LIBROS
«Españoles tras el Telón de Acero», un exilio más gris que rojo
El exilio republicano y comunista en la Europa socialista es el asunto central de este estudio que arroja luz y destruye falsos mitos
No hubo paz para los vencedores de la Guerra Civil española. Tan solo victoria. En cuanto a los vencidos, el supuesto monolitismo con el que se presenta al bando republicano jamás existió. Peor aún. La derrota enconó odios que venían de lejos y el debate sobre sus causas ahondó las disensiones. También en la historia del bando republicano derrotado resulta imprescindible, como recoge este volumen excelente, basado en una investigación ambiciosa y honesta , dejar atrás las falsas simplificaciones de la «memoria histórica». Hace falta historia verdadera, recuperar la complejidad, para saber qué ocurrió. Tras la campaña del norte de 1937, quizás salieron de España 125.000 personas y, a comienzos de 1939, tras el derrumbamiento de los frentes de Aragón y Cataluña, otras 470.000. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, se calcula que la mitad regresó a España. Otros se incorporaron al combate contra la Alemania nazi, o emigraron a América.
Resulta un extraordinario mérito de este libro que en n ingún momento se caiga en la simplificación . La búsqueda de datos y testimonios, incluso mediante entrevistas con protagonistas de la diáspora republicana, permite a la autora la reconstrucción de lo ocurrido en diferentes coyunturas y lugares. «En tiempos de la guerra fría, esta emigración fue considerada como ‘alto secreto’ para los archivos de los partidos comunistas y estatales», lo que explica la dificultad de la investigación.
Cerrar la herida
Cabría pensar que las razones para la permanencia de los exiliados republicanos tras el Telón de Acero obedecían a la militancia comunista, pero lo que muestran los dos grandes capítulos es una variedad de razones para hacerlo, incluso afectivas, burocráticas o casuales. Tanto el abandono comunista del gobierno republicano en el exilio en 1947, como los problemas que la obediencia debida entre comunistas de diferentes países supuso para quienes no lo eran, se evidencian en estas páginas.
En este «exilio del exilio» se purgó de continuo. Unos vivieron bien, la nomenklatura del partido. Otros pasaron grandes privaciones, pues la inexistente sociedad de consumo del «socialismo real» acentuaba su añoranza de la España que habían dejado atrás. Solo el regreso, tras la transición política, promovida desde mediados los años cuarenta también por los más brillantes y generosos de los vencidos, pudo cerrar la herida.