LIBROS

Javier Castillo: «Por suerte, a los críticos no les intereso. Pero sí a los lectores»

Con tres novelas encaramadas en la lista de libros más vendidos durante los últimos meses, el autor malagueño se ha convertido en un nuevo rey del «best sellers»

Javier Castillo fotografiado recientemente en su ciudad natal Francis Silva
Carmen R. Santos

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En el caso de Javier Castillo (Málaga, 1987) a la tercera no fue la vencida. Lo fue a la primera. El propio Castillo subió a la plataforma de Amazon su debut novelístico, «El día que se perdió la cordura», y obtuvo una arrolladora acogida. Las editoriales, antes reticentes, se lo rifaron. Pudo elegir el sello para publicar en papel su primera novela y la continuación, «El día que se perdió el amor». Después de licenciarse en Empresariales y cursar un máster en Management, trabajó como asesor financiero, pero, tras el éxito, decidió abandonar esa labor y volcarse en la literatura. Su tercera novela, «Todo lo que sucedió con Miranda Huff», alcanzó con rapidez los primeros puestos de la lista de libros más vendidos -en la estela de las anteriores-, donde permanece desde hace meses.

¿Esperaba esa entusiasta recepción a su primera novela?

En absoluto. Pensé que alguien la leería, pues sabía que era un buen «thriller», con muchos ingredientes que a mí me gustaría encontrar en esa fórmula, pero ni sospeché el fenómeno que sigue suponiendo en todo el mundo. En las próximas semanas sale en Corea.

En «Todo...» su personaje Ryan dice: «La presión del éxito destrozó mi creatividad. La arrinconó en algún lugar oscuro de mi mente, y me hizo incapaz de escribir nada decente». ¿Teme que le ocurra lo mismo?

¡Lo dice Ryan, no yo! [ríe]. Es lo maravilloso de la ficción: puedes ser quien quieras, y seguir siendo tú. Tengo la fortuna de estar siempre imaginando tramas. Es un bonito juego: preguntarte ¿Y si…? Y llevarlo al extremo. ¿Y si la grabadora que usa para esta entrevista dejase de grabar y emitiese ahora mismo una voz casi imperceptible repitiendo «socorro»? Sería un provechoso inicio de una novela sobre un periodista.

¿Cómo le surge la chispa -una imagen, una reflexión, una noticia...- para cada novela?

Suele ser una imagen que te viene a la mente en cualquier momento. Intento estar siempre alerta, y jugar a visualizar de noche, o algo más tétrico de lo que está, cualquier escenario en el que me encuentro. Es una manera de ambientar basándote en el mundo real, pero convirtiéndolo en algo más decadente. Eso te permite estar en un «modo» creativo todo el tiempo, y fijar el tono para lo que suelo escribir. A partir de ahí, casi cualquier lugar puede ser un buen sitio para una novela de suspense. En la última, una cabaña rural en el bosque, algo que normalmente se visiona como una escapada romántica.

«Entretener es el único objetivo que debería tener un escritor, a través de todos los medios de los que dispone»

¿Cómo fue en el caso de «Todo lo que sucedió con Miranda Huff»?

Surgió hace años, de un relato que escribí en el que una pareja (más joven que en la novela), iba a pasar el fin de semana a una cabaña y ella desaparecía. En ese relato ya tenía el contrapunto de voces de los dos protagonistas en la novela y, aunque en ese relato, al contrario que en la novela, todo se aglutinaba en lo que se vivía en la cabaña al desaparecer el último día, me quedó la sensación de que era un buen principio y tenía la suficiente tensión «psicológica» que buscaba para mi siguiente obra.

¿Antes de comenzar a escribir tiene ya pensada toda la trama, sus vueltas de tuerca, o a veces se sorprende a sí mismo?

Suelo planearlo todo antes de ponerme a escribir. Tengo un método muy particular, pero a mí me funciona muy bien. Escribo en un folio un listado de todo lo que quiero que suceda en la novela, incluyendo el desenlace, y todas las ideas que se me van ocurriendo, hasta que la tengo resumida prácticamente en dos carillas. Este folio es prácticamente ininteligible, porque no son frases, sino palabras inconexas que solo tienen sentido en mi cabeza. Una vez termino, paso todas esas ideas a «post-its», organizados ya sí en un «post-it» por capítulo, y ahí los ordeno y reordeno para que las distintas tramas evolucionen con sentido y un ritmo adecuado. Una vez lo tengo ya todo coordinado, paso esos mismos «post-its» a celdas de Excel de colores en las que ya está todo detallado y perfeccionado. Ya con esto, me siento a escribir sabiendo hacia dónde me dirijo, siguiendo todo el esquema mental ya planificado. Lo que sí dejo para el proceso de escritura es la ambientación y el tono. Por ejemplo, no me suele gustar el humor en las novelas de suspense, y eso te lo define más el tono que lo que sucede en la trama. Puedes tener una trama genial de suspense que puedes tirar por la borda en el proceso de escritura por no haber elegido bien el tono.

