LIBROS
Esclavos de la libertad por obra de Stalin
Shentalinski ha publicado varios ensayos sobre los crímenes estalinistas. En «La palabra arrestada» recoge la persecución a los intelectuales
Hace un par de meses estaba previsto el estreno en Moscú de la película de Armando Iannucci, «La muerte de Stalin» , que ahora se acaba de mostrar en nuestros cines. Cinta interesante, demoledora y sarcástica sobre la muerte de uno de los mayores asesinos de la historia universal. El ministro de Cultura ruso primero desaconsejó la proyección de la misma afirmando que existía un límite moral entre el análisis crítico de la historia y el escarnio. Pocos días después el consejo se convertía en censura. Nos imaginamos en Europa qué hubiera pasado si se prohibiera la proyección de una película de las mismas características, y ha habido muchas, sobre Hitler, Mussolini, Franco o cualquier otro dictador. Este suceso dice mucho del poco avance que ha experimentado este país en la revisión de aquella época violenta . Quizás sus dirigentes actuales deberían haber leído, por ejemplo, los libros de Vitali Shentalinski .
Todos cómplices
En «La palabra arrestada» se selecciona y actualiza material de esos anteriores volúmenes, los juicios a algunos de los más grandes escritores de la época. Aunque Lenin siempre ha pasado por más transigente que Stalin, no fue así. Solo una permanencia menor de tiempo en el poder aminoró el número de perseguidos por uno u otro (Stalin). Por ejemplo, Lenin quiso involucrar a Gorki para que diera su visto bueno a las detenciones de intelectuales. Le envió una carta amenazante donde le decía que «...los intelectuales, los lacayos del capitalismo, que se consideran el cerebro de la nación. En realidad no son el cerebro sino la mierda». Gorki en su lucha dialéctica con Lenin fracasará en el intento de poner la cultura fuera del alcance de la Revolución . Y también fracasará con Stalin, su verdugo. De todas formas Shentalinski da otra versión más dura y cómplice de Gorki con el poder.
«Los intelectuales se consideran el cerebro de la nación y, en realidad, son mierda» (Lenin)
Durante los años del poder soviético más de dos mil escritores fueron detenidos y más de mil quinientos fueron asesinados por acción u omisión. Solo en el año 1988, a muy duras penas, se creó la Comisión para el estudio del legado literario de los escritores represaliados. Y hasta finales del siglo pasado la mayor parte de ellos no fueron rehabilitados. Desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siguiente siglo, Rusia primero y luego la URSS, vivieron su siglo de oro de la cultura. Algunos de los más grandes escritores y artistas nacieron y desarrollaron su obra durante esos años. Los autores aquí citados son una mínima muestra de la brillantez de aquel período. La revolución no solo destrozó sus vidas sino que destruyó gran parte de sus obras . Muchos autores tuvieron que quemarlas para sobrevivir o fueron confiscadas por la policía política. También muchos artistas tuvieron que cambiar su estilo para adaptarse al realismo socialista ensalzador y publicista.
Los juicios se hacían sin ninguna seguridad jurídica y los interrogatorios para forzar la voluntad de las personas era algo normal. Quienes eran condenados y fusilados a veces tenían mejor futuro que otros que eran aislados de la sociedad arrebatándoles sus obras, sus derechos de autor, sus domicilios y abandonándolos a la miseria y a la indigencia.
Stalin leía y asistía a conciertos... Los vigilaba y amenazaba telefoneándoles
Otra cosa curiosa es que Stalin estaba al tanto de todo . Leía, asistía a conciertos y demás representaciones culturales, escribía y criticaba a su clase intelectual y artística. Los vigilaba telefoneándolos, amenazándoles u obligándoles a escribir otras cosas. Ningún dictador de su categoría asesina jamás hizo semejante cosa. Lo que quedó fue la mediocridad de escritores que hoy carecen de cualquier valor literario. La colaboración entre la Unión de Escritores y la KGB fue total, y en este sentido los mayores culpables de las desgracias de la intelectualidad soviética fueron los propios compañeros.
Desear la muerte
Desde el año 1939 al 1954 no se supo nada de Bábel. Todo su trabajo requisado. Torturado. Se le acusó de trotskista, enemigo del pueblo, enemigo del realismo socialista, espía francés. Beria ideó una organización antisoviética para eliminar a los escritores más conflictivos como él . Mandelstam fue apoyado por Bujarin quien le dijo a Stalin que los poetas siempre tenían la razón, y que la historia estaba de su parte. Bujarin fue ejecutado y Mandelstam comenzó su viacrucis hasta su muerte en el gulag. Pasternak dudó ante la pregunta de Stalin. Debió contestar que Mandelstam era un gran poeta. Luego rectificó pero ya era tarde. Bulgákov escribió: «Fíjate lo bien que van las cosas, que no deseo nada más que la muerte». Entregó su diario, lo fotografiaron, se lo devolvieron, lo quemó, y afortunadamente décadas después aparecieron esas fotografías en la KGB. Gorki intentó salvarlo pero Stalin atacó al autor de «El maestro y Margarita» en la prensa. Bulgákov pidió emigrar. Stalin lo convenció para que no lo hiciera.
De nuevo Stalin en el «Pravda» escribió contra Bulgákov acusándolo de defender el arte por el arte. Nunca fue detenido: se le dejó sin trabajo, vigilado, sin medios mendigó hasta su muerte. Fue declarado hostil a la URSS. Las penalidades de Tsvetáyeva la enloquecieron. Platónov era una de las lecturas habituales de Stalin. Le desagradaba su obra. A pesar de arrepentirse fueron requisados sus manuscritos. Vigilado, aislado, en la miseria, malvivió en la calle y murió de tuberculosis. Ajmátova también era leída por Stalin. Él la definió como «mitad puta, mitad monja». Sufrió tremendamente por su familia y por su propia vida y obra. Vivió siempre bajo amenazas. En «Requiem» pregunta en uno de sus versos: «…quién es el animal, quién el ser humano».