ARTE
«De lo ineflable»: el diálogo artístico entre Esteban Vicente y Patricia Azcárate
El Museo Esteban Vicente, en Segovia, presenta una muestra en las que las obras del pintor hispano-estadounidense dialogan con una propuesta reciente de la madrileña Patricia Azcárate
El significado de «inefabable» es todo aquello que no puede ser descrito con palabras, pero también es el título de una muestra en donde un diálogo artístico entre Patricia Azcárate y Esteban Vicente cobra vida en el museo segoviano dedicado al pintor hispano-estadounidense.
Así, De lo inefable es una propuesta expositiva llena de colores, formas y texturas, que se relacionan para favorecer una nueva lectura para ambos artistas. Del mismo modo que en el pasado lo hiciera Vicente, Azcárate reconoce en el paisaje que le rodea su estímulo principal de creación. A partir de esto, en la muestra, una de las citas temporales del Museo Esteban Vicente este otoño, se refleja la necesidad innata de descubrir y pintar que comparten ambos artistas y, al tiempo, la personalidad creativa de cada uno de ellos, que permanece intacta.
Vicente solía decir que «un pintor aspira a reflejar su visión individual de la realidad; tanto lo que aprecia con sus propios sentidos, como aquello que trasciende de su órbita» . En la muestra –con el precedente de otras ocasiones en las que el centro ha mostrado la obra de este autor en diálogo con otros artistas– hay guiños en el trabajo de Azcárate hacia el de Esteban. «El paisaje que me rodea, la Naturaleza, envuelve mi casa y mi alma. En la relación con la Naturaleza encuentro la esencia del conocimiento y el impulso vital que me anima en la búsqueda creativa », admite la pintora madrileña.
El primer espacio del recorrido, dedicado a la pintura, traslada al espectador a una atmósfera envolvente de luz, color, vacío, lleno , pero sobre todo de libertad a través de los distintos universos individuales de sus protagonistas. Las formas se articulan –según su comisaria, Ana Doldán de Cáceres– en «un juego de ecos» que proporcionan movimiento y fluidez. Las atmósferas creadas tienen una fuerte capacidad de atracción. «Lo más importante es ser capaz de soñar y para soñar, tienes que estar bien despierto» , decía Vicente parafraseando a Unamuno.
«El pintor aspira a reflejar su visión individual de la realidad»
Ambos pintores valoran manipular directamente los pigmentos , lo que les permite jugar con los efectos pictóricos, son amantes de las flores y de sus colores, también de sus aromas y de las sensaciones que les provocan.
Azcárate invita al espectador a pasear entre los silencios creados por los espacio existentes entre sus telas pintadas , que no están definidas sino rasgadas, al igual que hiciera Vicente con los papeles que conforman sus collages y que le permitían reflexionar sobre la sensación táctil de la obra. Lo importante para el artista estaba en la materialidad. «La pintura tiene que ser pobre. Busco lo sensual de la misma, pero para mí tiene que ser austera».
El último espacio de la exposición es un paisaje abstracto sonoro en donde Azcárate realiza, mediante rítmicos gestos al carboncillo, una serie de «improvisaciones gráficas» . En esta secuencia de figuras, silencios y alteraciones, el espectador podrá imaginar reproducir una melodía, pero esta se desvanece en ciertos puntos negros generados con el material. Esta serie dialoga en «perfecta fraternidad» con los dibujos en blanco y negro de Vicente realizados en los años 70, influido por la corriente minimalista. Cada trazo responde a un impulso –o un reposo– a un ritmo que trasciende el dibujo.
