El gran hermano

Una escena de 'Privacidad' ABC
Julio Bravo

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Cuando George Orwell escribió '1984' e intuyó la vigilancia global del 'Gran Hermano', no podía imaginar seguramente que, aunque unos años más tarde, su novela dejaría de ser un relato de ciencia ficción. Hoy, internet se ha convertido en ese 'Gran Hermano' que lo sabe todo sobre nosotros y que puede, incluso, adelantarse a nuestros propios deseos y pensamientos. De eso habla 'Privacidad', una comedia interactiva (también podría calificarse como una obra de terror, aunque éste no sea al que estamos acostumbrados) que a muchos les hará plantearse si apagar su teléfono móvil.

la visita al psiquiatra de un escritor tras una traumática separación es el detonante de la acción de esta obra, en la que sus creadores, James Graham y Josie Rourke, han tomado como punto de partida el caso de Edward Snowden, el antiguo colaborador de la agencia de inteligencia estadounidense (NSA) que filtró miles de documentos clasificados como alto secreto. Las redes sociales son el cabo de un hilo del que la función va tirando y que, de manera muy inquietante, nos muestra lo vulnerables que somos con un 'smartphone' en la mano, y que somos nosotros mismos los que abrimos la puerta de la intimidad a los demás, sin saber bien quién puede hacer uso de todos esos datos. Los personajes ficticios se unen a reales -Ari E. Waldman, Siva Vadhyanathan, Clive Humby, Christian Rudder, Patricia Napier-Fitzpatrick, Sherry Turkle y Ujala Sehgal-, gurúes y analistas de la comunicación, las matemáticas e Internet, que añaden unos gramos de zozobra a la turbadora función.

la comedia es un vehículo ideal para llevar a los espectadores el más demoledor mensaje, y 'Privacidad' es una buena comedia que, en su versión española, está en manos de Esteve Ferrer, un director experto y probadamente conocedor de las reglas del juego y de los mecanismos de este género difícil. El buen ritmo con el que se desarrolla la obra en sus primeros compases se rompe sin embargo cuando el teatro se convierte en laboratorio y la función en un experimento empírico. Fundamentalmente cuando el escenario se transforma en un lugar de 'citas express' en las que el protagonista intenta buscar pareja entre los espectadores reales, que ven invadida -así lo han querido ellos- su privacidad. Ferrer cuenta como cómplices con un sexteto de actores que se prestan -y se arriesgan- al juego que propone el montaje: Adrián Lastra, como el escritor, está en ese difícil filo que separa la comedia de la caricatura, pero nunca lo atraviesa, y el resto de los intérpretes -especialmente Candela Serrat y Juanan Lumbreras- le secundan a la perfección.

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