John Connolly: «La ley y la justicia se han desvinculado por completo»

El escritor irlandés vuelve a la carga con su detective de cabecera, Charlie Bird Parker. Publica el decimoséptimo título de la serie, «La mujer del bosque», fiel a unas señas de identidad que le han granjeado una legión de lectores

El escritor irlandés John Connolly en una reciente visita a España Inés Baucells

Marina Sanmartín

Está empeñado en marcar el singular territorio de su narrativa con fronteras de acero y por eso insiste en que la novela de misterio y la novela negra no son la misma cosa. Para John Connolly (Dublín, 1968), responsable de la ya inmortal trayectoria literaria del detective Charlie Bird Parker, iniciada con Todo lo que muere (Tusquets, 1999) y ahora recuperada de nuevo gracias a la reciente publicación del decimoséptimo título de la colección, La mujer del bosque, la desolación existencial y el intenso pesimismo del noir más puro no tienen cabida en su obra, a pesar de que en ella el dolor, la aflicción y la pérdida impregnan cada página con un resultado sorprendente: garantizar el entretenimiento del lector.

Formado como periodista y habituado a una disciplina de escritura diaria, el autor irlandés, que en sus inicios decidió instalar a sus personajes en Estados Unidos y con el tiempo ha asistido con ellos a los bandazos políticos y sociales del país, defiende que el misterio se basa sin embargo en una fe ciega en el orden y la justicia , que siempre se imponen al final, aunque, eso sí, no necesariamente de la manera más ortodoxa. Tal vez por eso, por esa creencia en la prevalencia del equilibrio más allá de la coyuntura, Connolly se define como un «optimista frustrado» y habita un universo creativo en el que también tienen cabida los fantasmas y la magia. Así es su literatura, producto de un proceso muy similar al de hacer fuego, duro y casi físico en su evolución, pero con un resultado que roza la belleza extraordinaria y fascinante de la llama.

Desde que en 1999 publicara «Todo lo que muere», ¿qué ha cambiado en la novela negra y como han afectado esos cambios a su literatura?

Ahora los géneros se mezclan más que en mis inicios. Cuando se publicó Todo lo que muere , combinar en una novela el misterio policiaco y lo sobrenatural resultaba inusual, pero hoy en día ya es más común. Otro cambio, este algo más lento, es el de la justa representación de las minorías, una asignatura pendiente para toda la industria editorial. Acabar con esta discriminación pasa por una larga lucha. De todas formas, no creo que mi escritura se haya visto afectada por estas transformaciones, no me dejo influenciar de esa manera. Creo que, si he mejorado con el tiempo, ha sido gracias a mi capacidad para explorar otras narrativas y regresar a la ficción criminal para aplicar en ella lo aprendido fuera; una técnica que algunos han acogido con suspicacia, porque se sigue defendiendo la conveniencia de que el autor se someta a cierto encasillamiento.

«Aprendí como periodista que los personajes secundarios no existen. Toda vida es interesante si se examina con atención»

Sin embargo su obra se caracteriza por la trasgresión. Su personaje más emblemático, Charlie Parker, es a la vez detective y víctima. En sus libros no hay lugar para el maniqueísmo, pero ¿existe en la realidad la maldad absoluta?

Yo fui criado como católico y todavía llevo una cruz, la misma cruz de peregrino bizantina que usa Parker, por cierto. La mayor parte del mal humano es consecuencia del miedo, la ira o la tristeza. Rara vez las personas se proponen deliberadamente actuar mal y eso es lo más aterrador de la maldad, porque permite a quienes la cometen autojustificarse. Pero los libros de Parker también sostienen que, en los casos más extremos, tal vez sí recurrimos a una fuente de maldad más profunda y antigua, una maldad que ya estaba ahí cuando llegamos. Cierta o no, esta afirmación, que probablemente proviene de mi educación católica, es un terreno fértil para la ficción.

Otra de las peculiaridades de sus novelas es el amplísimo abanico de perfiles secundarios que enriquecen sus tramas.

Aprendí como periodista que los personajes secundarios no existen, toda vida resulta interesante si se examina con suficiente atención. ¿Recuerda la obra de Stoppard Rosencrantz y Guildestern han muerto ? Los protagonistas son dos secundarios de Hamlet que, en la tragedia de Shakespeare, apenas se mencionan y que sin embargo Stoppard convierte en roles principales, mostrándonos cómo, alrededor de cada uno de ellos, orbita un mundo entero. Mis novelas son el resultado de muchos borradores previos. No soy capaz de «planear» antes de escribir cuál será la trama, de hecho creo que «no quiero» planearla, para ser honesto. Empiezo con una sola imagen, como mucho dos, con una sola idea. Una de las partes más emocionantes de descubrir la historia mientras trabajo en ella es ir conociendo a los personajes y permitir que se vayan revelando a sí mismos, borrador tras borrador. Reforzar sus identidades facilita que el lector se adentre mejor en tramas a menudo muy complejas.