¿Por qué ha elegido cultivar el «thriller» psicológico?

Te permite ahondar en algo más que el de acción o el policíaco. Quería crear algo que no fuese el típico «policía busca a asesino», sino que profundizase en muchas más cosas. Así, en «Todo lo que sucedió...», indagar en el cine, en el amor, en la pérdida, en la búsqueda del arte, en la relación moribunda de una pareja, en el empoderamiento de la mujer. Mis novelas se centran más en las emociones (dentro, claro, de la intriga de un «thriller»), y considero que es la causa por la que están gustando tanto. Son una especie de mezcla de muchos géneros.

¿Qué elementos, pues, son esenciales para escribir un «thriller» que enganche?

Una atrayente premisa inicial, una multitrama conectada que vaya «in crescendo», y un final inesperado. Suena fácil, ¿verdad? En realidad, no tanto si empiezas a añadir componentes a cada una de esas etapas. La premisa inicial tiene que ser lo suficientemente interesante, por lo que ocurre, o por quién lo cuenta, o por las consecuencias que puede acarrear. Por seguir con el ejemplo de antes con la grabadora: esa imagen del periodista interrumpiendo la entrevista tiene muchos puntos: alguien pide socorro, no se sabe quién ni por qué, el periodista no podrá entregar su artículo y puede que esté pasando un mal momento en el trabajo, no sabe a quién acudir para intentar descubrir lo que pasa. Es una buena premisa porque levanta en un instante muchas preguntas que resolver, y un buen «thriller» siempre tiene que tener un interrogante en el aire sin respuesta aparente: ¿se salvará? ¿encontrará al asesino? ¿aparecerá Miranda? En el momento que todas las preguntas se respondan el lector cerrará el libro. No es raro ver libros que tras ciento cincuenta páginas aún no han dejado preguntas en el aire, y son esos libros los que luego, cuando preguntas que qué tal, te dicen: «De momento no sé, no ha pasado nada». Lo difícil es manejar el inicio, seguir aumentando las preguntas durante la trama y creando algunas más importantes, y que se resuelva casi en la última página. Luego, claro, añadir personajes complejos, evoluciones psicológicas, ambientación cuidada, un tono acorde a la historia. Pienso que así se consigue un buen «thriller», seguro.

«Miranda es una mujer que siempre ha vivido atrapada bajo hombres que, en realidad, no la amaban. Su padre y sus hermanos, luego su marido»

¿Es usted lector habitual de este género?

Muchísimo. Es mi género de referencia y el que suelo leer casi a diario. Aunque tengo que confesar que transito por todos. De todos se aprende algo importante y se disfruta de una manera distinta.

¿Cuáles serían sus principales referentes y por qué?

Tengo muchísimos y por numerosos motivos diferentes. Stieg Larsson (a quien releo casi una vez al año) por colocar la novela negra en el centro del panorama literario con una construcción de personajes única. Me parece que los nórdicos trajeron a la novela negra algo que no se había hecho antes, o, al menos, con tanta intensidad: un realismo muy descarnado. Últimamente he disfrutado muchísimo con «El caso Hartung», de Soren Sveistrup. También Agatha Christie por casi concebir el género detectivesco con unas reglas no escritas que siguen hasta nuestros días. Asimismo, Joel Dicker es uno de mis contemporáneos favoritos por su combinación de géneros en sus tramas. Por otro lado, el eterno Stephen King por su increíble creación de ambientes de tensión, y Jo Nesbo, por sus argumentos perfectamente encajados hasta el milímetro.

¿Por qué ambienta sus novelas en Estados Unidos?

Depende más de la trama en sí que de cualquier otro motivo. Antes de elegir el lugar, planeo lo que va a suceder, y una vez que tengo eso, defino a los personajes. Cuando ya los tengo, escojo el mejor sitio del planeta para que suceda ese argumento en particular.

En sus obras el ayer desempeña un papel fundamental, ¿el pasado siempre vuelve?

