ARTE

Fotos enrarecidas para resistir al sometimiento

«SocialSUBJETIVA», muestra de PHotoEspaña en el Ateneo de Madrid, ofrece excelentes obras para comprender algunos de los trayectos que se producen en el campo expandido de lo fotográfico

«Tomayá», de Aimée Joaristi

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La historia del arte es la de las miradas sedimentadas sobre las obras, conformando extraordinarios estratos de interpretaciones, pasiones y, por volver a emplear un término barthesiano, «punctualizaciones». Si la fotografía es un inventario de la mortalidad y un modo de referencialidad absoluta, más acá del «beso de Judas» que lleva a poner en cuestión la verdad de lo «revelado», también podemos subrayar que, en el tsunami de las imágenes, pueden aparecer elementos inquietantes , rasgos familiares que se han vuelto extraños acaso por causa de la represión.

¿Fin del trayecto?

Andrés Isaac Santana, con su habitual pasión crítico-curatorial , ha montado una exposición en la que pone en escena la cualidad híbrida de lo fotográfico, esto es, su capacidad para ofrecer sentidos múltiples en contaminación con lo pictórico, lo instalativo o en fascinantes mestizajes con el dibujo , el despliegue videográfico o incluso materializaciones cuasi-pictóricas. «SocialSUBJETIVA» ofrece pues excelentes obras para comprender algunos de los trayectos que se producen en el campo expandido de lo fotográfico.

La exposición pone en escena la cualidad híbrida de lo fotográfico, esto es, su capacidad para ofrecer sentidos múltiples en contaminación con lo pictórico, lo instalativo o el dibujo

Lo que le interesa discursivamente al comisario es plantear la cuestión de si puede lo social en el arte abandonar la dimensión subjetiva. Sin duda, él tiene claro que la militancia y lo poético no son dominios excluyentes, siendo posibles obras que no renuncian al placer estético, indagando al mismo tiempo en la confictividad del presente . En la décima documenta de Kassel , a finales del siglo XX, Catherine David planteo la noción de una «poética política» que desbordara los planteamientos maniqueos de un arte de agitación-y-propaganda frente a una estética ornamental-hedonista. En «SocialSUBJETIVA», efectivamente, hay obras que sedimentan problemáticas feministas o dan cuenta de los rituales de inclusión y exclusión que configuran el sistema social.

Resquicios de esperanza

Entre las piezas de esta muestra destacaré las de Santiago Torralba que, según el comisario, son un «ejercicio especulativo sobre la identidad distorsionada». También, el cuestionamiento de la «masculinidad» desplegado por Leandro Allochis; el potente vídeo de Francisco Brives en el que denuncia las violencias ejercidas sobre las mujeres; las fotografías de la chilena Antonia Cruz que introducen una dimensión de inquietud en las poses de seres que, propiamente, no ofrecen el reconocimiento de su identidad a través del rostro; los objetos cotidianos literalmente «peludos» de la instalación de Marisa Caichiolo (los cubiertos de plata terminan por adquirir una cualidad abyecta, excesisamente «corporal»), la sarcástica pieza de José Manuel Ciria, que es una proyección del vídeo de la inauguración de una de sus exposiciones sobre una silla de ruedas (tornando visible los rituales patéticos del mundo del arte) o la magnífica serie «Los niños de la patria», de la creadora cubana Claribel Calderius , resultado del trabajo con huérfanos a los que se les viene a regalar una sonrisa o, mejor, un resquicio de esperanza.

En cierto sentido, la obra que resume mejor las cuestiones de «SocialSUBJETIVA» es la instalación «Tomayá», de Aimée Joaristi , una «habitación» que es un singular teatro de la memoria; fotografías familiares modificadas y objetos diversos dan cuenta del imaginario de una mujer que expone su «poder» con buenas dosis de humor: ella es una suerte de heroína que se niega a asumir los roles que le adjudican . Con tintes post-surrealistas y pop-barroquizantes, Joaristi planta cara a la retórica reaccionaria que viene a enclaustrar en una «domesticidad femenina» subjetividades que pueden desear cualquier cosa.

Puede que las singulares y enrarecidas «fotografías» de esta muestra vengan a enseñarnos, a la manera foucaultiana, que la subjetividad tiene, desde el principio, que resistirse al sometimiento o, por lo menos, tratar de entender la propia vida como una obra de arte.

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