LIBROS

Joël Dicker, la tentación en el espejo

El éxitoso autor de novelas policiacas regresa con otra intriga, «El enigma de la habitación 622», que nada tiene que envidiar a las anteriores

Joël Dicker Belén Díaz

Marina Sanmartín

Las primeras líneas son para el prólogo que abre la historia, ya dentro de la ficción, y que no tiene doblez: «El día del asesinato»; cuatro palabras a partir de las que resulta fácil y acertado definir el estilo de Dicker, cuya narrativa es sencilla solo en apariencia, porque nace de ideas y temas fundamentales , que a menudo se explicitan en el texto y de los que es muy fácil sentirse partícipes.

Por eso, más allá del imán que posee una buena intriga, en cierto modo, y este nuevo libro no es una excepción, todas las novelas de Dicker son espejos limpísimos y nada turbios; de ahí que ejerzan una absoluta fascinación sobre gran numero de lectores, de la misma manera en que no podemos resistirnos -reconozcámoslo- a caer en la tentación de buscarnos en el reflejo de los escaparates. D entro de las novelas de Dicker estamos nosotros.

Nuevos elementos

Pero no solo eso, con eso no sería suficiente. La carambola literaria se produce cuando, de esa simplicidad, el autor hace que germine un mundo entero, complejo e intrincado como la espesura de los árboles en el Amazonas, y consigue, sin que apenas nos demos cuenta, que como niños confiados nos adentremos en él. Traducida por la excepcional Mª Teresa Gallego Urrutia, junto con Amaya García Gallego, «El enigma...» no tiene nada que envidiar a sus propuestas anteriores y confirma lo afirmado en los primeros párrafos de esta reseña.

Como sí se desmarca esta novela de sus antecesoras es incorporando nuevos elementos. De entre todos ellos, hay que destacar dos: l a narración en primera persona a cargo de Jöel, un popular escritor de parecido más que razonable con Dicker; y el escenario de la acción, ambientada en Ginebra y en un hotel de lujo en un pequeño pueblo de los Alpes suizos. La mezcla de tiempos, la intensidad y frescura de los diálogos, y la verosimilitud de los personajes se mantienen en el nivel al que nos tiene acostumbrados Dicker.

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