LIBROS

González Seara, la política como arte de la tolerancia

González Seara, uno de los políticos que hicieron posible la Transición, murió el 23 de abril. Aunque calificarlo como político es quedarse corto. Fue también el alma del Grupo 16 y otras empresas periodísticas. Sus compañeros de tertulia le recuerdan

González Seara jurando su cargo de secretario de Estado de Universidades e Investigación (1977)

TERTULIA JAI ALAI*

El pasado 23 de abril, el mismo día en que 400 años antes pasaron también a mejor vida Shakespeare y Cervantes, falleció en Madrid, rodeado de los suyos y en sosiego, nuestro fraternal amigo Luis González Seara. A partir de ahora, Luis, en la compañía de nuestros genios europeos, podrá celebrar nuevos cumpleaños. Como aquellos tendrán, a buen seguro, tertulia establecida, nuestro ausente amigo será admitido en ella, escuchando su parlamento sobre el poder, la utopía y el amor, aportando, por su parte, su gran saber y bonhomía. Para desgracia nuestra, sin embargo, ya no asistirá en persona a nuestras cenas-tertulias que en el Jai Alai madrileño de Miguel, vasco de nación, propietario y pintor, mantenemos desde hace décadas, restaurante que tantos secretos guarda de la lejana Transición, en la que Luis fue un actor destacado.

En nuestra tertulia, clásica en su esquema inicial pero, como ya es usual, transgresora de las reglas tradicionales que, en su día, había establecido fray Vicente Ferrer, hablábamos de todo, ampliando moderadamente el tiempo y sin excluir mujeres, esposas o amigas. En ella, Luis, lector voraz desde niño y de curiosidad intelectual ilimitada , estaba siempre en condiciones, que ejercía, de opinar sobre cualquiera de los temas que surgían, porque casi todo lo había leído y además lo recordaba muy bien. Su memoria era prodigiosa y le permitía, con facilidad y rigor, repetir versos de Hölderlin , San Juan de la Cruz o de su paisano romántico Curros Enríquez, o citar párrafos de Heráclito y Séneca, o de Rousseau, Hegel o Marx.

Con las divergencias, que eran evidentes en política o religión, la cena se animaba y los enfrentamientos se moderaban con un discreto vino y una recurrente merluza rebozada. Entre los muchos temas tratados, Luis acudía con frecuencia a polemizar sobre el carlismo y su evolución progresista, muy bien representada allí por Mª Teresa. Como liberal jacobino, Luis no coincidía con ella. Pero, como buen gallego, solía hacer algunas concesiones, triunfando siempre la cordialidad , que por supuesto no alteraba las posiciones de cada uno.

Luis era gallego del interior y, más aún, de la raya portuguesa, de la frontera . Así, tres culturas irán modelando su vida y carácter: la ironía cautelosa galaica, el sosiego portugués y, más tarde, la tenacidad pragmática castellana. Desde sus primeros años, sus padres -ejemplares maestros rurales- harán florecer en él un humanismo abierto a todo, la lectura constante y la bonhomía, cualidades que desde entonces irán acrecentándose: era ajeno a todo dogmatismo, político o religioso, desde profundas raíces greco-latinas y renacentistas. De alguna forma, Luis irá convirtiéndose en un erasmista laico que podría rezar como el gran holandés hacía: «Sócrates, ora pro nobis!».

Fue siempre un hombre libre, con esa libertad esencial que da el tener criterio propio

EN LA FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIOLOGÍA . En Madrid, Luis cursa con brillantez sus estudios universitarios, licenciatura y doctorado. Intelectualmente se vinculará al profesor Díez del Corral y políticamente, a su manera, a Fraga Iribarne. Obtuvo pronto una cátedra de Sociología, en Málaga, pero con rapidez regresa a la Complutense madrileña, en donde permaneció hasta su jubilación. Algunos de nosotros lo conocimos en los años 60, estableciendo desde entonces una amistad continuada. A finales de esa década llegaríamos incluso a controlar (es un decir) la Facultad de Políticas, tal vez la más contestataria de Madrid, con la ayuda del siempre inolvidable Carlos Ollero , que fue decano como lo serían también el propio Luis y, más tarde, Manuel Medina y Carlos Moya.

