CINE
Las fronteras del miedo en los Estados Unidos de Trump
«Desierto» y «Loving», dos películas muy relevantes tras la victoria de Donald Trump, ponen de relieve cómo el imaginario colectivo estadounidense y muchas de sus neurosis se definen a través de la idea de lo fronterizo
A ambos lados del cerebro estadounidense se encuentra el mismo relato, en cuyo centro siempre hay una frontera. Esa frontera puede ser lineal o circular, demócrata o republicana, pero en ningún caso consigue difuminarse, provocando grandes dosis de ansiedad y opresión entre quienes se acercan a ella con ganas de ver qué hay más allá. Sus miedos se reflejan en dos películas recientes, Desierto (2016, Jonás Cuarón) y Loving (2016, Jeff Nichols), la primera sobre un grupo de mexicanos que intentan cruzar la frontera y la segunda basada en hechos reales sobre una pareja interracial que se casó en Washington DC en 1958 , antes de instalarse en el estado de Virginia, donde la ley prohibía los «matrimonios mestizos».
Durante el primer siglo de su historia, Estados Unidos fue una nación de fronteras elásticas , en continua expansión hacia el oeste, descrita por muchos como una sucesión de aventuras, valor, fortaleza, epifanías y, por encima de cualquier otra cosa, riquezas. Por supuesto, esa estrecha manera de representar la historia no podía durar pese a la mercantilización del arte, manipulado por empresarios y banqueros en cuyo imaginario la esclavitud, el robo de tierras a los países vecinos, la degradación de la naturaleza, el exterminio indiscriminado de especies animales y el genocidio indio sólo eran «daños colaterales» en el proceso expansivo de la nación.
Pesadilla americana
Desierto observa el paisaje como un territorio hostil, no cartografiado en los mapas de los «coyotes» (guías) y custodiado, además de por patrullas de la policía, por un estadounidense armado con un rifle de alta precisión (Jeffrey Dean Morgan). La historia no es dialéctica, es más bien alegórica, parca en palabras o explicaciones como si se tratase de una novela de Cormac McCarthy. Quizás podamos entender qué mueve a los inmigrantes a enfrentarse con las altas temperaturas, las serpientes o el extenso paisaje geológico donde intentan encontrar una salida al laberinto, pero en ningún caso entendemos cuáles son los motivos del francotirador para querer matarlos. Unos persiguen el sueño americano, el de formato miniatura: el trabajo, el sueldo decente, la familia, la casita y el coche; y el otro es el producto de la pesadilla americana, descrito por D. H. Lawrence como «un hombre duro, estoico y que, además, lleva un asesino en su interior», profundamente insatisfecho y sediento de justicia, sin saber por qué o contra quién.
Ambos filmes nos dicen que la incapacidad para entender al «otro» obliga a uno a mirarse a sí mismo
Alejada del desierto de Sonora y con una iconografía más cercana a la obra de Edward Hopper , Loving se mueve entre contradicciones, de fronteras estatales a fronteras mentales, del capitalismo al racismo. Sus imágenes se despojan de la retórica spielbergiana, en busca de la propia elocuencia de sus personajes reales. Él (Joel Edgerton) es un trabajador de la construcción y ella (Ruth Negga) un ama de casa, ni muy inteligentes ni muy heroicos, gente común sin armas para defender su casa o argumentos filosóficos para hablar ante un tribunal de justicia. En ese sentido, los protagonistas de Loving se oponen a las tendencias del cine comercial estadounidense, donde hasta los fontaneros son capaces de callar al mundo entero con sus argumentos y lo bastante fuertes para enfrentarse al Ku Klux Klan solos.
Por encima de si son mejores o peores, Desierto y Loving pueden verse como modelos críticos contra cierta tendencia del cine estadounidense, tan dado a fomentar el infantilismo. Yo prefiero verlas de esa manera quizás porque creo que el momento lo requiere, tras la elección de Donald Trump como presidente.
Nostalgia y paranoia
Las fronteras descritas en Desierto y Loving son interiores, no exteriores, tienen relación con la forma de entender el pasado, el presente y el futuro en Estados Unidos, donde los fracasos militares en Irak y Afganistán, las filtraciones de WikiLeaks y Edward Snowden , la recesión económica y los recortes en educación y sanidad ponen en tela de juicio los antiguos relatos de prosperidad, igualdad y heroísmo que suelen fomentar nostalgia hacia tiempos y estilos de vida pretéritos, aunque entonces como ahora la sociedad estadounidense estuviese dividida por fronteras interiores y exteriores.
Si hasta hace poco en el relato estadounidense la expansión de sus fronteras iba acompañado de una idea de mejora, los atentados del 11 de septiembre de 2001, los fracasos bélicos, la inestabilidad económica y la amenaza terrorista han devuelto a los ciudadanos a una idea de la frontera donde civilización y barbarie se funden. Eso explicaría las paranoias de Trump con respecto al muro entre EE. UU. y México , sin darse cuenta de que los peores enemigos del país son las posturas aislacionistas, que fomentan que cualquier crítica al sistema sea condenada como antipatriótica, coagulando la vida intelectual y haciendo inviable cualquier tipo de avance. ¿Será por eso que Desierto no fue bien recibida y Loving pasó por las carteleras sin pena ni gloria?
Fuera por un motivo u otro, estas dos películas dejan muy claro que la incapacidad para entender al «otro» sólo porque es pobre, de otra raza o habla en un idioma diferente , obliga a uno a mirarse a sí mismo, quizás para no encontrarse nunca o para sacar a la luz los demonios interiores contra los que lleva luchando desde que el ser humano decidió convertirse en un ser civilizado.