ARTE
Joana Vasconcelos: «Me interesa más Rubens que Warhol. Soy una artista barroca»
El Guggenheim de Bilbao programa una de las citas más esperadas de la temporada: un recorrido por el universo de Joana Vasconcelos, una artista llamativa y espectacular. ABC Cultural se cuela en su estudio lisboeta
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Entre el Museo de Oriente y el complejo posmoderno LX Factory , el estudio de Joana Vasconcelos despliega todo su esplendor en Alcántara. Nos encontramos en la zona portuaria de Lisboa y, al mirar por los ventanales, nos viene a la mente Bilbao, el próximo destino de la gran enfant terrible del arte portugués.
Su eclecticismo icónico se ha elevado a los altares a toda propulsión, con la alianza de la ironía y el sentido del espectáculo. Así, en la cresta de la ola, desembarca el 28 de junio en el Museo Guggenheim (el mismo que Oteiza calificó como «EuskoDisney») para dialogar con el buque futurista diseñado por Frank O'Gehry mientras exhibe una retrospectiva de sus últimos 20 años y avanza algunas de sus nuevas «criaturas».
Soy tu espejo inundará tanto la explanada como el interior con piezas de impacto súbito, como un gigantesco anillo que pesa tres toneladas o una máscara veneciana de 2.500 kilos … o una «valquiria» de 30 metros de altura. Su planeta colorista se «cuece» en un atelier que ocupa uno de los antiguos almacenes de descarga de mercancías, hoy «casa Vasconcelos» a mayor gloria de su desparpajo expresivo, catapultado desde que deslumbró hace unos años en la Bienal de Venecia.
Una sala con soldadores por allí, otra con ingenieros por allá, un rincón para yoga, un restaurante propio… los 60 empleados que trabajan para la «diva» se zambullen en las buenas vibraciones con el fin de dar rienda suelta a la creatividad y mantenerse en primera línea. Subimos al último piso, donde Joana recibe a ABC Cultural en su despacho. La frenética actividad de quienes siguen sus directrices da paso a su diáfana claridad de ideas y conceptos.
¿Qué refleja «Soy tu espejo»?
Es la exposición más importante que he hecho hasta ahora. Espejo es una palabra que tiene un gran significado para mí. De ella me gusta especialmente la idea de los reflejos, de que refleja tu imagen. Y llega un momento en tu carrera en que tienes que reflejar lo que eres, quitarte la máscara. Además, I’ll be your mirror es mi canción favorita de la Velvet Underground. Habla de la identidad, o, mejor dicho, de las identidades porque, al final, todos tenemos muchas realidades dentro de nosotros.
¿Por qué le fascinan tanto los espejos?
Siempre he trabajado con el concepto de los espejos muy presente, porque soy muy conceptual. Es algo así como sacar a la luz tu verdadera dimensión, una especie de catarsis. Los espejos son luminosos y poéticos.
También tiene una predisposición al gran formato.
El tamaño es una parte de la producción porque encuentras tu propia escala en el proceso de trabajo. Quiero decir, no es que yo diga de repente: «¡Ah, esta pieza la voy a hacer gigantesca!».
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¿Le preocupa cruzar el umbral entre la espectacularidad y el efectismo?
No intento nunca ser efectista. Espectacular sí, eso es otra cosa. Elijo objetos cotidianos y les doy un uso alternativo, con otros propósitos.
¿Le interesa el «kitsch»?
Nada. No tengo nada que ver porque no recojo objetos cotidianos de mal gusto. ¿Por qué un zapato o un teléfono tienen que estar asociados al kitsch ? Yo trabajo el lujo barroco.
Supongo entonces que no se siente próxima a Jeff Koons ni a Damien Hirst.
No. Me encanta Louise Bourgeois y he aprendido de y con Sophie Calle o Paula Rego. Y, claro, me gusta mucho Bruce Nauman, pero creo que mi obra está mucho más influida por Velázquez o Dalí, o incluso por el puntillismo francés.
¿Y el arte pop?
Tengo mucho más que ver con el surrealismo que con el pop. Y me importa más Rubens que Warhol. Al final, soy una artista barroca. La idea «warholiana» de la repetición no va conmigo.
«Madonna ya ha visitado este estudio. Las dos tenemos los mismos objetivos, pues partimos de una mirada doméstica»
Madonna vive más o menos cerca de aquí, frente al Museu Nacional de Arte Antiga, y es una gran coleccionista de arte. ¿Ha visitado este estudio?
Claro que sí. Estuvimos hablando y ella me dijo que las dos tenemos los mismos objetivos, pues partimos de una mirada doméstica y después la proyectamos.
¿Este atelier suyo es algo así como la «factoría Vasconcelos»?
Bueno, creo que esto entronca más con el concepto de los estudios de Velázquez o Goya que con la Factory de Warhol. Cada uno tiene su función aquí, no trabajamos con la idea de la repetición mecánica. O sea, tiene mucho más que ver con el pasado. Para mí, los estudios de los artistas de hoy suelen ser demasiado tecnológicos, mientras que aquí procuramos que sea todo con calidad humana y con savoir faire .
De manera que usted, paradigma de la modernidad a la portuguesa, apela a la tradición, a las raíces.
Se están perdiendo muchas tradiciones y pienso que conviene preservarlas. En su día, seguro que Velázquez era muy moderno.
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El Guggenheim-Bilbao alberga una parte retrospectiva de su obra y también piezas diseñadas expresamente para esta exposición. ¿Qué piensa cuando mira atrás?
Pues recuerdo los primeros tiempos, cuando trataba de hacer todo lo posible para ser artista y consagrarme a esto. Por el camino he ido adaptando mis referencias a mis necesidades como artista.
¿En qué momento se produjo su gran salto cualitativo?
El punto de inflexión fue, sin duda, mi presencia en la Bienal de Venecia de 2005, porque me dio una perspectiva internacional del mundo del arte que hasta entonces no tenía. Una cosa es alcanzar una dimensión nacional y otra, muy distinta, la dimensión internacional. Eso lo aprendí allí.
¿A qué se dedicaba antes de lanzarse al ruedo artístico?
Era profesora de kárate, pero me lesioné en una rodilla.
Entonces Joana Vasconcelos dio un vuelco total a su vida…
Sí. Mire, yo creo en el poder que cada uno de nosotros tenemos. Es como un poder religioso porque cada uno tiene a un dios dentro de sí mismo.
Da la sensación de que tal vez se identifica con algunos planteamientos budistas. ¿Es así?
Sí, sí, es verdad. Me interesan muchísimo ciertos postulados budistas. Por ejemplo, creer en tu honestidad y en el respeto a los demás. Son valores comunes que se manifiestan igualmente en otras religiones… Y son valores presentes en mi obra desde hace unos cuantos años.
Lisboa vive una explosión en múltiples sentidos, incluido el artístico. Madonna, Scarlett Johansson o Monica Bellucci tienen residencia en la capital en la actualidad.
Así es. Bueno, yo nací en París, pero soy lisboeta, claro, y la verdad es que la ciudad estaba un poco aburrida porque no pasaba nada. No se encontraba suficientemente aprovechada. Pero ahora está muy viva y conecta con todo el mundo. ¡Ya era hora!
Es como si hubiera estado bloqueada y despertara de forma súbita.
Cierto. Y, además, una cosa que era injusta: la dictadura de Salazar significó 48 años de oscuridad, pero no puede ser el barómetro de la historia reciente de Portugal. Ya está bien. Somos un pueblo de viajeros, de navegantes, de comunicadores.
¿Qué recuerdos le quedan del periodo tardío de la dictadura, que vivió cuando era pequeña?
Era muy pequeña [nació el 8 de noviembre de 1971, menos de tres años antes de que estallara la Revolución de los Claveles el 25 de abril de 1974]. Pero estoy marcada por aquellas circunstancias: nací en París precisamente por esa razón.