LA URRACA

Un estudio mitológico sobre el ojo

El ojo es terrorífico porque es, de todas las cosas del cosmos, aquella cosa que te ve

Shiva
Andrés Ibáñez

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¿Qué es lo más bello que existe en el universo? Una respuesta posible a esa imposible pregunta sería, seguramente, un ojo humano. Quizá por esa misma razón, de todas las cosas horribles y monstruosas que uno pueda concebir, nada puede serlo tanto como un ojo. Este es, quizá, el tema secreto de un opúsculo de Juan Eduardo Cirlot publicado por WunderKammer, El ojo en la mitología . Su simbolismo. No estudia realmente Cirlot el simbolismo del ojo, sino el simbolismo del ojo monstruoso , ese que él llama «ojo heterotópico» porque está situado en un lugar desplazado, la frente, la palma de la mano. Tal es, por ejemplo, el ojo de una religión sincretista de Indochina llamada «caodaísmo», que «tiene como emblema de la divinidad un globo de fayenza en una de cuyas ovaladas superficies aparece un ojo». Frases tan extraordinarias como esa sólo puede escribirlas un poeta, y la fayenza es, al parecer, un tipo de cerámica.

La edición se complementa con una postal que reproduce una foto de Gaëtan Fouquet de uno de estos ojos inquietantes. Luego Cirlot deambula por los ojos de los cíclopes, ese ojo único que está en medio de la frente y que no es menos estremecedor que el ojo de Dios que todo lo ve, también un ojo único, y luego por los ojos múltiples, un Shiva lleno de ojos (que son en realidad yonis, sexos femeninos), un Indra con el rostro cubierto de ojos , dioses y diosas budistas con ojos innumerables, Argos, el pastor griego de los cien ojos, ángeles románicos con alas llenas de ojos en Santa Maria d’Àneu, la diosa china Kuan Yin, que tiene mil brazos y mil ojos...

Cirlot termina comparando al ojo con el espejo, una asimilación que puede parecer gratuita, pero que nos ayuda a comprender, finalmente, por qué el ojo es tan terrorífico: porque es, de todas las cosas del cosmos, aquella cosa que te ve. Borges comparaba los espejos con la paternidad : no menos extraña es la comparación de Jung del ojo con el seno materno. En el centro del ojo, dice Jung, hay un niño. Y ese niño eres tú.

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