LIBROS
«Fantasmagoría», los espectros de la razón
La historia de la magia, con su colección de trucos, efectos y misterios, nos lleva al asombro. Así lo demuestra el último ensayo -plagado de datos e imágenes- de Ramón Mayrata
El último título de La Felguera es un libro grande, extremadamente codiciable, en cuyas páginas uno puede hundir la cara para aspirar el mejor olor que existe: el olor a cómic nuevo. «Fantasmagoría», subtitulado «Magia, terror, mito y ciencia», no es un cómic, claro, y si está lleno de ilustraciones es porque se trata de una especie de enciclopedia sobre uno de esos rincones oscuros y olvidados de la historia de la cultura que son la especialidad de La Felguera: la fantasmagoría, el antiguo espectáculo que consistía en la proyección de figuras por medio de proyectores ocultos.
Ramón Mayrata hace un amplio recorrido por su tema y por una gran variedad de zonas limítrofes. La magia del subtítulo es en realidad el ilusionismo , pero, en cierto sentido, el tema central es la percepción, cómo esta crea el mundo, cómo, si presentamos ante los sentidos los estímulos adecuados, aparecen ante nosotros realidades que, al menos a cierto nivel de nuestra conciencia, aceptamos como si fueran reales y cómo se relacionan esos espectáculos con las imágenes de la psique . De hecho, el recorrido de Mayrata comienza precisamente con la «incubatio» -la antigua técnica de retirarse a un lugar apartado para tener sueños proféticos y visiones- y con las trampas sagradas (expresión acuñada, que yo sepa, por Alejandro Jodorowsky, a quien no se menciona): según Mayrata, los escamoteos y ardides de ciertos antiguos brujos y sacerdotes para convertir la «alucinación» -es decir, la visión, la experiencia interna e intransferible- en «ilusión », en representación que puede ser compartida por otros.
Para él, el arte, desde la pintura o la literatura hasta la danza, se originó en esos antiguos ritos sagrados o mágicos. «El hacedor de prestigios», dice, usando una extraña expresión favorita para referirse al mago ilusionista, «es el arquetipo del artista originario. Fabrica imágenes que otorgan forma y presencia a lo que no está». Esa visualización de formas, normalmente invisibles, produce en el espectador una suerte de catarsis . ¿No es eso lo que ocurre con las artes escénicas y plásticas y con el cine? Otro estupendo libro publicado por La Felguera, «Ángeles fósiles», de Alan Moore, afirmaba que la magia es el arte y que el arte es la magia: «La literatura está relacionada de forma tan intrínseca con la propia sustancia de la magia que las dos pueden ser consideradas en la práctica como la misma cosa».
Mito de la caverna
Mayrata también toma esa dirección: «Comediantes, escritores, ilusionistas y artistas reemplazaron a los chamanes , ocupando su lugar y atenuando el impacto de la desaparición del mito». Al considerar el mito de la caverna platónica, afirma que la magia ilusionista propone algo opuesto al engaño de las sombras de la caverna: no busca apartarnos de la realidad, «impulsa a ir más allá de lo que encubren las apariencias» y, al mismo tiempo (de forma algo contradictoria, según su planteamiento), «suscitar, en la era del desencantamiento, al menos durante unos instantes, un reencantamiento: l a reaparición del misterio del mundo» . «La ilusión ofrece una satisfacción respecto al deseo, crea un orden, un significado, un sentido y una orientación para la conciencia». Todo esto podría ser una posible definición del arte.
«Fantasmagoría. Magia, terror, mito y ciencia». Ramón Mayrata
Ensayo. La Felguera 2017. 540 páginas. 23 euros