LIBROS
«Escarcha», infancia y juventud en Granada
En esta novela de aprendizaje, el buen prosista que es Ernesto Pérez Zúñiga hace excesivas concesiones a las menudencias
La novela de inspiración autobiográfica estuvo siempre, pero se ha convertido en la España de hoy en un género con vida propia, dado lo mucho que está siendo transitado por los escritores nacidos en los años setenta del pasado siglo. Es posible que sea una necesidad para ellos, pero es más raro que lo sea para los lectores. Depende del uso que se haga de los recuerdos, y de la significación que se logre con ellos. Ernesto Pérez Zúñiga (Madrid, 1971) es un buen autor, que, sin embargo, ha concebido su novela teniendo más en cuenta lo que quería expresar respecto a la niñez, adolescencia y primera juventud de su protagonista, Manuel Montenegro, apodado Monte, que lo que a muchos lectores pueda interesar.
Quinientas páginas de anécdotas infantiles y adolescentes requieren mucho estilo , y quizá Pérez Zúñiga ha confiado en exceso en la seducción que el suyo posee. Se ve muy bien en la diferencia que se nota entre las primeras doscientas páginas, que coinciden con la niñez, y que arranca buenas escenas llenas de encanto, con las trescientas siguientes. Es mucha confianza pensar que un lector, que se ha reconocido en la infancia de Monte mantenga el interés en las mil y una vicisitudes que pasa en la vida de pandilla y en los distintos amoríos adolescentes y de juventud que se suceden con una concesión excesiva a las menudencias.
Dimensión más generosa
Hegel sostenía que el arte es la individualización de lo universal, pero cuando un arte narrativo concede demasiado énfasis al individuo corre el peligro de perder significación no ya universal, sino incluso para lo que la generación de la Transición pueda tener de representativa. Esta novela no ha proporcionado bien sus dimensiones, y la opción de hacer siete capítulos de casi igual extensión cada uno, rondando las setenta páginas, solo podría haberse sostenido con eficacia s i los contextos de la vida social española se hubieran visto con dimensión más generosa, más allá de lo anecdótico de la existencia del protagonista, verdadero pivote de la trama.
Excepto alguna incursión en la difícil vida social de Granada, o la pederastia que aspira a cometer Robin , el profesor de música, se invita a los lectores a asistir a vivencias de los primeros amores, con escarceos que simbolizan bien episodios comunes, pero que su reconocimiento no va más allá de la sonrisa, como quien mira unas fotos de la pandilla, aquí éste que te pegó, allá aquella que te hizo sufrir o esa otra a la que no supiste cortejar. Pérez Zúñiga debió imponer una distancia mayor entre su arte , de indiscutible habilidad prosista, y las vivencias, porque la vida misma, si minuciosa, termina siendo peligrosa tentación en una novela.