LIBROS
«Gente que conocí en los sueños», las almas muertas de Luis Mateo Díez
La fértil inventiva del escritor y académico leonés vuelve a manifestarse en esta colección de relatos que nos sumerge, sin aspavientos y con humor, en la comunicación entre vivos y difuntos
En la literatura de Luis Mateo Díez , ya se trate de novelas, de cuentos o se hilvane, como ocurrió en «Vicisitudes» (2017), un mosaico de historias conectadas por la idea del cambio de fortuna, siempre ha habido personajes en los que explora el límite de la irrealidad , como si viviesen ese tránsito entre lo racional e irracional que todos los humanos experimentamos en los sueños. De ahí que el título «Gente que conocí en lo sueños» sea muy apropiado al mundo y estilo desplegados en las cuatro historias que lo componen. No afecta únicamente a las vivencias de los personajes, sino también al escenario: siempre alguna de sus conocidas ciudades de Sombra , lo que le permite recuperar imágenes soberbias de su literatura, como la del río Margo al que van los suicidas, o bien momentos de muerte y nieve, como ocurrió en «Fantasmas del invierno». Mucho del portentoso imaginario del escritor leonés -de ahí la idea de páramo y de paisajes desolados y místicos-, se nutre de la literatura rusa, Chéjov, Goncharov y Bulgákov , pero no le va a la zaga la deuda contraída con Juan Rulfo. Porque todos los personajes de «Gente que conocí en los sueños» parecen o pertenecen a ese momento que el registro coloquial castellano reconoce con la expresión «almas en pena».
La comunicación de vivos y muertos ha cuajado en el imaginario la figura del fantasma, pero en los cuentos tradicionales (así en alguna de las «Leyendas» de Bécquer) se configuró en torno a la vida de las ánimas, esto es la presencia de un estadio en la que los difuntos no lo son del todo, ni los vivos pueden vivir ajenos a sus desgracias . Ese el mundo particular que nutre las cuatro historias que componen este gran libro. Aunque el Juan Rulfo de «Pedro Páramo» sea el que mejor desarrolló la conexión entre muertos y vivos, también podría convocarse para dibujar el perfil de estas historias algunas de las recogidas en los cuentos de «El llano en llamas».
Pasmosa naturalidad
El estilo de Luis Mateo Díez se parece a ellos en la concreción de situaciones que, perteneciendo a un lugar limítrofe entre vida y ultratumba, andan ligadas a lo cotidiano , como si sus personajes, que sabemos fantasmas, pudieran hablarnos acodados en la barra del bar, que se describe como contexto de parroquianos conocidos y clientes asiduos. Añade Luis Mateo Díez a Juan Rulfo una característica del estilo muy suya. Esta es el humor, pues la muerte, que alguien de repente haya desaparecido o no esté, o que un personaje sienta que otro se le está yendo o vive suplantado por otro mientras le abraza, no acaece con dramatismo.
Los extraños sucesos de comunicación con los espíritus se dan con esa pasmosa naturalidad con la que Luis Mateo Díez evidencia que el alma, la muerte, la enfermedad, son asuntos tan serios como ridículas algunas de las circunstancias donde se vislumbran. En la historia más extensa, «Los círculos de la clausura», que tiene la estructura de novela corta, la comunicación de sor Coralina con la hermana Columbaria se da cuando esta se le aparece agazapada a un lado del sagrario. Los problemas de mala conciencia por un hecho que no puedo revelar, no generan aspavientos. Tampoco se deducen de las historias de muerte en la vecina penitenciaria que sirve otra forma paralela de clausura.
Fáustico
Todo en el escritor leonés parece hijo de una semántica muy acentuada en su literatura en que la muerte y la enfermedad fueran vicisitudes tan próximas y naturales que pueden tratarse casi familiarmente. Lo mismo cabe para el fantasma Aurelio Recuero que en medio de una partida de cartas puede recordarnos que el tiempo es vecino de la eternidad, y nada es menos mensurable.
Pero esta figura estrambótica, hija del extravío, es sospechosamente próxima para todos a la de un muerto viviente, por lo cual no consigue que ninguno de los parroquianos del bar Fanal le acompañe. Quizá la obra maestra del libro -ilustrado por MO Gutiérrez Serna-, sea el último cuento, titulado «Las amistades del diablo», sobre lo que creíamos amistad tenida y perdida, pero cuyo fáustico desenlace lo entrelaza con uno de los grandes mitos literarios universales. Cada libro de Luis Mateo Díez es ejemplo de una inventiva fértil e inagotable para fortuna nuestra.