sacar a Franco... Sabiendo lo que pasó de verdad, ya no habría enfrentamientos ideológicos.
¿Tenemos miedo a la verdad pura y dura, a los datos?
A los datos, porque, luego, las verdades se construyen. Pero ahora ni siquiera podemos construir las verdades, porque no tenemos los datos reales. Eso crea esa niebla muchas veces de: «Bueno, mataron a no sé cuántos cientos de miles». Queremos saber cómo, por qué, quiénes fueron. No hay que tener miedo. Entiendo que la sociedad española es bastante distinta de la de esos otros países, pero lo que nos distingue es que esos archivos están ahí y que los historiadores, que somos los profesionales del pasado, tenemos que tener acceso porque es la forma de construir el pasado en este país. Construir un pasado que no esté relacionado con partidismos políticos.