LIBROS

El general Espartero en su laberinto

El historidor Adrian Shubert indaga en la vida y hazañas del general Baldomero Espartero, comprometido con España y la Monarquía. Un retrato que no cae en tópicos ni en prejuicios

Espartero fue regente entre 1840 y 1843

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Con una lentitud que resulta incomprensible, la historiografía del siglo XIX español va asumiendo el revisionismo que ha afectado a etapas precedentes. Gracias a su influjo normalizador, tan contrario al hispanismo tradicional, la historia de España, que ha asimilado planteamientos globales y comparativos , ha alcanzado los actuales niveles de excelencia. Ya no sirve la orientación ensimismada y romántica, tendente siempre a desconectar lo español de lo europeo y americano. O la obsesión por contar solo fracasos, sin ponderar logros comerciales o científicos. De ahí que figuras tan destacadas como Baldomero Espartero , militar, estadista y regente, requirieran, más que una puesta al día, otra investigación. Este volumen, obra del profesor Adrian Shubert (Mánchester, 1953), formidable en su estructura y narrativa, muy bien traducido, cubre el vacío existente y evidencia la madurez de los nuevos planteamientos historiográficos .

Se trata de una figura, por así decirlo, transversal a los grandes acontecimientos vividos por los españoles en aquel tiempo de enormes cambios. Nacido en 1793 en la localidad manchega de Granátula y fallecido en Logroño en 1879, Espartero representó a cabalidad el nuevo papel del militar profesional , en una España marcada por el desgarramiento político, guerras civiles y la reorganización postimperial, obligada tras la pérdida de las provincias ultramarinas americanas en 1825. El libro se lee como una novela , gracias en parte al estupendo aprovechamiento que hace el autor de cartas personales, abundantes en detalles sentimentales y juicios templados o aventurados, procedentes del archivo de la familia, a las que ha tenido acceso.

Icono liberal

Los doce capítulos siguen la trayectoria de una vida marcada por lealtades múltiples. Resulta curioso que Baldomero Espartero en realidad se hubiera podido llamar Joaquín Fernández. Es posible que eligiera esos nombres entre aquellos con los que fue bautizado porque rimaban bien. Toda su existencia fue un aficionado (bastante malo) a los versos. Este ejercicio retórico alimentó su capacidad para dirigirse a los soldados que mandaba, llegándoles al corazón.

Educado de manera regular en la Universidad de Almagro, una de las menores, vio su existencia transformada de manera radical con la invasión napoleónica de España. Si bien Espartero se convertiría con el tiempo en un icono liberal, hay que notar la brutal aparición del bonapartismo con la extensión del avasallador poder militar extranjero como el hecho fundamental que determinó su elección profesional. Voluntario contra las tropas invasoras por «instinto de salvación nacional» , entró en acción pronto y aprendió lo que significaban camaradería y lealtad regimental y patriótica. Espartero vivió hasta 1814 en la península asedios, bloqueos y batallas. Partió al año siguiente al Perú, en un contingente destinado a la defensa del imperio español. Los conflictos civiles que destruyeron al ejército real del Perú formaron parte de su experiencia americana hasta 1825.

Pacificador

La obsesión posterior por que sus hombres estuvieran siempre pagados y equipados fue parte de su aprendizaje allí. A una conspiración de amigos debió salvar la vida poco después, cuando cayó prisionero de Bolívar , aunque una versión insostenible refiriera que había compartido con él una amante. En 1827, Espartero se casó con María Jacinta Martínez de Sicilia, acomodada logroñesa, con quien permaneció hasta su muerte, 51 años después. Espartero apenas la sobrevivió siete meses. Culta, buena organizadora, consejera y confidente, su apoyo e inteligencia explican eventos cruciales de una vida compartida.

Los capítulos siguientes están dedicados a la defensa del trono; el generalato de las guerras carlistas; el papel como regente del reino de 1841 a 1843; la conversión en caudillo liberal; el retiro en Logroño de 1856 a 1868; el bienio de 1868 a 1870, en que pudo ser rey o presidente; y el apoyo final a la reinstauración borbónica. La tesis final, que contempla el culto a Espartero como el primero que tuvo un carácter nacional español, es convincente en la medida en que califica a un militar pacificador, que supo estar siempre por encima del consabido «ruido de sables» .

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