Por entonces, no sólo en Madrid y Barcelona, el activismo estudiantil era desbordante : huelgas continuas, protestas, manifestaciones y respuestas represoras constituían el pan de cada día. A menudo teníamos que ir a examinar a la cárcel de Carabanchel. Si a algún estudiante de hoy se le cuenta que la Facultad estaba entonces cercada por la policía; que incluso los «grises» permanecían dentro de las aulas y con un servicio especial adscrito a Presidencia del Gobierno que, como gran idea antisubversiva, había designado guardias civiles jubilados como bedeles, no nos creería. (Por cierto, la operación bedeles fue un fracaso: los bedeles-guardias, que aspiraban sólo a un complemento a su magra pensión, se hicieron colaboracionistas, pero de estudiantes y profesores. El inventor de este artificio operativo, santo sólo de apellido y espía profesional, más tarde sería condenado por su participación en el frustrado golpe de Estado del 23-F).

Los estudiantes no eran los únicos represaliados: algunos profesores jóvenes, también. En 1969, a varios de ellos de Políticas, Derecho, Filosofía y de otras facultades, les fue impuesto confinamiento, a raíz de decretarse un estado de excepción en todo el país , el primero que, con esta generalidad, aparecía desde finales de la Guerra Civil. Alguno de nosotros estaría en este episodio, por otra parte, una constante historia desde los Austrias y Borbones y que Primo de Rivera y Franco, muy tradicionalistas, reactualizarán. Luis, en su etapa como decano, tenía que lidiar con todo ello. Y lo hizo con sumo acierto.

UN INTELECTUAL LIBRE Y COMPROMETIDO . De nadie puede decirse con más razón aquello de «Homo liber, homo librorum». Luis fue siempre un hombre libre, con esa libertad esencial que da el tener criterio propio, porque fue, ante todo y sobre todo, un hombre de libros. De los que leyó, que fueron muchos; de los que fue atesorando a lo largo de su vida y, por supuesto, de los que escribió, que no fueron pocos, algunos de ellos excelentes.

Su intensa actividad política fue una forzada pausa en su vocación editora

En el comienzo de una de sus relevantes obras, «La aventura del intelectual antiguo», Luis resalta la función del intelectual político, como él era, es decir, comprometido con su tiempo al igual que los griegos, con la siguiente frase: «En el principio fueron la acción y la palabra». Su humanismo vital , la percepción clara de luchar por la libertad cívica y de pensamiento, estarán así siempre en su palabra y en su acción. Esa será, en gran medida, su utopía, como hizo constar en la dedicatoria a su esposa de su «opera magna» ( « El poder y la palabra») : «A Carmela, en la común ilusión de una polis libre». El día que este libro, que obtuvo el Premio Nacional de Ensayo, se presentó en el Casino de Madrid, en un acto masivo presidido por Adolfo Suárez , con quien tanto había colaborado Luis, un amigo común hizo un agudo comentario, muy atinado, y que viene a colación aquí y ahora: si los alumnos de la Facultad de Políticas emplearan sus cinco años de licenciatura en leer este libro, solamente este, no les haría falta nada más para justificar la obtención del título que reciben al final de esos años.

Junto a estos dos libros citados, un tercero ( «La metamorfosis de la ideología» ) cierra una trilogía que, sin duda, es el corpus fundamental de la obra de Luis. A ella, sin duda, habría que añadir sus escritos más estrictamente sociológicos («La sociología, aventura dialéctica», entre otros) o un pequeño y lúcido ensayo sobre China ( «China, cien flores que esperan» ). Ya inexistente ahora la Teoría del Estado, como disciplina académica, que en los siglos XIX y XX representaba el saber teórico político europeo y latinoamericano, Luis supo recuperar sus contenidos, actualizarlos y exponerlos críticamente en nuestra era posmoderna. De ello trata su libro «De la identidad nacional a la globalización insegura» (discurso en su recepción como académico en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 2008 ).

El poder, la soberanía y el liderazgo, «una de las cuestiones más fascinantes que se hallan en el desarrollo de las sociedades humanas», por decirlo con sus propias palabras, estuvieron siempre en el centro de sus preocupaciones. A ellas volvió, una y otra vez, hasta llegar a su último libro, «La metamorfosis de la ideología. Ensayos sobre el poder, la justicia y el orden cosmopolita» (2011). En esta obra revisó y puso al día muchas de sus reflexiones anteriores y añadió su visión de un modelo cosmopolita de democracia capaz de afirmar lo que las posiciones de desigualdad jerárquica y de igualdad universal excluyen. Esto es, de percibir a los otros como diferentes y al mismo tiempo como iguales, de aceptar la diferencia pero sin convertirla en algo absoluto , y de esforzarse en buscar nuevas vías para hacerla universalmente aceptable.

