ESCULTURA

Jorge Oteiza y el tiempo de las utopías

La escultura española del siglo XX tiene uno de sus grandes referentes en Oteiza. La galería Guillermo de Osma organiza una compacta antológica de su trabajo

«Caja metafísica por conjunción de dos triedros» (1972-74)

Javier Rubio Nomblot

Es posible que cuando el Marqués de Lozoya, Director General de Bellas Artes, despachó a un Oteiza -corría el año 1948- recién llegado a España espetándole que no existía una tradición artística vasca , estuviera contribuyendo a que éste dedicara gran parte de su vida a crearla; a fin de cuentas, tres de los escultores españoles más importantes del siglo XX -con permiso de Gargallo, Ferrant o Palazuelo - son vascos y están claramente conectados entre sí gracias a él.

Esto son el propio Jorge Oteiza , que entre 1959 y 1972 paraliza incluso su producción escultórica -un parón genuinamente duchampiano, derivado de la certeza de haber concluido totalmente la obra- para embarcarse en la redacción de múltiples textos decisivos (por ejemplo, Quosque Tandem..! Ensayo de interpretación estética del alma vasca , de 1963; Estética del huevo. Mentalidad vasca y laberinto , de 1968; o Nociones para una filología vasca de nuestro preindoeuropeo , de 1998); Chillida , al que apoyó siempre, fallecido un año antes que él pese a ser mucho más joven, y autor también de textos esenciales (véanse sus deliciosos Escritos, recopilados por La Fábrica en 2005); y Txomin Badiola , autor a la sazón del primer catálogo razonado de la obra oteiziana (Nerea, 2015) y maestro a su vez de ese cuarto escultor vasco destacado -y constructivo- que es Pello Irazu .

Todo en uno

Esta pequeña retrospectiva de Jorge Oteiza (1908-2003), procedente de la galería Michel Mejuto de Bilbao, ocupa dos salas e ilustra sus tres ciclos clásicos: el ciclo figurativo iniciado en América (basado en el estudio del arte primitivo y jalonado de textos como Interpretación estética de la estatuaria megalítica americana ), que aquí arranca en 1949 con la azarosa realización del friso y la fachada de la Basílica de Nuestra Señora de Aránzazu , de Oiza (obra censurada por el obispado de San Sebastián, que no se concluirá hasta 1968, y primero de los innumerables proyectos interrum- pidos en su carrera); el de su reencuentro con la escultura en el célebre «laboratorio de tizas», que da lugar a sus características obras macizas, basadas en la combinación de paralelepípedos; y el de sus magistrales obras finales realizadas en chapa de acero pintada, arquitectónicas y analíticas, livianas y puramente espaciales (que son las que fascinaron a Serra, quien le debe bastante y le ha dedicado algún texto).

Finalmente, por la exposición y el intrincado pensamiento del artista nos guía Alfonso de la Torre -que ya había participado en la redacción del esencial La sombra de Oteiza en el arte español de los cincuenta (2010)- en un extenso y documentado ensayo. El Oteiza al que éste retrata -valiéndose además de citas muy escogidas- es, efectivamente, contradictorio y utópico porque exalta a la vez el carácter racional y religioso del arte; pero Oteiza es su escultura y su escritura , mas también la construcción de un creador contemporáneo, realizada a partir de la nada y en un contexto imposible.

Jorge Oteiza (1909-2003) . Galería Guillermo de Osma. Madrid. C/ Claudio Coello, 4. Comisariado: Galería Michel Mejuto. Hasta el 14 de noviembre.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación