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«Fábulas irónicas»: Zúñiga, nuestro Séneca particular

El escritor madrileño Juan Eduardo Zúñiga, que el año que viene llegará a centenario, culmina en esta obra una magistral

lección de prosa clásica con la ironía como trasfondo

Juan Eduardo Zúñiga (Madrid, 1919) Ángel Navarrete

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Este libro parece haber nacido para desmentir aquella reflexión de Walter Benjamin sobre nuestro tiempo, que aseguraba carente de fábulas memorables. Aunque en realidad, bien mirado, la confirma, porque Juan Eduardo Zúñiga (Madrid, 1919) escribe diez piezas que tienen en común no parecer actuales, referidas como están a mundos antiguos, de Grecia, de Roma, del Asia menor , protagonizadas por Arquímedes, Nerón, Catalina la Grande de Rusia o el Estilita. Con todo, han querido los tiempos que vivimos, ahítos de tiranías retornadas, que estas fábulas parezcan nacidas para decir el momento presente. O todo tiempo histórico, tan semejante al anterior.

Nunca ha dejado de haber sinrazón, nunca servilismos, y nunca artistas o pensadores que se hayan resistido a ellos. Aparece en dos de las historias la figura del bufón de corte, en otras el científico, o el poeta, y todas están atravesadas por l a idea de resistencia al poder y la tiranía , que se manifiesta de muy distintas maneras, aunque casi todas están referidas al enfrentamiento de una individualidad creadora frente a los dictámenes de la conveniencia o el dictado del soberano, emperador, o rey. Tiene Zúñiga el acierto de haberlas titulado fábulas, porque son historias que esconden algún poso mítico, de sustancialidad sobrevenida desde siempre y para siempre.

Tiempos radicales

El aire narrativo elegido por Zúñiga contiene una prosa clásica, reflexiva, pero no ensayística, más bien poética . En una de las más memorables, la titulada «Arquímedes, intelectual comprometido», se aborda la cuestión crucial de la responsabilidad del creador en tiempos radicales, de vida o muerte. Consigue Zúñiga evitar las salidas fáciles que tal dilema plantea, y sale por lo más inesperado, ideando un final insólito, pero por ello más elocuente. Uno de sus más hermosas fábulas, la titulada «Escrito en las paredes», trata de la escritura como medio de libertad y de los esfuerzos del poder por someterla. Papel, pergamino, cintas magnéticas, barro cocido, se han alternado para ese minúsculo y poderoso mecanismo de resistencia de la memoria. El libro, que se había abierto con la dialéctica de la memoria y el olvido, sitúa bien el nacimiento mismo de la literatura como forma privilegiada de resistencia a esa inanidad que todo poder favorece.

Entre otros aciertos, está el de llamarlas fábulas, ya que tienen un poso mítico

Se trata de diez piezas concebidas como si fueran cuentos, que sin embargo componen un conjunto armónico que parece funcionar a modo de «exempla» , según quería la tradición clásica. Quizá el sintagma tradición clásica sea el que más conviene a Zúñiga, nuestro particular Séneca. Uno tiene la impresión conforme va leyendo que estas piezas son medallones intemporales que valdrán para siempre.

Ilustraciones

El adjetivo irónicas del título es muy pertinente al contenido y tono. Al contenido por servirse de elementos paradójicos , como es el gran poder del pequeño frente al grande o del siervo frente al señor; en general de la realidad frente a las mistificaciones que el poder ha ido suplantando. Pero también está la significación irónica porque en algunas de las historias se vindica la radical dimensión revolucionaria del humor , como cuando resuelve la historia de la soberbia del Estilita apelando a las dimensiones más prosaicas de las humanas necesidades durante su vida en la columna.

Las ilustraciones de Fernando Vicente son un acierto porque cada una atañe directamente al texto, a la vez embelleciendo y subrayando la lección vital que proporciona. Comparten los dibujos además la estética clasicista y un aura romana . Ojalá que el centenario de Zúñiga, el año próximo, sirva para que nos demos cuenta de su valor, insólito, verdaderamente único en la literatura que hoy se escribe en España. Este libro es una joya . No se lo pierdan.

«Fábulas irónicas»: Zúñiga, nuestro Séneca particular

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