LIBROS

Isaac Rosa: «Indago desde la ficción en lo conflictivo de nuestro tiempo»

Las dos voces de una pareja que fracasa constituyen el material que el autor de «El país del miedo» maneja en «Feliz final» (Seix Barral), su última novela

El escritor sevillano Isaac Rosa
Carmen R. Santos

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Sin renunciar a la exigencia estética, Isaac Rosa -sevillano afincado en Madrid-, apuesta por una literatura que no eluda, sino todo lo contrario, los problemas y cuestiones más acuciantes de nuestro complicado presente. Tras títulos como «El país del miedo», «La mano invisible» -sobre el mundo laboral-, o «La habitación oscura» -en torno al impacto de la crisis en los jóvenes-, nos propone en su última novela, «Feliz final» (Seix Barral), una dura indagación sobre una relación de pareja que, lejos de conseguir «envejecer juntos» como se habían propuesto, se despeña por la ruptura. Una ruptura que se sincroniza con la situación socieconómica vivida -paro, precariedad...- en los últimos años en España.

¿Por qué decidió abordar el tema del desamor?

El punto de partida es personal e intuitivo: la percepción de un cierto «malestar amoroso», que siento yo en primer lugar pero que sospecho muy extendido, y que voy confirmando con lecturas y conversaciones (esta es una novela muy acompañada por muchos interlocutores). A partir de ahí, intento averiguar qué relación tiene ese malestar amoroso con el malestar social. Y guiado por una idea de la socióloga Eva Illouz: el amor puede ser «un microcosmos privilegiado para dar cuenta de los procesos de la modernidad». Mirar el amor, el desamor, para ver a través de él ver cómo vivimos, qué nos pasa.

¿Y por qué precisamente en estos momentos?

Desde el comentado punto de partida, la oportunidad del tema tiene una parte de vivencia personal (mi propio malestar amoroso) y de continuidad con mis novelas anteriores: seguir indagando desde la ficción en lo conflictivo de nuestro tiempo. De las muchas conversaciones que acompañan este libro me queda la impresión de que todos tenemos ganas de hablar de amor, es decir, de poner en común nuestras vivencias, experiencias, fracasos, compartir ese malestar.

¿Es misión de la literatura hablar del aquí y ahora?

No, la literatura no tiene misiones. Lo que sí tiene es capacidad para pensar y contar lo que nos pasa, de una manera avanzada, desde esa mirada privilegiada de la ficción que no tienen el ensayo o el periodismo.

«Hay mucha carne propia en esta novela, pero no es mi vida amorosa. No me interesa la habitual autoficción»

¿Desde el principio se planteó esta estructura de las dos voces sucesivas?

Sí, no podía ser de otra manera, pues el amor, todo amor, es un pulso narrativo, una disputa por el relato: los enamorados ponen en común sus relatos de vida, comienzan a contarse juntos, luego el desgaste y el tiempo desacompasan sus voces y se van contando por separado, hasta terminar en esa batalla por el relato (es decir, la explicación de causas y asignación de culpas) que es toda separación.

¿Y el que comenzara por el final, con un epílogo?

La novela empieza en el epílogo y termina en el prólogo, comienza con la separación y concluye en la primera mirada. Quería contarla así, invirtiendo la cronología, porque nuestra percepción del tiempo se parece hoy más a un «scroll» que a la tradicional sucesión. Solo vemos el presente, y para recuperar el pasado y recontarlo hay que ir descendiendo como quien baja en una página digital haciendo «scroll» con el ratón, remontando el tiempo como quien levanta sucesivas capas de escombro en una excavación.

Ha trabajado mucho la introspección psicológica...

Esta novela se mueve en un terreno muy diferente a mis anteriores: la intimidad, lo emocional. Además, quería dos personajes con psicologías muy diferenciadas pero que a la vez compartiesen un «aire de familia», la identidad común propia de quienes llevan años juntos.

«Quería construir dos personajes con psicologías muy diferenciadas, pero a la vez con un aire de familia»

¿Le costó más o no elaborar a alguno de los dos protagonistas?

Inevitablemente me resultó más fácil armar el personaje masculino con vivencias y reflexiones propias, aunque ahora ya no podría decir de quién me siento más cerca.

¿Su novela tiene elementos de autoficción?

