LIBROS

El hombre que abandonó a los caballos

Un apasionante relato sobre la relación entre el ser humano y los équidos y cómo la modernidad tecnológica acabó por arrinconarla

Imagen del Salón Internacional del Caballo (Sevilla) EFE

Esta funcionalidad es sólo para registrados

El caballo es como ese actor secundario que muchas veces acaba robando el plano al protagonista de la película, pero al que la estrella no puede reprochar nada, más bien al contrario, pues su papel ha contribuido a subir el listón del relato. Es difícil imaginar qué habría sido del ser humano sin el caballo ; qué habría sido de sus cultivos, de sus viajes, de sus guerras, de sus conquistas, de su comunión con la naturaleza, de su cultura, de su ocio. En definitiva, de muchos de los párrafos más memorables de su historia.

La deuda es impagable y, sin embargo, cabalgando desde hace más de una centuria a lomos de una civilización mecanizada y motorizada casi aparcamos al noble bruto, relegado a las carreras y los clubes de equitación, al simple entretenimiento. Eso no significa que le vaya mal, que esté en peligro de extinción. Pero el sentimentalismo ha sustituido a la vieja alianza basada en la necesidad de contar con un animal que compensara la falta de fuerza y -sobre todo- de velocidad de los humanos. Hoy el caballo es un actor olvidado.

Pacto centáurico

De la firma y posterior disolución de este «pacto centáurico» va Adiós al caballo (Taurus), del periodista alemán Ulrich Raulff (1950), un vibrante, documentado y muy entretenido ensayo histórico salpicado de ilustraciones y fotografías que recorre los hitos de la relación entre el hombre y este aristocrático animal. El caballo deviene en un personaje cuyo peso, por cierto, ha soslayado una gran mayoría de historiadores (Raulff no lo es), tal vez porque fue percibido como una figura dramática que posaba junto a los grandes hombres . Un objeto literario sin síntesis.

¿Cómo superó el casting al comienzo de todo? No porque fuera una fuente de proteínas o una eficaz bestia de carga (había otras, como el buey y el asno), sino, como ya apuntamos, por su velocidad. «El caballo era la máquina veloz por excelencia; permitía dominar un territorio de una manera impensable sin él», señala el autor. «Introdujo la posibilidad histórica de la política del poder, de conquista a gran escala» . Este «animal político», con una aptitud extraordinaria para la domesticación y la cría, se convirtió así en el más importante compañero del Homo sapiens.

Raulff no se limita a reivindicar la heroica y sacrificada labor del caballo con una sucesión de narraciones, sino que repasa el conocimiento sobre los équidos que científicos y criadores han acumulado a través del tiempo y las representaciones que acabaron por convertirlo en una metáfora viviente de poder, libertad, grandeza... No es un libro solo para iniciados o para amantes de los caballos (de todos modos es difícil encontrar a alguien que no sienta simpatía por ellos). Nada de lo que cuenta nos resulta ajeno, probablemente porque estos animales forman parte de nuestra cultura, porque hay seis mil años de conexiones detrás.

El abandono de la vida en el campo marcó el inicio de la decadencia . Sobre un viejo cartel publicitario de tractores el autor hace la siguiente anotación con un toque de melancólica ironía: «El motor diésel tiene doce caballos; el motor de avena solo dos, pero huele mucho mejor».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación