LIBROS
Esclavos en España, numerosos e invisibles
El historiador José Miguel López García recorre la vida y milagros de los esclavos, sus peripecias vitales, nunca antes contadas
En 1613 otorgó testamento en la lejana Manila el español Ginés de Pineda. Había logrado una considerable fortuna, si nos atenemos a las cláusulas que recogieron sus últimas voluntades. Dejó a su hijo mayor, de nombre Juan, tres mil pesos de oro, ajuar de casa y tres esclavos, con la condición de que no los pudiera vender, porque deseaba que le sirvieran siempre. Otra hija y su madre Catalina quedaron acogidas y libres en el Real colegio de Santa Potenciana, fundado por Felipe II para educación de niñas. Lo llamativo del caso, menos extraño de lo que podría parecer, radica en que Juan, el feliz y rico heredero, era mulato. Catalina, su madre, había sido la esclava negra del fallecido. Al abandonar este mundo, Pineda dejó testimonio de unas relaciones interétnicas que fueron muy fluidas en el imperio español, tanto en el centro, la corte madrileña, como en las múltiples periferias que gobernó.
El color de la piel contaba, por supuesto, pero no era el único elemento definitorio del estatuto legal individual. Podían existir otros, gratitud, lealtad, legitimidad, protección a la prole, incluso amor en algún caso. La esclavitud , como explica este excelente libro basado en una larga investigación, suponía una condición y, por tanto, era posible adquirirla o perderla . Existía, según Aristóteles , una esclavitud natural en ciertos grupos o personas. También era posible en «un mal día» caer en ella. Una persona con deudas podía entregarse a sí misma como esclava para satisfacer el pago. También era factible librarse de la esclavitud, mediante manumisión otorgada por el amo, o por la llamada «coartación». El esclavo tenía derecho a comprar su libertad realizando trabajos fuera de la casa de su dueño, mediante el «peculio» hasta pagarla con sus «ahorros».
En el Madrid del XVIII, los esclavos «moros» fueron sustituidos por negros de la trata
En la tradición hispana, heredera directa del derecho romano, la esclavitud quedó vinculada de manera primordial a la guerra y, como bien explica el autor en el primero de los cinco capítulos, los «moros de presa» constituyeron el componente mayoritario de la esclavitud en el Madrid del siglo de oro. Más allá de las necesarias generalizaciones y comparaciones, el estudio de caso elegido, la capital del imperio español entre 1701 y 1837, está justificado y e l libro cubre un vacío historiográfico importante. El punto de partida apunta a la llegada de la dinastía borbónica como productora de un cambio de régimen en la esclavitud. Esta se nutriría en el XVIII de «negros de nación», africanos traídos por los navíos británicos, los mayores tratantes de seres humanos de la historia.
Resulta fundamental la distinción entre una esclavitud «de costumbre», doméstica y cotidiana, que existía en una capital cortesana como Madrid, y otra «de producto», vinculada con la demanda multiplicada de las haciendas y plantaciones del Caribe y Brasil. En el Madrid dieciochesco, los esclavos «moros», procedentes de las guerras y el corso, fueron sustituidos por negros procedentes de la trata. Como proveedores de la monarquía española, portugueses y genoveses fueron reemplazados por franceses y británicos. El capítulo segundo explica quiénes fueron los esclavos y qué hacían. El componente doméstico era determinante, «barrían, lavaban, planchaban, hilaban, tejían, se ocupaban de la lactancia de los vástagos» (p. 77). España fue una monarquía con esclavos, pero no una monarquía esclavista . De ahí que la fecha final contemplada en el libro sea la del decreto de las cortes españolas que abolió la esclavitud en la península ibérica.
Libertos y cimarrones
La multitud invisible adquiere manos, pies y rostros en los capítulos siguientes. El tercero se ocupa de los mercados de esclavos, en los aledaños de la plaza mayor. El cuarto, «Rebeldes con causa. Las resistencias de los esclavizados», constituye un ensayo de historia social. La historia de «Narciso Convento», esclavo nacido en la Luisiana española, cerca de Nueva Orleans, que vive en Madrid con su dueña la condesa de Gálvez, resulta extraordinaria. Posee «un genio díscolo y alborotado» . Le gusta vestir bien, ir de tabernas, es «amigo de quimeras». Una noche de 1800 queda en una tienda de aceite y vinagre con una muchacha llamada Juana, «con objeto de hacer por la noche su acto torpe y lujurioso». Harto de esperarla, acude a casa de la joven, que luego declarará no se había citado con él. Enfrentado a los guardias, en medio del escándalo fue ayudado por un asturiano desconocido, que se justificó señalando que «el negro estaba solo y peleaba muy bien».
El último capítulo, «En pos de la libertad», se ocupa de temas tan novedosos como las comunidades de libertos o los cimarrones madrileños, huidos que se camuflaban como mejor escenario de supervivencia. En el epílogo, el autor plantea la existencia de lo que llama «externalidades negativas», el creciente rechazo de la esclavitud por el pueblo llano, o la concordancia de los esclavos con «blancos de orilla» pobres y menesterosos urbano s. Sin duda este libro suscitará otras investigaciones. El estudio de otros casos españoles además de la ampliación de contextos comparativos, con el interior de África, Medio Oriente y China.