LIBROS
Jordi Soler y la tentación de perdernos
El novelista y poeta mexicano nos propone en «Mapa secreto del bosque» una escapada hacia el orden orgánico, donde habita la aventura
![Jordi Soler](https://s2.abcstatics.com/media/cultura/2019/09/27/jordi-soler-k8XH--1248x698@abc.jpg)
La literatura de naturaleza está viviendo una segunda (o tercera) juventud, pero con unas peculiaridades que, sin ser novedosas, estuvieron tapadas en el último cuarto del siglo XX por otros colores de la paleta: el científico, el reivindicativo-activista (mucho antes de que se montara la «operación Greta Thunberg» que, si nadie lo remedia, acabará con el Nobel en manos de la adolescente sueca, hubo otros militantes de la defensa del medio ambiente, mejor preparados y que no practicaban el postureo ni hacían pucheros en la tribuna pública), el descriptivo-divulgativo... En los últimos años, sin embargo, se ha impuesto una visión poética y filosófica , ligada a los autores trascendentalistas del siglo XIX , de comunión con los bosques, con las montañas, con las criaturas que nos acompañan en este viaje y que no son seres meramente instrumentales, sino dueños de una sorprendente «inteligencia». A orillas del lago Walden , en un claro del bosque, nos espera una cabaña para leer y pensar.
![Mapa secreto del bosque. Jordi Soler. Debate, 2019. 176 páginas. 17,90 euros.](https://s3.abcstatics.com/media/cultura/2019/09/27/soler-libro-k7SE-U303060957678dGG-200x280@abc.jpg)
¿Entronca este libro en la última descripción? Sí y no. Es cierto que Jordi Soler (La Portuguesa, Veracruz, 1963), conocido sobre todo por su faceta de novelista, bebe en los poetas y filósofos estadounidenses decimonónicos, en Thoreau, Emerson y Whitman , pero las lecturas que inspiran Mapa secreto del bosque son más ricas y variadas (ahí están Jünger, Jung, Parménides, Breton, Poe ), y sus reflexiones -capítulos cortos, pequeñas píldoras que nos mueven y conmueven- no suponen una invitación a convertirnos en ermitaños asociales, pero sí a «fluir». Decía Henri Bergson : «Cuando estamos fluyendo a lo largo del proceso (de la vida), la preocupación por el tiempo desaparece».
Bergson distinguía dos tipos de orden, el geométrico (donde cada cosa está en su sitio) y el orgánico (que crece y decrece, que se relaja y se contrae). En este siglo XXI de la hipercomunicación nos agobiamos ante cualquier mínimo descarrilar. Estamos sometidos al orden geométrico. Escribe Soler: «Vivimos pegados a un terminal, computadora o teléfono, por el que espiamos al mundo mientras el Estado, y los voyeurs que se agazapan en el lado oscuro de la red, nos espían a nosotros. Solo podrá escapar quien se refugie en el bosque» . El bosque entendido no únicamente como lugar físico, sino filosófico, como un lugar de la mente. El bosque como paisaje del orden orgánico, de la desconexión, de la aventura, de la oportunidad de perdernos. Podemos ser flâneurs al estilo de Benjamin, Giacometti, Beckett o el caminante de Jiro Taniguchi , o salir de la urbe para convertirnos en saunterers , que son como los flâneurs de los bosques. Pero sin dejar de buscar la otredad en el tedioso mundo de todos los días.