«Lo terrible es que hasta la amabilidad y la compasión se han politizado, lo que resulta muy deprimente»

Si Parker tiene algo claro es que ley y justicia no son sinónimos. En la actualidad, ¿se está agrandando la brecha entre uno y otro concepto?

Sin duda alguna. El movimiento Black Lives Matter, en Estados Unidos, es una buena prueba de que la ley y la justicia se han desvinculado por completo. Y es que el concepto de justicia no es exacto, varía en función de quién lo define. Los monstruos racistas que ahorcaban a los negros por mirar a las mujeres blancas creían que colgándolos estaban impartiendo justicia. Por eso, que la justicia y la ley se distancien resulta pernicioso: las dos deberían contribuir al funcionamiento de la sociedad y no al revés. Parker es consciente de que su manera de ser justo no es la más correcta, pero no tiene otra opción y se libera con ello, así es como da rienda suelta a su ira y dolor, aunque no sea un buen ejemplo a seguir.

Escogió Estados Unidos como escenario porque usted es irlandés y no quería verse obligado a escribir sobre determinados temas ineludibles en su país de origen. En «La mujer del bosque», Louis, un sicario negro y homosexual, parte del círculo más cercano a Parker, define nuestra época como «la era de los ignorantes». ¿La falta de educación es el problema?

Los lectores estadounidenses más conservadores tachan mis libros de «demasiado políticos»; una forma amable de decir: «No leo novelas para que el autor me embuta su ideología en la garganta» o, lo que es lo mismo, «no soporto que la ficción me confronte con opiniones con las que no estoy de acuerdo». Cuando me envían esta clase de críticas por correo electrónico, siento que he fallado un poco, porque a nadie le gusta que le prediquen, y me digo a mí mismo que podría haber sido más sutil. Sin embargo, no me interesa escribir sin reflejar ciertas realidades políticas y sociales tal y como yo las veo. La convicción de que los pobres y vulnerables no deberían ser explotados por los ricos y poderosos sobrevuela mi ficción desde el principio. Lo terrible es que hasta la amabilidad y la compasión se han politizado, sobre todo en los Estados Unidos, pero también en Gran Bretaña, en Turquía, en Hungría… es muy deprimente. En cuanto a la ignorancia, hay en lo anterior una terquedad inabordable, incluso por parte de la educación. El único consuelo es que los malos están en minoría, aunque el ruido y las consecuencias de sus acciones nos hagan pensar lo contrario. La mayor parte de nosotros somos personas decentes, pero por lo general permanecemos en silencio.

«El desequilibrio de poder entre hombres y mujeres sigue siendo flagrante: en las instituciones, en los salarios… La violencia machista forma parte de esa lacra»

La violencia machista también está presente en «La mujer del bosque».

El desequilibrio de poder entre hombres y mujeres sigue siendo flagrante: en las instituciones, en los salarios… La violencia machista forma parte de esa lacra. Los hombres tienen una gran responsabilidad en todo esto, pero su liderazgo, tanto en la esfera política como en otros ámbitos, ha sido nefasto. La pandemia ha puesto de manifiesto cuán demagógicos y populistas son los líderes masculinos y hasta qué punto han sido emocional, intelectual y psicológicamente torpes para enfrentar una crisis de semejante magnitud. Las mujeres al mando, sin embargo, han destacado. Esta visión puede parecer simplista, pero es cierta. A los hechos me remito.

En esta última novela, fiel a su estilo, planea sobre lo cotidiano un mundo fantasmal. ¿A qué se debe la inclusión de lo sobrenatural en su obra?

Desde siempre, lo sobrenatural me ha atraído tanto como el misterio, por eso me pareció lógico mezclarlos cuando me senté a escribir. Vengo de un entorno católico e irlandés, así que no es de extrañar que me sienta cómodo conviviendo a la vez con lo racional y lo esotérico, y eso, por supuesto, se refleja en mi trabajo. La sugerencia de que existen otros mundos además de este amplia las miras de Parker y dota a mis novelas de un elemento metafísico que las diferencia dentro del género. Parker no solo busca redimirse -algo muy común en la narrativa policiaca y más o menos profundo-, busca la salvación, y lograrla requiere el sacrificio. Cree que, si ayuda a los demás y trata de enmendar sus faltas, se reunirá con su hija muerta en el próximo mundo. Esa creencia le asusta y empodera a partes iguales.

¿Qué otros autores suscitan su interés?

Me fascina J. Lee Burke y creo que John Sandford está increíblemente subestimado. Hace poco, Megan Abbott y Lisa Lutz han escrito sendas novelas muy interesantes y, como parte de la investigación para mi próximo libro, he leído The Hotel Tito , de la escritora croata Ivana Bodrožic. Tampoco puedo dejar de aplaudir a Dolores Redondo , es francamente buena.

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