ARTE

Jorge Galindo: «Volvemos a vivir una época muy negra para el arte en España»

Desde la próxima semana, el pintor es el encargado de releer la colección del Museo Lázaro Galdiano desde el arte contemporáneo. Y su apuesta nos lo descubre a él mismo como coleccionista, además de como forofo de la pintura

Jorge Galindo Isabel Permuy
Javier Díaz-Guardiola

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Tercer capítulo de «Reinterpretada», el programa de Rafael Doctor para que el arte contemporáneo entre en el Museo Lázaro Galdiano . Había que darle una vuelta al proyecto. Por eso, tras Enrique Marty y Santiago Ydáñez (¿para cuándo una mujer?), Jorge Galindo (Madrid, 1965) es el convocado. En el antiguo salón de baile, una gran intalación homenajea a la revista «Goya» ; y en el resto del edificio obras no de su factura, sino de su colección, así como ejemplos de sus innumerables conjuntos (vinilos, libros, revistas...), hacen un guiño a los tesoros de Galdiano.

Empecemos hablando de su faceta quizás menos conocida: la de coleccionista

Cuando comenzamos este proyecto para mí fue muy sencillo conectar las actividades de pintar y coleccionar, algo que hacía desde niño. De ahí el título: El gran juego. Con el tiempo, ambas han ido creciendo, y se han desarrollado en paralelo. Yo, de todas formas, no me considero un coleccionista de arte. La colección de pintura que tengo es fruto de intercambios con amigos, poca cosa he comprado. Las que entran en esta exposición son las más afectivas. Es decir, las que tengo colgadas en casa, las que más veo: dos retratos de mis hijos realizados por Schanabel, una foto de Santiago Sierra, un Ray Smith...

Son entonces dos líneas de acción (pintar/coleccionar) que le acompañan desde siempre.

Y que han convergido en mi trabajo. He introducido mis colecciones en mis obras. He intervenido portadas de discos, de los que soy fanático. He empleado mis revistas para fotomontajes... Mi casa está llena en exceso de todos esos conjuntos. Comencé, como todos, con tebeos, con cromos, pero acabé acumulando pilas. Con nueve años tenía tantas cajas que traía loco a mi madre. ¡Pero es que las había tan bonitas!

«Veo la instalación como un gran cuadro, y para nada te va a proporcionar una sensación de reposo»

Le pregunté por esa faceta porque es la base de esta tercera entrega de «Reinterpretada». ¿Cuál es su propuesta?

Este es el museo de un coleccionista, en la que además fue su casa. Son otras dos líneas que se cruzan: colección y vida. Me gustaba como espacio para intervenir el salón de baile, y convertirlo en una instalación de pintura. Pero en un segundo capítulo, la exposición juega a mezclar esas obras de otros que tengo en casa con la colección del museo. Pero vuelvo al salón de baile, porque allí se me ocurrió utilizar una publicación muy vinculada a esta casa, la revista «Goya», lo que además me permite crear un gran cuadro con los que se reproducían en sus páginas y mi intervención pictórica. Un cuadro inmersivo, que rodea al espectador. Es una mezcla entre un gran «collage» y un archivo empleado como arquitectura, lo que remite a Aby Warburg, pero también al estampario de Gómez de la Serna. Estoy empleando el caos y el exceso, porque este es un museo del exceso. Y para nada te va a proporcionar como espectador una sensación de reposo.

Eso es más que un «juego».

Para mí pintar y coleccionar son un juego. Soy consciente de que hay artistas que lo pasan fatal trabajando. Siempre lo vi como algo natural con lo que me divierto. A veces me encuentro a mí mismo tirado en el suelo con un cuadro como cuando era un niño y dibujaba con ceras.

Aquí hay un interesante cruce de tiempos: el de la historia de la revista, que recoge el de la Historia del Arte, que se trae al presente para hablar de su presente, y de su propia historia...

Cuando preparaba el «collage» en el estudio ya era consciente. La revista es el «soporte» de unos cuadros. Y yo, como pintor, lo intervengo con trazos de pintura. Pintura negra: primero por la conexión con el blanco y negro de la publicación, pero también en un cruce de épocas. La de los años cincuenta, que tiene similitudes con el periodo negro, oscuro, que nos está tocando vivir ahora. Esta es una época muy negra para el arte contemporáneo en España.

Segundo capítulo de la muestra: ¿Cómo ha jugado a ser comisario dentro de una exposición comisariada?

Para Rafael Doctor es la tercera exposición de «Reinterpretada», y su plan ha sido darle una vuelta. No se trata ya de trabajar con los cuadros de un artista invitado, sino con los cuadros con los que convive el artista invitado. De forma que esta es la primera colectiva del ciclo, que se ocupa de las cuestiones en las que trabaja un autor, que soy yo, y las cosas que le rodean.

Este comisario le llevó al MUSAC. ¿Cómo se trabaja con él?

Estupendamente, porque nos conocemos desde hace mucho tiempo. Casi podría decir que comenzamos juntos nuestras trayectorias. Hay cosas mías que él casi conoce mejor que yo, y yo también le tengo pillado el punto. Hemos hecho muchas muestras juntos: la del MUSAC, la del Espacio Uno del Reina Sofía... Es otra de esas líneas vitales de las que hablábamos antes. Pertenece a mi biografía más que muchos otros artistas.

«No hay que pedir perdón por pintar, sino dar una patada en la puerta. Veo futuro en la técnica»

En el MUSAC llevó entonces su taller al museo.

Ahora quiere llevar mi casa a la Lázaro. Porque aquí no sólo van a entrar cuadros. También muestro mi colección de grabados japoneses, mis libros, mis vinilos, mis revistas... A él le gusta indagar en el armario y el alma de los artistas con los que colabora, y dar una visión cercana, natural de los mismos.

¿Es el «collage» una evolución de la pintura?

Para mí, es aquello que le da un contenido extra. Muchas veces lo he empleado como soporte, como boceto, como algo fuera de la pintura sin hacer pintura, casi como algo escultórico. Aquí entra también una de mis obras recientes realizadas sobre el capó de un coche. Esa manera de proceder dota de contenido extra a lo pictórico. Sobre todo a la pintura abstracta. En las figurativas, el «collage» queda relegado a la misión de boceto. Eran aquellos fotomontajes que luego pasaba a los pintores de carteles de cine de la Gran Vía para que ejecutaran las obras.

¿En que punto «vital» se encuentra usted ahora mismo?

Siempre me ha gustado cerrar conjuntos y pasar a otra manera diferente de pintar. Ahora estoy de nuevo preocupado por cómo resolver técnicamente determinadas cuestiones. Por eso estoy empezando a ver cómo realizar cuadros con drones. Parece una gilipollez, pero me gusta plantearme la dificultad de pintar un cuadro. Buscar resultados que me gusten pero a través de técnicas que no son las habituales. Y estoy también liado con la idea de hacer cuadros míos pero que no pinto yo. Estoy buscando quién lo haga.

Parece que a las nuevas generaciones no les da vergüenza declararse pintores. ¿Cómo ve a las últimas hornadas?

Me parece perfecto que así sea. Durante años la gente tenía mucho prejuicio en declararse pintor. Había casi que disculparse. No hay que pedir perdón por pintar, sino dar una patada en la puerta. Veo futuro en la técnica.

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