LIBROS
Gonzalo Suárez: «Me aburre el comadreo sobre la autoría de Shakespeare»
El cineasta y escritor vuelve a las librerías con «La musa intrusa», por donde se pasean Claudio Rodríguez y Sam Peckinpah, entre otras personalidades, en un festín de anécdotas autobiográficas, junto a una «nouvelle», relectura de «Hamlet»
Bajo el título de « Gonzalo Suárez: un combate contra el realismo» , uno de los cursos de verano de la Universidad Complutense de este año en El Escorial abordará la figura y la obra de uno de los creadores más personales, que despliega su cosmovisión en el cine y la literatura. Nacido en Oviedo en 1934, en el momento en que estalla la Guerra Civil se encuentra en Madrid, donde su padre, catedrático de francés, había ido para presidir un tribunal de exámenes. Precisamente su progenitor , a quien dedica «La musa intrusa», resultó decisivo en su formación: «Fue mi único profesor hasta los diez años» , confiesa. Al comienzo de la década de los años cincuenta del pasado siglo inicia en la capital de España los estudios de Filosofía y Letras, pero ya le tienta el universo creativo. Escribe piezas de teatro, aunque no seguirá por ese camino («Las quemé porque eran malas»), y empieza una incipiente carrera como actor.
Entre sus filmes, recordemos «El detective y la muerte», «Remando al viento» -sugerente aproximación a Lord Byron, Mary Shelley y Percy Shelley-, «Reina Zanahoria», «Parranda», «La Regenta» -basada en la magistral novela de Leopoldo Alas, Clarín, de título homónimo-, y « Ditirambo» , entre otras, que le han valido numerosos galardones, como el Nacional de Cinematografía. En cuanto a sus libros, da a la imprenta «De cuerpo presente», «Trece veces trece», «El asesino triste» , «Ciudadano Sade», y «Las fuentes del Nilo», entre otros. Acaba de publicar «La musa intrusa» (Literatura Random House), muy bien acogido por la crítica, donde se combinan varios textos de carácter autobiográfico con una sorprendente «nouvelle», en la que revisita de manera lúdica y juguetona el «Hamlet» de William Shakespeare.
¿Cineasta que escribe?, ¿escritor que dirige? Monta tanto, tanto monta.
¿Entre las jugosas anécdotas y recuerdos que recoge en «La musa intrusa», cuál destacaría?
El sueño que me contó mi nieto Gonzalo a los ocho años sobre su visita al mundo de los muertos y su visión de Dios como una mujer tan alta que nadie alcanza a verle la cara y quizá también las sorprendentes revelaciones de Doña Pepita, la bruja del Paralelo barcelonés.
Entre las personalidades que desfilan por sus páginas aparecen Claudio Rodríguez, Ray Bradbury y Sam Peckinpah. ¿Cómo definiría la característica más sobresaliente de cada uno de ellos??
A los 17 años, Claudio ya tenía la madurez que yo no he conseguido tener a los 84. Ray Bradbury daba la impresión de ser un hombre satisfecho de sí mismo, cualidad que tampoco tengo y Sam Peckinpah vivió a su manera pagando las consecuencias, cosa que yo también hago de diferente manera y con muy diferentes consecuencias.
«Irrumpí con voracidad en la biblioteca paterna. De Freud a los cuentistas rusos, pasando por Víctor Hugo o Maupassant y las novelas de aventuras en África»
En la portada del libro se cita la frase de Buñuel en la que dice de usted: «Ese chico al que le brillan los ojos». ¿Dónde y cuándo le conoció?
Le hice la única entrevista que concedió, aunque a regañadientes, durante un primer viaje a Madrid, mayo del 63, para que la censura le permitiera rodar «Tristana» en España. En esa ocasión, él no consiguió el permiso. Pero yo logré una de las mejores entrevistas de Martín Girard.
La figura de su padre, quien le llevó «a la caza de la ballena blanca», está muy presente. ¿Resultó fundamental en su vocación creadora?
Absolutamente. En tiempos de posguerra, fue mi único profesor hasta los diez años y, además, irrumpí con voracidad en su biblioteca. De Freud a los cuentistas rusos, pasando por Víctor Hugo o Maupassant y las novelas de aventuras en África.
«Creo que la vida es siempre una ficción mágica que, contra toda evidencia, nos parece normal»
¿La musa de Gonzalo Suárez, en el cine, en la literatura, es intrusa?
Todas las musas son intrusas porque no vienen cuando las llamas sino, como los gatos, cuando ellas quieren. Pero la musa que da título a mi libro, además de intrusa, es irresistible.
En el libro la musa dice: «Sin magia, ni ficción, nadie es nadie, ¡nadie es nada sin máscara en un carnaval!» No podemos vivir sin la magia de la ficción…
Creo que la vida es siempre una ficción mágica que, contra toda evidencia, nos parece normal. Como si no rodáramos en un pedrusco por espacios siderales.
En su juventud escribió obras de teatro, ¿no le tentó seguir por ese camino?
Las quemé porque eran malas. Pero, en general, me gusta más el teatro leído que el representado. La lectura no nos condiciona la imaginación.
También trabajó como actor, por ejemplo en «La tempestad». En «La musa intrusa» revisita «Hamlet». ¿De una forma u otra, Shakespeare siempre le ha acompañado?
Interpreté muchos personajes clásicos y tenía éxito en el teatro, pero llegado el momento opté por buscar la vida fuera de una caja de zapatos. En lo que a Shakespeare se refiere, me aburre el comadreo sobre su autoría. Fuera quien fuera, se llamara como se llamara: Bacon, Vere o un Marlow redivivo, etc… ¿qué más da? Era y sigue siendo la suma de todos. Uno de los más grandes genios que, con Cervantes, la humanidad ha dado. Es su obra la que nos acompaña y sus personajes los que existen de verdad.
«A los 17 años, Claudio Rodríguez ya tenía la madurez que yo no he conseguido tener a los 84»
¿Le interesa especialmente Hamlet? ¿Por qué? Ya apareció en «El auténtico caso del joven Hamlet», recogido en su colección de relatos «Gorila en Hollywood»...
Asumiendo el tópico, diría que me gustan las personas que no dudan en dudar antes de actuar.
¿Cuándo le ronda un asunto, sabe de antemano si será para un libro -¿novela, cuento?- o para una película?
En las películas suele ser una imagen la que surge primero, como la del final en «Don Juan en los infiernos». En literatura, dejo que alguna musa intrusa me lleve donde ella quiera, como en el libro que acabo de publicar.
No hace mucho usted estrenó «El sueño de Malinche» en el Museo del Prado. ¿Qué opina de la exigencia del presidente mexicano de que España pida perdón?
Sin importancia. Lo importante es la acogida que «El sueño de Malinche» ha tenido en México, y los museos y universidades que la reclaman como una fábula necesaria de lo acontecido y una pieza de arte única gracias a los dibujos de Auladell.
¿Con qué director o escritor, al que no haya conocido, le gustaría tener una larga conversación?
Con Jean Renoir. No solo lo admiro como director sino por su talante. La actitud que emana de sus películas y el libro que escribió sobre su padre me hacen suponer que era una persona afable y sabia que apreciaba la vida y con quien me hubiera apetecido compartir un buen vino en el paisaje de su «Déjeuner sur l´herbe».