Hay mucha carne propia en esta novela, pero no estoy contando mi vida amorosa. Es una ficción construida con materiales propios y de mi entorno más cercano. No me interesa el tipo de pacto que la habitual autoficción establece con el lector: «esto es verdad, ha sucedido así, yo solo lo cuento», como una forma de desentenderse el autor de las consecuencias de su escritura por la vía de la irrefutabilidad de los hechos.

¿Se nos incita hoy a tener demasiadas perspectivas de lo que significa el amor?

Somos educados (o quizás maleducados) sentimentalmente en un imaginario amoroso que debe mucho a la ficción (novelas, películas, canciones, mitologías…). Eso no es nuevo, siempre ha sucedido, pero combinada hoy con la insatisfacción permanente en que vivimos, hace que las expectativas despertadas por esas ficciones nos acaben arrastrando a la decepción y la nostalgia. Incluso una relación satisfactoria parece mediocre a la sombra de los amores ficcionados.

¿Vivimos en tiempos del «amor líquido»? ¿Sus personajes son ejemplo de ello?

Vivimos en tiempos de corto plazo, de obsolescencia con fecha de caducidad cada vez más corta. También en el amor, resultando en vínculos frágiles y mucho cálculo al administrar nuestras emociones. Al tiempo, sentimos una inmensa soledad, vivimos en una intemperie de la que todavía esperamos curarnos en el amor. Como los protagonistas, queremos «envejecer juntos», pero no sabemos cómo hacerlo. Mi novela quiere ser también sobre ese «día después» del enamoramiento: ¿y ahora qué, cómo seguimos, cómo convivimos? ¿Cómo lograr que lo excepcional del amor no se convierta en un estado de excepción inhabitable?

En su novela, leemos: «La felicidad, ahí está, nos hemos creído que la felicidad es un derecho constitucional, aún peor, un deber». ¿Es posible ser felices?

Habría que empezar por definir o redefinir qué es ser feliz, y eso nos llevaría una entrevista entera. El capitalismo nos quiere moderadamente insatisfechos para que sigamos consumiendo, y nos vende una idea de felicidad que pasa por la autorrealización más individualista, lo que conduce a la frustración y la culpa: ser feliz está en tu mano, en tu interior; si no lo eres, es culpa tuya que no haces bastante por ser feliz. Y por supuesto, no vayas a pensar que tu felicidad tiene algo que ver con los demás.

«Vivimos en tiempos de corto plazo, de obsolescencia con fecha de caducidad cada vez más corta. También en el amor, resultando en vínculos frágiles»

En «Conversación en La Catedral» se dice: «¿En qué momento se jodió el Perú?» ¿En qué momento se jodió el amor entre Ángela y Antonio?

En esa búsqueda andan los dos, y por eso cuentan y recuentan su historia: para encontrar la primera grieta, pero también para ver si queda alguna posibilidad de, recontándose, volver a encontrarse. La duda es si el propio amor no venía ya agrietado de fábrica.

El asunto de los conflictos de pareja ha sido bastante tratado en la literatura y el cine. Por ejemplo por Ingmar Bergman en «Secretos de un matrimonio». ¿Ha tenido algún referente en especial? En su novela se menciona la película de Rossellini «Viaje en Italia»…?

Bergman está ahí, por supuesto, en ese pelear en el barro del rencor acumulado durante años. La película de Rossellini, que aquí se tradujo absurdamente por «Te querré siempre», me encanta, y creo que tiene el «happy end» más triste de la historia del cine. Quería convertirla en un referente de doble filo: ellos la incorporan a su mitología amorosa, y con los años acaban convertidos en el matrimonio Joyce que la protagoniza.

¿Qué es el amor para Isaac Rosa?

No hay respuesta sencilla, me quedo con la expresión que da título a uno de los libros que manejé (de Richard David Precht): el amor es un «sentimiento desordenado». Como tal, está compuesto tanto de emociones como de representaciones (ficciones sobre todo), y en nuestros días muy interferido por las tensiones y ansiedades del tiempo que vivimos.

¿Cuándo y por qué se lanzó a la literatura? ¿Vive usted de ella?

Tras algunas publicaciones de juventud, llevo catorce años publicando novelas con Seix Barral, y sí, viviendo de la literatura, que son los libros pero también toda su «industria auxiliar».

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