ARTE

El hábito hace a Estefanía Martín Sáenz

Nuevo capítulo de «Conexiones», en apoyo del dibujo español, en el Museo ABC. Estefanía Martín Sáenz «lo borda»

Detalle de «Lujo y luto I»

Carlos Delgado Mayordomo

Dos conceptos aparentemente antagónicos, el lujo y el luto, ponen título a la nueva cita del ciclo «Conexiones» , organizado por el Museo ABC en colaboración con la Fundación Banco Santander. Su comisario, Óscar Alonso Molina , invita en cada edición a un artista -siempre vinculado al dibujo- para que dialogue con dos obras procedentes de ambas instituciones. Esta sugerente excusa ha sido asumida con rigor por Estefanía Martín Sáenz (Bilbao, 1982): un bodegón de Juan de Arellano y una portada de la revista Blanco y Negro , firmada por Manuel Escudero, funcionan como marco conceptual de una propuesta atravesada por la iconografía floral y sus vínculos simbólicos con la fugacidad de la existencia.

Tejer el tiempo

La asociación con estas dos obras establece un tiempo narrativo diacrónico que la artista asume con audacia: por un lado, recupera la pulsión del Barroco como modelo cultural capaz de superar los márgenes de la historicidad; por otro, interpela cuestiones vinculadas a las representaciones -y también ausencias- de las mujeres en el imaginario occidental. La artista también integra en su obra la costura y el bordado, actividades tradicionalmente asociadas a ese tiempo continuo y devaluado de la denominada labor doméstica femenina. Para Martín Sáenz, la técnica del bordado configura una forma no canónica de dibujo, lo que propicia que el soporte se expanda más allá del papel para acoger textiles, encajes y visillos.

El resultado supone un amplio y arriesgado avance en los modos de producción de la artista bilbaína, pero también en el alcance conceptual de su poética. Un buen ejemplo de este nuevo proceder es el gran telón bifronte y semicircular, intervenido por exquisitos dibujos con hilo , que envuelve la pintura de Arellano. En este dispositivo habitan el pliegue, el desplazamiento, la descentralización, la superposición, la ocultación, el trampantojo y el desvelamiento, claves de carácter (neo)barroco que la artista readecúa a los diversos matices de su discurso.

Orden y error

Especialmente reveladora resulta la instalación de tres conjuntos de flores naturales, cuya función es dar cuenta de su propia caducidad a lo largo del período expositivo. En torno a ellos, se ubica su propia escenificación por medio de dibujos, collages y bordados de temática floral. Realidad y ficción rivalizan en su afán por calibrar el acceso al tiempo histórico , batalla donde la representación domina a lo efímero de la existencia. Una victoria, la del artificio sobre el devenir del presente, que Martín Sáenz utiliza para subrayar la alta densidad semántica de los motivos decorativos, consolidados en la historia cultural a través de lo que el historiador Ernst Gombrich denominó «la fuerza del hábito», resultado de nuestra resistencia al cambio y cuyo origen estaría en la necesidad de orden espacial en nuestro entorno.

Un orden en el que la artista incorpora sutilmente nociones de error, ausencia y herida. Los rítmicos patrones que decoran las telas son alterados puntualmente gracias a la sustracción de algunos de sus elementos; a través de estas huellas, la degradación inevitable de la vida se incorpora también a unos tejidos que, realmente, solo pueden llegar a contener el recuerdo de la belleza. La exposición se configura, en su conjunto, como una contundente vánitas que busca resistirse a los actuales códigos de urgencia, inmediatez e instantaneidad.

El hábito hace a Estefanía Martín Sáenz

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