No es que sostenga que siempre vuelve, pero sí que es el principal reflejo de lo que son ahora los personajes. Me gusta presentar a un personaje en la época actual y que uno se pregunte por qué es de esa manera y, en vez de hacer una descripción de tal o cual cosa que le acaeció de niño, nos vamos a esa época y la vivimos a su lado mientras ocurre. Es mi forma de entender la escritura. Un viaje entre épocas para conocer a todos los personajes.

Miranda actúa como lo hace ¿por justicia?, ¿por venganza?, ¿una mezcla de ambos?

Miranda es una mujer que siempre ha vivido atrapada bajo hombres que, en realidad, no la amaban. Su padre y sus hermanos, luego su marido. Ha ido siempre haciendo las cosas que le iban dictando, y en el desarrollo de la novela vemos cómo ella pone el grito en el cielo -esas mariposas volando de la portada- e, igualmente, acaba dejándose llevar por lo mismo de siempre: lo que le pedían los demás.

En «Todo lo que sucedió con Miranda Huff» nada ni nadie es lo que parece a primera vista. ¿Es imposible conocer verdaderamente a los demás? ¿O incluso quizá ni siquiera a nosotros mismos?

Es mi novela más realista por esa misma razón. Todos los personajes esconden algo. Ninguno es sincero. El ir descubriendo qué hay detrás de cada uno de ellos es parte del juego, y, al final, ir averiguando cómo son las personas que nos rodean, o incluso nosotros mismos, es parte de la vida. Si preguntas a cualquiera cómo reaccionaría si pasase tal cosa, la respuesta suele ser: «No lo sé», y ese es una de las pocas ocasiones en los que la gente admite que no se conoce a sí misma (yo incluido).

«Más allá de la intriga, mis novelas se centran en las emociones. Creo que por eso gustan tanto»

¿Cuándo y cómo nació su vocación literaria?

A los trece años. Comencé a leer compulsivamente a Agatha Christie y empecé a tratar de imitar lo que ella hacía en relatos inspirados en sus libros. Con el tiempo mantuve este «hobby» de escribir cuentos pero me dediqué a las finanzas, por ese mensaje que nos lanzan de «estudia lo que tenga más salida».

¿Cuándo trabajaba de asesor financiero escribía habitualmente?

Sí. Aunque confieso que con menor ritmo que cuando estaba en la universidad. Trabajaba muchas horas, y el único rato que tenía para escribir era el trayecto del tren a la oficina. Me llevaba el ordenador y escribía para desconectar.

«Un buen "thriller" siempre tiene que tener un interrogante en el aire sin respuesta aparente»

¿Su objetivo básico es entretener?

Es el único que debería intentar un escritor, a través de cualquiera de los medios de los que disponemos: las palabras, la trama, las ideas, y las emociones. Aspirar a que el lector esté tan atrapado por tu historia, o por tu manera de contarla o incluso por las palabras ocultas del diccionario que usas para contarla, o por todas a la vez, que no quiera dejar de leer. El autor tiene que hacer vibrar al lector en un sillón cómodo colocado en el salón de su casa, y guiarlo en volandas hasta un final que le haga cerrar el libro aplaudiendo como si acabase de aterrizar de un viaje en avión.

Una productora de televisión ha comprado los derechos de «El día que se perdió la cordura», ¿cómo va el proyecto?

Dando pasitos muy pequeños. No puedo contar mucho, porque sigue aún muy verde. No sé mucho del mundo audiovisual, pero a la gente a la que he preguntado suele decirme que estas cosas avanzan muy lento al principio y luego aceleran de golpe. ¡Espero que estemos cerca de pisar el acelerador!

¿Qué opinión le interesa más: la de los lectores o la de los críticos profesionales?

Sin duda la de los lectores. Tengo la suerte que a los críticos no les interesa lo que escribo, lo cual es buena señal, porque a mí tampoco me interesa lo que ellos puedan decir. Quizá es mejor así. Ellos allí, en su sitio, y yo aquí, en el mío. También atiendo mucho a lo que que comentan los blogueros o los «booktubers». Son críticos literarios a pie de calle, como yo los llamo, que saben lo que la gente lee, lo que le gusta leer, y hacen sus reseñas con esa visión siempre en la mente, recomendando libros según crean que pueden gustar a un tipo de público concreto. Mis lectores y los blogueros/«booktubers» son la única crítica que me vale, me aporta y me llena cada vez que la leo (incluso cuando no es buena). Para ellos escribo y para ellos siempre escribiré. No cambio ningún premio literario ni por uno solo de mis lectores.

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