LIBROS
Humboldt, el hombre enigma
Equilibrado acercamiento al «príncipe de los viajeros» y padre de la moderna geografía de mano de Maren Meinhardt
Es difícil estos días no encontrarse con el prusiano Alejandro de Humboldt (1769-1859), «príncipe de los viajeros», padre de la moderna geografía en la Europa continental y en otros lugares. En versión fabricada por la corrección política que debilita a Occidente (fuera es otra cosa y no se andan con tonterías). A un hombre que constituyó un increíble rompecabezas, asombroso lector, aprovechado, cortesano, liberal, homosexual, misógino, genio de las relaciones públicas, amigo de sus amigos, se le queda corto cualquier homenaje. Especialmente si es del tipo que le ha rendido la hipervalorada Andrea Wülff en su pánfila y premiada obra La invención de la naturaleza (2015).
Wülff ha «descubierto» (palabra muy humboldtiana) al público lector angloamericano la figura del sabio, que habían ignorado casi por completo. En los mismos términos de su economía moral, tan deudora del mundo hispano y tan mezquina con España y la América española , que tan bien le acogieron. Demasiado, porque se apoderó con simpática presteza de ideas, planteamientos y datos de otros. Incluso cuando vivían circunstancias difíciles.
Como ha recordado Jorge Cañizares-Esguerra , catedrático en Estados Unidos, con la agudeza que le caracteriza, Wülff dedicó tres líneas (p. 94) a la estancia de Humboldt de más de un año en México y tres páginas a su breve paso por Filadelfia, donde se aburrió mucho más y aprendió mucho menos. Al encuentro con el resbaloso presidente estadounidense Thomas Jefferson, a quien habría enseñado la «rapacidad colonial española», ahí es nada, le dedicó un capítulo.
Figura creíble
Afortunadamente existen otras excelentes posibilidades. Nicolaas A. Rupke publicó en 2008 una brillante «metabiografía», en la que exploró la visión de Humboldt construida por liberales, positivistas, demócratas y nazis. En este volumen, equilibrado y juicioso, bien escrito, Maren Meinhardt se acerca al personaje y al mito con respeto y sabiduría. Retrata una figura creíble , aunque en sus perfiles extremos, que los tuvo abundantes, hubiera requerido menos equidistancia. La indeterminación del personaje queda muy bien reflejada en los 25 episodios -llamarlos cuadros, como una obra suya, es demasiado tentador-, que explican su biografía, desde las convulsiones familiares iniciales, a la entronización como sabio universal residente en París y Berlín.
La autora ha utilizado con maestría la bibliografía reciente y ha aclarado importantes y enigmáticas decisiones. A diferencia de Wülff, que vinculó el proyecto bolivariano con Humboldt, Meinhard se atiene a los datos disponibles. Ciertamente, en torno a esta cuestión, la necesidad mutua explica un encuentro tóxico. Bolívar requería en la década de 1820 reconocimiento diplomático y financiación para la recién nacida Gran Colombia. Humboldt colaboró en la difusión de una imagen paradisíaca de América en periódicos y conferencias, que fomentó la especulación, la primera crisis de la deuda en 1826 y el intervencionismo colonial británico.
En realidad, había cruzado años atrás el umbral de la inmortalidad . Y lo sabía. En 1813, remitió una carta a su hermano Guillermo, lingüista y universitario, con el aviso de envío de «un regalo que sería un tesoro familiar». La paciente Carolina, esposa de Guillermo, supo entonces que se trataba de «un retrato mío de tamaño natural que elaboraría el joven Carl von Stauben , con quien paso un rato todos los días». Guillermo pidió a su esposa que tuviera paciencia, pues «lo queremos muchísimo». Aunque no se le parecía, Alejandro, por supuesto, encontró el retrato formidable.