El poder, la soberanía y el liderazgo estuvieron siempre en el centro de sus preocupaciones

OPINIÓN PÚBLICA, POLÍTICA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN. Otra de las tareas en las que Luis volcó su compromiso cívico fue su intervención en los medios de comunicación. En 1963 había creado y ejercido como primer director del Instituto de la Opinión Pública (antecesor del actual Centro de Investigaciones Sociológicas, CIS). Conocedor profundo de la relación entre opinión pública y política, así como de la importancia de la primera en el establecimiento y consolidación de la democracia, dedicó muchos esfuerzos a los medios que conforman y reflejan aquella. Además de los innumerable artículos de opinión publicados, a lo largo de su vida, en diarios y revistas, Luis promovió, con suma eficacia, dos destacadas empresas de comunicación. Ambas le proporcionaron muchas satisfacciones y no pocos desvelos. Incluso algún disgusto que, pasado el tiempo, recordaba siempre con buen humor, como gajes del oficio.

La primera de ellas, en 1971, fue el Grupo 16 (editora de «Cambio16» y de otras revistas especializadas; y luego, ya fallecido Franco, en 1976, de «Diario16»). Luis fue el presidente de dicho grupo, desde la creación del mismo hasta su dimisión, en 1977, para presentar su candidatura a las primeras elecciones democráticas. Lo hizo, con mucha elegancia, para evitar que su integración en UCD pudiera empañar la independencia de la empresa. Porque en los estertores de la dictadura, «Cambio16» aparecía como una revista de actualidad, moderna hasta la osadía, combativa y valiente, forzando los inciertos límites de la censura , cuyos embates hubo de sufrir en más de una ocasión. Tuvo un éxito fulgurante. Se convirtió en una publicación muy leída e influyente. Mucho tuvo que ver Luis en ambas cosas.

Según han narrado sus primeros directores (Juan Tomás de Salas, José Oneto), desde la presidencia de la sociedad editora, Luis, siempre tolerante, no interfería en la labor de los periodistas. Pero acudía a diario a su despacho y su influjo se hacía notar. Su criterio y su autoridad moral contribuyeron a inspirar la línea editorial de las publicaciones y la estrategia de la empresa. Como «Cambio16», en más de una ocasión, desataba las iras del llamado búnker, Luis recibía frecuentes quejas y, en ocasiones, dardos envenenados. Hubo también amenazas de los sectores más radicales .

Creó y ejerció como primer director del Instituto de la Opinión Pública (antecesordel CIS)

Integrado en UCD , como fundador y miembro destacado del grupo socialdemócrata que presidía Fernández Ordoñez, Luis fue, como es sabido, diputado y senador, secretario de Estado (1977-1979) y luego ministro de Universidades e Investigación (1979-1981). Pero su intensa actividad política, en esos años fundamentales, constituyó solamente una forzada pausa en su vocación editora.

Porque, pocos años después, en 1987, reaparece Luis como presidente de Ediobserver, la empresa responsable de la cabecera «El Independiente» , promovida y dirigida por Pablo Sebastián. Concebido inicialmente como semanario, «El Independiente» fue, desde 1989 y hasta su desaparición, dos años después, un periódico diario crítico y origina l.

Luis, que carecía de fortuna propia, porque el dinero nunca fue su objetivo (siempre generoso, casi pródigo, salió de la política más pobre de lo que había entrado en ella) , no era el propietario de la empresa. Pero no siendo más que un pequeño accionista (al igual que lo había sido en el Grupo 16), aportó a esta nueva aventura sus muchos conocimientos, su experiencia y sus relaciones personales. No obstante, las dificultades económicas y el agitado entramado empresarial de los medios de comunicación, con la llegada de las televisiones privadas, dieron al traste con esta cabecera.

Pese a ello, aún intentó nuevas publicaciones y proyectos editoriales. Algunas de estas cuestiones, que Luis relataba con detalle, con su hermosa voz de barítono, eran también objeto de debate en las gratas veladas de Jai Alai. A todos nos ilustraba y divertía.

Del mundo universitario en su navegación última, y de la cultura política española, desaparece una de sus personalidades más sobresalientes. Nosotros, en nuestra pequeña tertulia dominical, perdemos un inolvidable amigo . Y Carmela, además, su gran amor. Querido Luis: te echaremos de menos. Aunque siempre recordaremos tu inteligencia, tu dialéctica y tu ironía.

*Tertulia en Jai Alai: Carmela García-Moreno, Raúl y Cristina Morodo, Tomás-Ramón y Mary Carmen Fernández, Emilio y Regina Cassinello, Donato y Pepa Fuejo, Aurelio y Conchita Sahagun, Mª Teresa de Borbón-Parma, Carlos Moya y Francisco Bobillo.

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