Jesús García Calero

El 'libro de la selva' del pintor

Ballester trae signos ocultos de los pueblos amazónicos amenazados. Valente escribió en 1993 un redoble contra la violencia sufrida por los Kaiowás, a manos de los «facendeiros de facendas e mortes»

Jesús García Calero

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José Ángel Valente escribió su doliente Redoble por los Kaiowá de Matto Grosso del Sur , cuando supo de las matanzas ordenadas por los « facendeiros de facendas e mortes ». El poema, incluido en Fragmentos de un libro futuro y fechado el 13 de junio de 1993, se pregunta «qué quedará de todo y de la luna / cuando ya nadie quede de vosotros». Veintiocho años después, una respuesta es la sangre indígena formando un nuevo afluente del Amazonas , visible desde el espacio como calvas y humaredas en la selva arrasada. Pueblos borrados, culturas extinguidas.

José Manuel Ballester ha puesto a salvo en su estudio algunas ramas del ese bosque donde florecieron, sólo unos cientos de entre los signos que los indios se tatúan en la piel y que no solo adornan, sino que significan. Son un puñado de palabras rescatadas de un libro de la selva que ya no sabemos descifrar.

Al salir del estudio del artista, la pregunta sigue ahí, percutiendo desoladora. Otra respuesta viene a la cabeza y trae a esa selva ecos de desierto , que es el bosque de la soledad. La rubayata del persa Omar Jayam, a la luna: «Cuántas y cuántas veces volverás a buscarme / en el mismo jardín / y todo será inútil».

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