LIBROS

Joël Dicker y el misterioso atractivo de los feos

En su última trama Joël Dicker sigue siendo fiel a sí mismo -un estilo desordenado pero efectivo- y a los que gustan de sus dosis de intriga

El escritor suizo de 33 años Joël Dicker Belén Díaz Alonso

MARINA SANMARTÍN

«No sé qué le ves». Es un hecho, nos ha ocurrido a todos: en algún momento de nuestras vidas nos hemos sentido atraídos por alguien que, analizado con frialdad, resultaba feo. Ojos feos, boca fea, voz desagradable… en definitiva, un cúmulo de rasgos mediocres que -y en este punto se encuentra el misterio - al unirse conformaban sin embargo una apariencia humana de atractivo irresistible, ante la que sucumbimos con placer. Así es la literatura de Joël Dicker , un revoltijo de tiempos, voces y estructura; un marasmo de párrafos en los que abundan las repeticiones y las subordinadas escritas con torpeza; acción pura y descuidada que, al mezclarse con el resto de bastos ingredientes empleados por el autor suizo de «La verdad sobre el caso Harry Quebert» , se transforma para nuestra sorpresa en una narrativa de excelente nivel.

En «La desaparición de Stephanie Mailer», su quinto título, Dicker lo vuelve a hacer y nos presenta una trama sólo en apariencia cargada de tópicos y heredera del fatalismo que preside «22/11/63 », de Stephen King . La novela nos lleva hasta la tranquila localidad de Orphea, en Los Hamptons, famosa por su célebre festival anual de teatro , sobre cuyos preparativos se cierne la amenaza anónima de «La noche negra»; el contexto en el que Jesse Rosenberg, un capitán de la policía de Nueva York al que le quedan días para retirarse cuando la joven periodista Stephanie Mailer entra en su vida, se enfrentará de nuevo al primer caso de su carrera, un asesinato cuádrupl e que, tal vez, veinte años antes no supo resolver.

Posee ese ingrediente secreto y poco frecuente que provoca la adicción

Para desarrollar esta sinopsis de cinco líneas, Dicker emplea más de seiscientas páginas y, más difícil todavía, las llena centrándose exclusivamente en los hechos , de manera que son la acción y sobre todo el diálogo los cimientos que sostienen un complejo entramado de situaciones en las que la descripción no tiene cabida y sólo importa la historia, como un dibujo en blanco y negro, de trazos extraordinarios, que cada lector podrá colorear a su antojo, porque al novelista no le interesa recrearse en los detalles, sino garantizar la velocidad vertiginosa del relato y subrayar los temas que le obsesionan, identificables ya en sus obras anteriores.

Utilidad simbólica

Esta es la razón por la que los personajes son presentados con rapidez e incurriendo a menudo en el cliché; para Dicker no tienen valor su aspecto físico o las peculiaridades de su pasado, sino su utilidad simbólica: a través de la subjefe de policía Anna Kanner asistimos a las dificultades que sufren las mujeres integradas en un mundo laboral ocupado por los hombres; y gracias a secundarios de la talla de Meta Ostrovksi, el crítico venido a menos de la «Revista de Libros de Nueva York», que bien podría haberse escapado de una novela de D. Dunne, Dicker incorpora a la narración, como ya hizo en «La verdad sobre el caso Harry Quebert», el maltrecho universo del sector editorial .

Más allá del mundillo literario, las similitudes de Stephanie Mailer con Harry Quebert son numerosas : una ciudad pequeña como escenario de los acontecimientos; la posibilidad de un falso culpable, los saltos en el tiempo y el inmediato descubrimiento de que la incógnita que se plantea en el título no es la única que encierran las novelas, sino sólo la chispa causante del incendio… puntos en común que convierten a Dicker, paradójicamente, en el mayor enemigo de Dicker y ensombrecen la solvencia de «La desaparición de Stephanie Mailer» al arrebatarle la frescura que acompaña siempre a las historias inolvidables.

Aún así, no por repetida la fórmula funciona peor. Que nadie se eche atrás: «La desaparición de Stephanie Mailer» posee ese ingrediente secreto y poco frecuente que provoca la adicción y convierte en un suspiro el tiempo invertido en su lectura. Se trata de un «más difícil todavía» muy recomendable .

Joël Dicker y el misterioso atractivo de los feos

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