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El gran éxodo de los alemanes del Este en 1945

El cronista y novelista Walter Kempowski construyó en «Todo en vano» su gran epopeya sobre la caída del Tercer Reich. Un fresco sobre las columnas de refugiados

Kempowski escribe encadenando historias y personajes, con gran número de datos
Mercedes Monmany

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Mezcla de brillante novelista y de cronista inapreciable de la guerra y posguerra alemana, el caso de Walter Kempowski (Rostock, 1925-2007) es prácticamente único en el panorama de la literatura alemana del pasado siglo. Una vez acabada la guerra, el centro de su obra tendría mucho que ver con su obsesión por recopilar y dar testimonio de lo que habían sido los años con Hitler en el poder. Precisamente, una de sus obras documentales más conocidas, de 1973, se basaba en cientos de encuestas hechas a alemanes con el título de ¿Vio usted a Hitler?

El método utilizado por Kempowski, al modo de la Premio Nobel Svetlana Alexievich , varias décadas después, documentando el fin del imperio soviético, sería el collage . Es decir, el encadenamiento de historias y personajes, con un gran número de datos, documentos, diarios, correspondencias, fotografías en todo tipo de lugares, citas de poemas y canciones, que conformarían una crónica cotidiana basada en las experiencias de numerosos testigos del desastre bélico que asoló Europa.

Gran epopeya

Nada más llegar la posguerra, Kempowski trabajó para el Ejército americano, en la zona aliada de la Alemania ocupada. En 1948, durante una visita a su ciudad natal, Rostock, en la zona soviética, fue arrestado por los rusos acusado de espiar para los americanos. Un tribunal soviético lo sentenció a veinticinco años, de los que cumplió siete. Una vez libre, en 1956, comenzaría a recopilar materiales biográficos provenientes sobre todo de la «gente sencilla». De ese modo, saltó a la fama gracias a su ciclo de novelas llamado Deutsche Chronik, y, posteriormente, a su gigantesco proyecto Das Echolot , que ocuparía diez volúmenes, entre 1993 y 2005, sobre alemanes de toda clase que vivieron, cada uno a su manera, los acontecimientos de la guerra.

Todo en vano , su gran epopeya ahora aparecida sobre la caída del Tercer Reich, sería sin duda la gran novela de un éxodo especial: el éxodo de los alemanes del Este, muy en concreto de la llamada Prusia Oriental, cuya capital era la Königsberg de Kant y E.T.A. Hoffmann. Una región histórica, hoy dividida entre Polonia, Lituania y la Federación Rusa. Se calcula que, en el último año de la guerra, con el empuje del Ejército Rojo, y la derrota de Alemania, alrededor de 15 millones de alemanes del Este serían expulsados de sus casas. De todos ellos, unos dos millones y medio pertenecían a la Prusia Oriental.

Violaciones masivas

Durante décadas, tanto esta enorme tragedia que afectó a la población civil, así como las violaciones masivas de mujeres alemanas tomadas como «botín de guerra» (documentadas en obras anónimas estremecedoras como Una mujer en Berlín ), o los bombardeos tanto de ciudades masacradas como Dresde o barcos que huían con civiles (presentes en obras como A paso de cangrejo de Günter Grass o Sobre la historia natural de la destrucción de G. W. Sebald ) fueron vistas como algo incómodo, cercano a lo política y bélicamente incorrecto.

En 1948, durante una visita a Rostock, fue arrestado por los rusos acusado de espionaje

Para su magnífica novela o fresco sobre las masas y columnas de refugiados que huían del avance ruso, Kempowski escogería a una familia de nobles prusianos venidos a menos , los von Globig, cuyo joven cabeza de familia, se halla ahora destinado en Italia. En la casa han quedado su esposa, una tía soltera, su hijo adolescente Peter, dos criadas ucranianas y otro sirviente polaco, en los que se concentran «popularmente» todos los prejuicios de «los auténticos alemanes» hacia esos «pueblos del Este», poco de fiar y a medio civilizar.

Recuerdos de familia

La decadente propiedad de los Globig, Georgenhof, cerca de la frontera, poco a poco se ve destinada a convertirse en parada de tránsito hacia el oeste, por miles de refugiados que no dejan de pasar. Al comienzo, los alojan de uno en uno, cada uno con su historia y con un sentimental cúmulo de objetos atesorados en su huida: álbumes de fotos, colecciones de sellos, crónicas escritas de lo que fue «su patria» destinadas a generaciones futuras o pequeños recuerdos de familia. Por ahí pasan un economista charlatán, una joven violinista, una pareja de «barones bálticos» de dudoso y poco comprobable título, un soldado manco que aún así sigue tocando el piano y, por fin, por petición del pastor protestante de la población cercana, Mitkau, como acto de misericordia por una noche, un judío que huye, que será albergado en secreto por la joven y elegante propietaria, Katherina.

Tras haberle proporcionado un plano de su puño y letra, para adentrarse en el bosque, esto será precisamente lo que la llevará a prisión. Era justo lo que esperaba el miserable jefe del Partido nazi local , Drygalski, que desde siempre había vigilado de cerca a la familia, poco «partícipe» de los rituales nacionalsocialistas. En general, todos los aristócratas, desde el atentado contra Hitler del 20 de julio de 1944, son vistos como sospechosos por los nazis.

Como dirá el autor, parafraseándose a sí mismo, y su labor como documentalista de las dolorosas migraciones humanas, sean las que sean: «¡Un poeta habría sacado energía para una gran epopeya humana! Cuando la humanidad sufre , es preciso plasmarlo en un libro. Los grandes relatos de la guerra de los Treinta Años. Verdún. ¡Y los hijos de Israel, que aún seguían cruzando el Mar Rojo!».

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