LIBROS
Hinostroza sobre la mesa donde escribo
El pasado 1 de noviembre murió Rodolfo Hinostroza. José Carlos Llop, que lo ha convertido en personaje de dos de sus libros, recuerda al poeta peruano. «Un solo libro como ‘Contra Natura’ honra una vida y mejora la de los demás», asegura
Rodolfo Hinostroza fue hijo de dos poetas y no se llamaba Rodolfo. Ella era Gloria Clausen, autora de un solo libro publicado: «Moneda de luz». Él, Octavio Hinostroza, firmaba Gabriel del Ande y era, se cuenta, amigo de Oquendo de Amat. También un hacendado con fortuna. Rodolfo Hinostroza se llamaba Octavio Rodolfo, como su padre y como su abuelo materno Rodolfo, un ingeniero danés que levantó centrales eléctricas y trazó carreteras en la cordillera peruana. Pero cuando Hinostroza hijo publicó su primer cuento, un catedrático limeño le dijo que felicitara a su padre por aquel relato . Entonces dejó caer a Octavio, como en una crónica de Tito Livio , y se quedó con Rodolfo, yo creía que por el emperador austríaco de las «Wunderkammer», pero no, fue por su abuelo, el ingeniero europeo entre indios. Después empezó la carrera de Medicina: la abandonó al poco . La llamada de la poesía siempre es superior a la vida ortodoxa.
Calle Trocadero
Como tantos jóvenes de la época, se deslumbró con la Revolución Cubana y partió hacia La Habana , donde le pillaría la crisis de los misiles. «El deber de todo revolucionario es hacer la revolución», dijo Castro al grupo de poetas recién llegados. Y los mandó a la Sierra a trabajar. Tenía veinte años y la decepción fue grande. Ya había leído a Propercio, diría Lezama Lima. A Lezama lo trató en la calle Trocadero y sería su pasaporte de acceso a Severo Sarduy , su alocada nota a pie de página -como decía él de sí mismo-, con quien haría un programa de radio en París.
Llegó a Francia casado con una chica francesa , Nadine Cailliere, y con ella vivió las calles de Mayo del 68. Ya había publicado su primer poemario, «Consejero del lobo» , y fue nuestro primer poeta contracultural sin voluntad concreta de serlo. El primero, digo. El versículo salmódico, medido sólo por la música interior, fue su fórmula y siempre asoció la inspiración del verso al numen. Pero ahí estaban Saint-John Perse, Charles Olson, el Eliot de «La tierra baldía» y, sobre todo, Pound . Las drogas, la música «rock», el desprecio por las tiranías , la uniformidad del tiempo a través de la literatura, son otros ingredientes. Sin olvidar este signo tan suyo: &...
Junto al mar
Tradujo para Carlos Barral y para Beatriz de Moura y ella le publicó su novela «Aprendizaje de la limpieza» , que entonces no entendí y ahora no encuentro en mi biblioteca. Después recalaría en México, Canadá y Estados Unidos y pasaría por Mallorca , donde residió todo un verano. Regresó al Perú y se estableció en Lima, donde se casó con la traductora holandesa Sigrid Sipkes, con quien volvería a España para vivir dos años en Altafulla, junto al mar tarraconense. Después -1991- ya en Lima para siempre y otra novela, «Fata-Morgana», sobre su vida europea y la voluntad -tan en boga en los setenta- de una obra literaria total.
Como tantos jóvenes de la época, se deslumbró con la Revolución Cubana. La decepción fue grande
Rodolfo Hinostroza murió en su ciudad natal. Tenía setenta y cinco años. Allá por los setenta fue uno de los poetas jóvenes más importantes en mi vida de entonces . Quiero decir que su huella permanece y como tal aparece en las dos novelas que, de manera muy distinta, recogen la juventud que me tocó vivir: «El mensajero de Argel» y «Reyes de Alejandría» . Y esa importancia de la que hablo estuvo causada por un solo libro suyo: «Contra Natura» , publicado por Carlos Barral en la colección de poesía de Enlace. La edición es estupenda: lo compré el 2 de agosto de 1974 -tenía dieciocho años y aún fechaba los libros-, lo he leído decenas de veces, ha hecho conmigo varias mudanzas y continúa impecable. Casi como el primer día, que recuerdo deslumbrante. El libro había obtenido el premio Maldoror otorgado por un jurado -Octavio Paz, Félix de Azúa, Barral, José María (sic) Castellet y Jaime Gil de Biedma- que ya querríamos ahora y siempre.
Cartas astrales
En «Contra Natura», Hinostroza introdujo al Pound de «Los Cantos», la astrología, la guerra del Vietnam y el «hippismo» en la poesía hispánica. De una tacada, sin que estuvieran ahí antes (Pound al menos, no de esta forma) y sólo es comparable -poniéndome puntilloso- al Francesc Parcerisas de «Latitud dels Cavalls» y «Dues Suites», que vinieron después de «Contra Natura».
Otro día escribiré sobre eso («hippismo» y poesía en España); hoy sólo despido al poeta. Vivió, ya lo he dicho, unas semanas de verano en Deià -la presencia de Robert Graves era un imán- y se encaprichó de una amiga mía muy guapa , pero no logró nada, hasta donde yo sé. Hacía cartas astrales -él, no mi amiga- y años más tarde se dedicaría también a la gastronomía, donde defendía con entusiasmo de «gourmand» la fusión de la cocina española y la americana , como antes la unión de la japonesa y la peruana.
Por lo demás le gustaban mucho Góngora, el vino Pomerol y la paella marinera . En esta última época conseguí «Memorial de Casa Grande» y una antología de relatos: «Cuentos de Extremo Occidente»; siendo buenos libros, no tenían la intensidad, la fuerza y la novedad permanente de aquel «Contra Natura» que desde hace cuarenta y dos años está sobre la mesa donde escribo. Pero un solo libro -como el suyo- honra una vida y mejora la de los demás no sabremos nunca hasta dónde. En 2013 a Hinostroza le otorgaron el premio Nacional de Cultura del Perú .