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Fellini: El caricaturista soñador
El mejor Fellini, sin duda, es el de «Amarcord», con la doble alusión al amor y a la amargura
Junto a Galdós y Beethoven , conmemoramos este año a Federico Fellini : nació el 20 de enero de 1920. Para Guillermo Cabrera Infante , es «el último de los grandes directores italianos, supo extender su biografía a artebiografía». Parte del neorrealismo, de los fumetti y el mundo tragicómico de las «luces de variedades». Lo superó gracias al humor y la poesía: «El único realista de verdad es el visionario».
En su propia casa encontró a su Charlot, la conmovedora Giulietta Massina (Gelsomina, Cabiria), un payasito angelical. Marcello Mastroianni encarnó sus contradicciones, su egolatría. Con sus valsecitos melancólicos y sus marchas circenses, Nino Rota creó el clima musical para sus fantasías.
Le acusaron de escandaloso ( La dolce vita ), reaccionario ( Ensayo de orquesta ), machista ( Giulietta de los espíritus ). No era un intelectual ni pretendía serlo, sino un caricaturista soñador . Creó su propio mundo, que todos reconocemos: lo felliniano, como lo kafkiano o lo proustiano.
En todas sus películas hay momentos mágicos, pero él no se encuentra a gusto cuando adapta grandes textos de Petronio ( Satiricón ) y Casanova . Corre a veces el riesgo del narcisismo psicoanalítico (Ocho y medio).
El mejor Fellini, sin duda, es el de Amarcord ; es decir, «me acuerdo», con la doble alusión al amor y a la amargura . Ese es su mundo: los sueños eróticos de los adolescentes (el trasero de la Gradisca; la dotadísima estanquera). El tío loco que clama: «¡Voglio una donna!». La irrupción de lo insólito: las «manine», las flores voladoras, como el vilano que cantó Vicente Aleixandre. El emir con sus odaliscas. El transatlántico «Rex», que ilumina la noche: la ilusión que pasa…
El humor y la melancolía, Federico Fellini y Nino Rota. Seguimos escuchando, dentro de nosotros, el acordeón de un ciego: Amarcord , me acuerdo.
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