LIBROS

«Una España mejor»: Rajoy es Rajoy, como un vaso es un vaso

«Una España mejor» hay que leerlo por lo que dice y también por lo que no dice, pero todo el mundo puede entender. Un relato de sus años en La Moncloa, sin una noche feliz en mucho tiempo

Rajoy, presidente entre 2011 y 2018 Ignacio Gil

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Nadie en su sano juicio puede esperar que Rajoy hable del colchón de La Moncloa en su libro. Y, desde luego, no lo hace. Como tampoco cabe encontrar ni cotilleos ni chismes de sus años como presidente. Ni siquiera el lector podrá buscar algún que otro ajuste de cuentas, porque no los hay, al menos de manera explícita. Rajoy quería dar su versión de unos años dificilísimos en España, que a él le tocó vivir en primera línea como presidente del Gobierno, y lo hace con su estilo tan personal y tan gallego , como no podía ser de otra manera: «No iba a ser con un estilo riojano», diría él. A veces dice lo que dice sin decirlo, otras veces no dice nada, y con eso lo dice todo. Pero al final se entera todo el mundo de lo que quiere decir. O no.

Cuando en la última entrevista que le hizo el director de ABC asegura que él de Aznar no tiene «absolutamente nada que decir», es que es así. En su libro no es que sea un actor secundario, es que apenas aparece mencionado. Como si al no nombrarlo dejara de existir. Y cuando ya por fin su nombre sale impreso, es para recordar una actitud poco leal, y este calificativo tan directo no es suyo. Ocurre después de las elecciones de 2015, en las que el PP perdió más de 60 escaños y algunos intentaron pescar en río revuelto. Casi a renglón seguido, Rajoy recuerda cómo alguien -no dice el nombre- planteó por aquellas fechas a cuatro de sus ministros que le sustituyeran como presidente del Gobierno . «Tres me lo contaron inmediatamente, el cuarto no lo hizo», desvela el autor, que hasta ahí puede o quiere decir.

Rajoy, como todo ser humano, se lleva mejor con unas personas que con otras. O dicho de otra manera, en su larguísima y fecunda trayectoria política -«a veces pienso que ha sido como vivir dos veces»- ha tenido que lidiar con personajes de todo tipo . Su carácter le hace no ser cruel ni vengativo. Ni siquiera rencoroso. Pero no evita, entre líneas o a bocajarro, dejar retratado a más de uno. Lo hace a su manera, unas veces como de pasada, ahí lo deja, y otras a través de hechos, que son los que, a menudo, mejor describen a una persona.

El fugado

Es el caso del fugado Puigdemont , al que Rajoy, como puede imaginarse cualquiera, no le tiene mucha simpatía. El gallego le caló años antes de que saliera corriendo de España . Era alcalde de Gerona, y coincidieron en la inauguración de la estación del AVE, algo que sería un gran acontecimiento, y excelente noticia, en cualquier ciudad no ya española, sino del mundo. Rajoy recuerda la descortesía de Puigdemont, quien buscó su minuto de gloria con ataques directos al Gobierno por la tardanza de las obras y por dejar una herida abierta en la ciudad. Años después, ya como presidente de la Generalitat, protagonizó una de las conversaciones más surrealistas que recuerda Rajoy. Ante la insistencia del político catalán para que autorizara un referéndum, Rajoy le preguntó si realmente pensaba que él iba a hacer algo semejante. La respuesta le dejó perplejo: «No, porque además no puedes».

Tal y como lo cuenta Rajoy, Puigdemont es lo que parece. Con él tuvo el diálogo más surrealista

A Sánchez también le describen sus hechos , y Rajoy no necesita mucho más para mostrar que eran como el aceite y el agua. En una ocasión, en una conversación informal con periodistas, confesó que nunca, en su dilatada trayectoria, se había encontrado con un político así, enrocado en su famoso «no es no» que hacía imposible el diálogo ni para tomarse un café. Solo se aproximaron para aprobar el 155, y no sin esfuerzo.

Traumáticas decisiones

Rajoy es mucho más explícito al hablar bien de otros líderes y destacar el papel fundamental que han tenido en la Historia reciente de España y de Europa. Se detiene de manera especial en Don Juan Carlos y en el Rey Felipe . Recuerda con especial afecto a Alfredo Pérez Rubalcaba, del que resalta su sentido de Estado y su lealtad. Hace unos días se preguntó a Rajoy si echaba de menos a alguien en política: «Echo de menos a Rubalcaba , que lamentablemente ya no está con nosotros».

Una de las personas que merece más sus elogios es Angela Merkel . Congeniaron desde que se conocieron, y entre ellos se trabó una estrecha amistad que incluso llevó a Rajoy a invitar a la canciller a recorrer juntos un tramo del Camino de Santiago. Si Rajoy tuviera que elegir el mejor líder europeo de las dos últimas décadas seguramente optaría por ella.

Rajoy cuenta pocos o ningún chismorreo, pero el político que lee el «Marca» cada mañana, y a mucha honra, e ironiza sobre «Don Tancredo» sin complejos , deja retazos de su lado más humano -otra expresión que merecería un comentario sarcástico del gallego- cuando transmite la angustia que vivió en los negros años de la crisis y la soledad del presidente, que ya no tiene nadie por arriba al que poder llamar y consultar sus traumáticas decisiones. Rajoy es Rajoy, de la primera a la última página del libro. Como un vaso es un vaso (era inevitable).

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