ARTE
La España a la que Masats sacó (de) punta (a punta)
Uno de los platos fuertes de este PHotoEspaña que le hace guiños al reportaje fotográfico es el repaso en Tabacalera (Madrid) a la tradición que Ramón Masats esbozó en los años cincuenta del pasado siglo
Si llegara a nuestro país la irracional ola internacional que pretende llevar a cabo una lectura políticamente correcta de la Historia a golpe de derribar símbolos y estatuas; si dicha algarabía de ofendidos prendiese en nuestras conciencias, tendría en la muestra que Tabacalera, en Madrid , dedica ahora a Ramón Masats material suficiente para, como mínimo, hacerla volar por los aires.
Porque, organizada por PHotoEspaña , no le falta detalle : tiene guardias civiles con tricornio; tiene pasos de Semana Santa; tiene falangistas y toros muriendo en la plaza; tiene folclóricas y misas. Por tener, tiene hasta retratos de Franco. En definitiva, reúne todos los tópicos que la dictadura puso en bandeja a los turistas en su deseo por ofrecer una imagen blanqueada y diferenciadora de nuestra cultura en los años del Desarrollismo, concentrados en un lema publicitario que ahora la exposición toma como título: Visit Spain . Una cita que se celebra, paradójicamente y por efecto del covid, en un año en el que no es que se espere muchos foráneos por estos lares.
La palabra mágica
Tópico. Palabra mágica para Ramón Masats, su protagonista, quien entre 1955 y 1965, años en los que se acota esta entrega de su producción, recorrió España de arriba abajo; primero en motocicleta, luego , como marcaban los cánones de la época, en un seiscientos , plasmando con su cámara y en encargos para publicaciones como Gaceta Ilustrada aquella singularidad de lo nuestro.
Una de las salas recoge la única foto de la que se arrepiente: un encargo en 1963 de un director de sucursal bien posicionado, que no pudo rechazar, y que le introdujo en El Pardo
Cámara, la primera –todo hay que decirlo– que este catalán nacido en 1931 en Caldes de Montbui se compró con el dinero que le birló a su progenitor , dueño de una bacaladería, que era donde Masats tendría que haber acabado. Porque lo suyo con la foto fue una carambola del destino, nunca mejor dicho: mientras realizaba el servicio militar, le tocó una cámara retina en un sorteo. Con ella empezó a experimentar. De ella se enamoró y por ella comenzó a formarse. Quién iba a decirle que, con el tiempo, se convertiría en uno de los máximos renovadores del género del reportaje fotográfico en España.
Y en un momento, además, en el que «la novedad» llegaba impresa . Como bien señalan las imágenes del rescatado NO-DO con las que se abre la cita, la televisión aún andaba en parihuelas. Junto a otros inconformistas como Miserachs o Ricard Terré , él se inicia en la técnica hasta convertirse en integrante de dos colectivos básicos en España en la renovación de la foto – La Palangana y AFAL –, de la que se hacía necesario desempolvar tanto amaneramiento pictorialista del pasado.
Lo suyo con la foto fue una carambola del destino, nunca mejor dicho: mientras realizaba el servicio militar, le tocó una cámara
De Masats se menciona su olfato, a lo Bresson (una de sus grandes influencias), para conectar con el «instante preciso». Cierto instinto irreflexivo («yo nunca di con la foto en el laboratorio; ya la había hecho previamente», suele puntualizar), destilado en un estilo personal que convierte la anécdota en el tema : recorran si no esta exposición y descubran sus corridas sin toros, sus procesiones sin imágenes, sus acólitos del franquismo sin caudillo...
Bueno, algún retrato de Franco sí que hay . De hecho, una de las salas recoge la única foto de la que se arrepiente: un encargo en 1963 de un director de sucursal bien posicionado, que no pudo rechazar, y que le introdujo en El Pardo. Ante la reticencia de su inquilino a que el fotógrafo midiera la luz, la foto se tomó a golpe de «diafragma de sol» («Ahora viene el sol») e interrupciones («ahora, una nube»)... Hasta que este se cansó.
Una cabra en el foco
En diez años –los de este recorrido no cronológico– a Masats le dio tiempo a resumir una España, como define su comisario, el también fotógrafo Chema Conesa , « atrapada en la pobreza material, laminada en lo social y acérrima en su atadura espiritual»: con misas de campaña en la Casa de Campo; con falangistas en Burgos y curiosos de Eisenhower en su visita de 1959; con nazarenos que se pasean como si tal cosa y niños nada candorosos (de hecho, una forma de rehuir el tópico, para Masats, será disparar antiselfies , forzar los encuadres o sacar de plano a los modelos... Cuando no convertir a una cabra en el foco ); con guardias civiles y canónigos... Y, por supuesto, con sus turistas, de tez blanquísima, en contraste con los lutos de nuestros antepasados.
La selección –unas 140 imágenes– recupera tomas inéditas que se miden a sus «grandes hitos» (el seminarista que para el gol; el toro que cae como un bloque en la plaza...), y a sus grandes series ( Los Sanfermines o Neutral Corner , sobre su otra pasión, el boxeo, con capilla especial en Tabacalera).
En sus instantáneas, los pueblos (con sus caciques, sus tradiciones –entre la vida y la muerte– y sus supersticiones) poco se diferencian de las grandes urbes; y Madrid mucho tiene que ver con Barcelona, las de este madrileño en Cataluña y catalán en la capital . Gran ejercicio comisarial el de enfrentar tomas similares en escenarios distintos. Menos comprensible lo de llenarlo todo de plantas, la última moda post-covid.
Gotas de glamur
Y aunque no faltan gotas de glamur (grandes de Hollywood en cuyos rodajes en España se coló; el duque de Windsor; Yves Saint-Laurent, Buñuel, Berlanga ...), repasándolo todo nos damos cuenta de que no son muchos los que sonríen en sus tomas . Y que lo hacen poco o nada los retratados en la Dirección General de la Policía o los juzgados. Masats no pretendió nunca edulcorar la realidad. Lo suyo era colarse en los intersticios. Sacarle los colores a una España que retrataba en blanco y negro y que el Ministerio de Información y el Plan Nacional de Turismo tildaban de different (y en inglés).
La de «tópico» se convirtió en palabra mágica para el fotográfo. Con ella como faro recorrió España de cabo a rabo. En moto primero y en Seiscientos depués
Luego llegarían las producciones para el cine y la televisión, y su regreso a la foto, ya en color, con encargos editoriales en los 80. Pero esa sería ya otra historia . Para el país y para el fotógrafo, que tuvo que esperar a 2004 para ser reconocido con el Nacional de Fotografía . Esta cita, que además coincide con una «muestra virtual» en la galería Blanca Berlín , cierra sus puertas curiosamente el 12 de octubre, día de nuestra Fiesta Nacional. Si es que el término, para no molestar, se puede seguir usando.