LIBROS
Jaime Salinas, un editor singular
Hijo del poeta Pedro Salinas, Jaime fue el padre de los sellos editoriales más importantes. En estas cartas habla de todo(s)
De alguien que ha nacido en Argel (1925), que muere en Islandia (2011), que ha participado como enfermero en la Segunda Guerra Mundial, que ha soportado un mundo hostil (y para hostil su propio padre) hacia su homosexualidad, que es hijo de uno de los grandes poetas de la Generación del 27 , que habla con soltura más de tres idiomas, que logró transformar la edición en español a través de genialidades como la edición de bolsillo de Alianza , relanzar y ordenar otro sello mítico, Seix Barral , dar un aire internacional con firmas extraordinarias a la editorial Alfaguara , montar un proyecto sumamente sugestivo para el lector, como fue el Libro de Aguilar , ocuparse de la Revista de Occidente , como secretario de redacción en un momento clave de la publicación creada por Ortega, y asumir la dirección general del Libro en el primer gobierno de Felipe González, solo cabe escribir con profunda admiración, respeto y, por qué no, enorme melancolía, porque convirtió la edición en un arte personal e intransferible.
Enric Bou , en una edición ejemplar, documentada, ordenada con minucioso sentido filológico, profusa en su cronología, precisa de épocas, hechos y gentes, se ha encargado de publicar las cartas que Jaime Salinas dirigió, durante cuatro décadas, a su pareja el escritor y traductor islandés Gudbergur Bergson , bajo el título de Cuando editar era una fiesta . Las cartas comienzan con su llegada a Barcelona en 1955 y concluyen con los preparativos y la celebración del Centenario de Pedro Salinas y el Proyecto Obra Completa (1998). Una enciclopedia de la edición, un reguero de nombres que configuran el mapa, no solo editorial, sino intelectual, literario y, también, lejanamente, político de unos años decisivos.
Traición y venganza
Claro que es un testimonio íntimo, pero en cada una de sus cartas se mezclan los sentimientos, los pensamientos, los deseos, las traiciones, las venganzas, los anhelos, los desengaños y una marca indeleble: el sello personal a cada paso. El ensayista mexicano Gabriel Zaid escribió que un escritor debía tomar la decisión de que si quería tener cien mil lectores en un mes o cien mil lectores en cien años. Algo así cabría decir para un editor. Como bien suele recordar otro gran protagonista de la edición, Jorge Herralde : el catálogo es el ADN de un editor. Y en el caso de Jaime Salinas esto es su mayor logro. Son cartas íntimas , por tanto, por allí aparece la confesión, el diario sin pretenderlo, con nombres bien conocidos y comentarios tan jugosos como condenadamente personales .
Donde se encuentra lo que trasciende el momento y la circunstancia es en las reflexiones sobre la edición, los modelos, las razones, sus causas, el oficio, el equilibrio entre industria y arte, más allá de las descripciones y opiniones (muy directas y sin tibiezas) de nombres bien conocidos, incluida la familia. Salinas, muy cervantino, muestra en su correspondencia una elegante melancólica ironía , que recorre cada carta, y puestos a destacarlos dos momentos en los que esto luce de especial brillo: la invitación a Oxford y la participación en el Congreso de Escritores de Valencia. Dos piezas exquisitas del Salinas más íntimo, maravillosamente descarado y con un envidiable desparpajo crítico. Si editar era una fiesta, Salinas además lo convirtió en una obra de arte hasta que «los tecnócratas barren a los príncipes». Después ya nada sería igual.