ARTE

Hispanic Society of America, una historia de secretos y tesoros ocultos

Con más de un siglo, la institución neoyorquina sigue inmersa en una reforma que le permita exhibir sus fondos de arte hispano

Sala principal de la Hispanic Society con algunos de sus tesoros expuestos

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La historia de la Hispanic Society of America va unida indisolublemente a la de Archer M. Huntington . No se puede hablar de la una, de sus riquísimos fondos (pinturas, objetos varios, mapas, libros...), sin retratar a su fundador, aunque sea con someras pinceladas, como lo hizo en su momento el pintor granadino José María López Mezquita. Archer M. Huntington nace en Nueva York en 1870 y en 1908 ve cumplido su gran sueño: abrir en su ciudad natal, epicentro del desarrollo industrial y financiero de la época, un museo y una biblioteca donde guardar los fondos por él atesorados de la cultura hispana, su gran pasión desde que leyera, siendo un niño con apenas doce años, un libro sobre los gitanos afincados en esta «exótica» piel de toro.

Con el tiempo aprendió nuestra lengua de la mano de una profesora de Valladolid y fue entonces, con pleno conocimiento de causa, en 1892, cuando decide emprender un viaje por España cubriendo la misma ruta que siguió El Cid siglos atrás, de Burgos a Valencia. Tal detalle no resulta, en absoluto, baladí; el personaje se convierte en uno de sus referentes, hasta el punto de que su segunda mujer, la artista Anna V Hyatt, esculpió el retrato ecuestre del héroe de la Reconquista que todavía hoy preside la plaza de la Hispanic Society.

Esnob y mecenas

Desde luego, el señor Huntington fue un esnob y mecenas de la época con unas obsesiones muy bien definidas y a quien se le puso la suerte de cara cuando hereda con 30 años la fortuna de su padre, el fundador de la compañía de ferrocarriles Central Pacific Railroad y de los astilleros Newport. Se le abrieron las puertas del cielo para coleccionar sin cortapisas todo cuanto se le puso por delante hasta crear esta Hispanic Society que hoy conocemos y que reúne la colección de arte hispano más importante del mundo, en calidad y cantidad, allende nuestras fronteras.

El fundador, Archer M. Huntington, aprendió español con una profesora de Valladolid y emprendió la ruta que siguió El Cid

El elegante edificio, de estilo Beaux Arts , se levantó en un amplio terreno situado en el Upper Manhattan de Nueva York. Ha pasado más de un siglo y, desde luego, ese esplendor de antaño hoy se torna en una cierta decadencia, un aire fantasmagórico, casi de cripta sagrada. Conviene recordar que actualmente esa zona (al norte de la ciudad de los rascacielos, en la calle 155), pasado Harlem, no forma parte de la ruta de los grandes museos neoyorquinos (MoMa, Met, Guggenheim…), lo cual hace que el número de visitantes que recibe la institución no haga justicia al legado que esconde entre sus paredes. En 2011, un malicioso comentario publicado en las páginas de «The New York Times» llegó a afirmar que «los cuadros ganan en número a los visitantes». Absurda comparativa.

Cita de especialistas

Por ello, y por otras razones que tienen que ver más con las anticuadas condiciones del edificio (sin aire acondicionado, mala iluminación, mobiliario viejo...), no figura en el álbum de «selfies» artísticos que debe guardar en su móvil todo turista globalizado que se precie. Son más especialistas y estudiosos quienes se acercan hasta sus puertas. No obstante, también sus expectativas pueden verse frustradas, porque la Hispanic Society está prácticamente cerrada a cal y canto desde el año 2017, fecha en que se empezaron unas obras de remodelación del edificio original que implican cambiar todo el techo, cuya vieja cubierta es de cobre, por cristal, y renovar el interior. A más de 100 millones de dólares se eleva la cantidad estimada para sufragar la reforma , y toda ella, como sucede en la cultura norteamericana, tiene que salir de los bolsillos privados, de las donaciones: pequeñas, medianas y grandes; desde los vecinos de la esquina hasta las empresas de ringorrango. De ahí que las obras se prolonguen en el tiempo más de la cuenta, de lo previsto, y aún se estimen dos años más de espera.

Retrato de Huntington de López Mezquita

Los arquitectos responsables no forman parte del paseo de la fama, no se inscriben en el estrellato de la disciplina, aunque algunos suman en su currículum la reforma de otra institución de venerable porte neoyorquino: la Frick Collection, a dos pasos de la Quinta Avenida y de Central Park. Los estudios Selldorf Architects, Beyer Blinder Belle y Reed Hilderbrand han asumido la responsabilidad de rejuvenecer la sede de la Hispanic Society hasta hacerla habitable, tanto para sus tesoros como para lo potenciales visitantes que hasta allí se quieran acercar.

Más allá de su pasión por Sorolla, reclamos no le faltan a la institución: obras de Goya, Velázquez, El Greco, Zurbarán...

Todas esta historia, y todas estas características, hacen que apenas se hayan dado a conocer sus fondos a lo largo de décadas. El hecho de que hace unos años el Museo del Prado expusiera más de 200 obras del total allí guardado -aquella muestra la visitaron cerca de medio millón de personas- no hizo más que abrirnos el apetito, ponernos los dientes largos. Atentos a las cifras que manejan los fondos de la Hispanic Society: 18.000 piezas de arte hispano en total que van del Paleolítico al siglo XX; a ello sumemos los 250.000 manuscritos y 35.000 (entre los que se incluyen 250 incunables) libros de la biblioteca. Si añadimos fotografías, dibujos, esculturas, mobiliario, objetos decorativos... la suma definitiva alcanza 500.000 piezas. Como bien se aprecia, el afán coleccionista de Archer M. Huntington no sólo se resume en su archiconocida pasión por Sorolla. Fue él quien hizo del pintor valenciano uno de los artistas más internacionales y cotizados de la época en Estados Unidos y Europa. Ríanse de los fenómenos contemporáneos de Jeff Koons o Bill Viola, de las colas interminables a la puertas de los museos, del arte como espectáculo de masas.

Itinerancia

Ya lo inventó Huntington con Sorolla, a quien le organiza una exposición en 1909 que alcanzó los 150.000 visitantes. Luego, le encargaría los catorce murales sobre tipos y costumbres de España que visten uno de los espacios más fotografiados y espectaculares de la institución. De hecho, es la única sala que se puede visitar en la actualidad previa petición de una cita. Inenarrable es el momento en que te abren, llave en mano, la puerta de pesada madera que protege esta «caja fuerte», esta cámara en la que el tiempo parece detenido y uno puede imaginar por un instante que el señor Huntington te espera para tomar un té o un whisky.

El fenómeno de Sorolla también lo quiso repetir con Zuloaga, pero aquella exposición no concitó la misma curiosidad del público de la época. A la búsqueda de esa curiosidad perdida entre turistas y demás visitantes está embarcada la centenaria institución. Reclamos no le faltan: obras de Goya, Velázquez, El Greco, Zurbarán, Murillo, Rusiñol, Anglada Camarasa, Nonell... Una lista interminable de joyas de nuestra historia que aguardan a que por fin encuentren acomodo definitivo en los nuevos espacios de la Hispanic Society Museum and Library (su nombre de ahora, más largo y reactualizado). Mientras, las obras siguen itinerando por medio mundo. Ahora, se acaba de inagurar en Houston una muestra con ellas.

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