LIBROS
Joana Bonet: mujer tenía que ser
La periodista y escritora repasa su trayectoria vital en «Fabulosas y rebeldes», un libro íntimo en el que rinde homenaje a sus grandes referentes femeninos
Muchas lo sabíamos ya, y otras se han dado cuenta en los últimos y fértiles tiempos, desde el punto de vista feminista . La genealogía de grandes mujeres que nos preceden es tan rica, tan honda y extensa que pesa, pero para bien. Su presencia a nuestras espaldas, su eco en nuestros oídos, nos ha servido para llegar hasta aquí, para ser conscientes de que si hoy somos las mujeres que queríamos ser es porque otras lo fueron antes que nosotras.
Todas ellas están presentes en «Fabulosas y rebeldes. Cómo me hice mujer» (Destino), un libro que Joana Bonet (Vinaixa, Lérida, 1966) se debía desde hace tiempo -la escritura, cuando es urgente y necesaria, como esta, apremia al lector, le urge a pensar, le inquieta y cambia- y en el que rinde cuentas con un pasado que, en realidad, es el presente de todas.
Su infancia, marcada por la fuerte presencia de sus abuelos -unos personajes maravillosos, quién los pillara para una novela- transcurrió en Vinaixa, un pueblo de Lérida. Y qué cierto es esto que escribe Bonet, lo sabemos quienes de ahí hemos salido: «En el pueblo, la muerte es tempranera, no se esconde, de ahí que el cementerio descanse cerca de los columpios, y el duelo consista en un estilo de vida piadoso pero que a la vez exime de ciertas obligaciones».
Juegos de niños
Allí, los juegos de niños le conectaron «con la gravedad de la vida» y su «relación con los libros fue más promiscua que con los chicos». Sus noches las pasaba entregada a la lectura, y fue así como descubrió a Mercè Rodoreda , su primer referente literario «de proximidad». Ella y la Colometa le fueron guiando en sus primeros pasos por el empedrado camino del feminismo, unido en su caso, como en el de casi todas, a la literatura.
Hasta que un día, ya en la pubertad, se topó con la mujer que llevaba dentro y quiso más, pues siempre se sintió «en armonía» con su identidad femenina y «nunca» anheló ni fantaseó ser un hombre. Aquella muchacha que deseaba «febrilmente» ser mayor también buscaba conocer mundo, y a él salió, sin miedo.
Tras un doloroso episodio -valiente es contarlo y generoso, también- supo «de la determinación que una mujer debe imponer en sus relaciones sentimentales y sexuales ». Como escribe Bonet, tenemos la obligación de cuidarnos -sí- y respetarnos -también-. Pero, sobre todo, de no doblegar nunca «nuestra autonomía de pensamiento y obra». Sólo así seremos capaces de querernos, «a pesar de todo». Únicamente de ese modo llegaremos a tener una habitación propia, seguramente no la de la Woolf , pero propia, al fin y al cabo.
Así fue como Bonet se hizo a sí misma, hasta convertirse en una gran periodista . Y en el trayecto no dejó, nunca, de mirar hacia atrás, tomando como modelos a esas mujeres «fabulosas y rebeldes» a las que, además, rinde homenaje al final del libro con cuarenta perfiles: de Coco Chanel a Natalia Ginzburg, de Jane Birkin a Lola Flores, de Joan Didion a Idea Vilariño. Chapeau , Joana.