LIBROS

Erri de Luca: «La palabra revolución ya ha caducado, pertenece al siglo XX»

«Mis frases no son más largas que una respiración», asegura Erri de Luca. Con motivo de la publicación en España de sus últimos relatos y su poesía completa, habla de sí mismo como «chófer de historias»

Erri de Luca Inés Baucells

DAVID MORÁN

Su voz es un susurro, apenas un rumor que queda sepultado en la grabadora bajo la voz de la traductora, pero sus palabras suenan rotundas y necesarias. A sus 66 años, Erri De Luca (Nápoles, 1950) no necesita alzar la voz para hacerse oír. No lo hizo cuando tuvo que enfrentarse a un juicio imputado por llamar al sabotaje de las obras del tren de alta velocidad entre Turín y Lyon y no lo hace ahora que, después de pasar revista a su infancia en « Los peces no cierran los ojos », se zambulle en el Mediterráneo para sacar a flote esas vidas que zozobran y naufragan en busca de una existencia mejor. Junto a ellas navega el escritor italiano en el libro de relatos « Historia de Irene » y en la antología poética « Sólo ida », dos volúmenes que Seix Barral publica de manera simultánea y con los que De Luca añade dos nuevos hitos a una vida de leyenda en la que ha sido, no necesariamente en este orden, novelista, poeta, albañil, trabajador de la Fiat, conductor de camiones de apoyo humanitario durante la guerra de Bosnia, militante de la Lotta Continua , traductor del hebreo y alpinista.

Ahora que se publican de manera simultánea «Historia de Irene» y «Sólo ida», ¿qué conexiones existen entre el Erri de Luca narrador y el poeta?

En este caso, el mar. Soy un ciudadano del Mediterráneo, más que un ciudadano italiano o napolitano. El libro de poesía tiene que ver con que somos contemporáneos de inmensos flujos migratorios que atraviesan el Mediterráneo en las peores condiciones marítimas de la Historia humana, mientras que Irene cuenta la historia de esos náufragos. El Mediterráneo nunca ha estado tan lleno de náufragos; nunca los peces y el plancton han sido tan bien alimentados por las vidas de quienes emprenden ese viaje.

En alguna ocasión ha asegurado que no se considera poeta.

Eso se debe a que sé que es imposible que escriba mejor mis páginas de prosa, así que me quedo tranquilo. Una de poesía, en cambio, siempre pienso que puede ser mejor, pero no lo consigo.

«El Mediterráneo está lleno de náufragos. Nunca los peces han sido tan bien alimentados por las vidas de quienes emprenden ese viaje»

«Soy un chófer de historias·, dice el narrador de «Historias de Irene». ¿Es esto lo que significa ser escritor?

Así es. Las historias no vienen del interior, sino que proceden del exterior. Yo sólo soy un canal, un medio de comunicación. No somos autores de nuestras historias, somos redactores de variantes.

Es especialmente crudo y despiadado el retrato de la vejez que ofrece en uno de los relatos, «Algo de lo más estúpido».

Es que la vejez es despiadada. Yo vi en la guerra de Bosnia la vergüenza de los ancianos por cualquier trozo de comida que se llevaban a la boca, porque era algo que se sacaba de la boca de alguien más joven. La vejez es despiadada porque se siente abusiva, siente que ocupa un lugar en la vida de los otros. En Nápoles era muy evidente, con mucha gente viviendo en sitios pequeños: la persona mayor sobraba. Y para nosotros, febrero era un mes, pero también una epidemia. El frío mataba a muchos viejos, y cuando alguien moría se decía que había muerto de febrero. Por eso no puedo ser nostálgico de mi infancia.

Pero imagino que esa infancia tendrá mucho que ver con el tipo de escritor en que se ha convertido.

Soy un escritor que ha escuchado las historias de los mayores, por eso soy escritor oral. Mis frases no son más largas que una respiración.

«Es imposible que escriba mejor mi prosa. Mi poesía, en cambio, siempre pienso que puede ser mejor»

¿Qué queda del Erri de Luca revolucionario y agitador?

La palabra revolución ya ha caducado, pertenece al siglo XX. Fue revolucionario formar parte de una comunidad de revolucionarios, la última generación que lo fue en el siglo XX. Pero ahora de ese revolucionario que ya no tiene a sus revolucionarios alrededor, no queda nada. Soy un ciudadano, y me dejo implicar en las luchas civiles de mi país, pero cuando era revolucionario yo era el promotor de esas causas. Hoy sólo soy alguien que atiende a las buenas razones de una comunidad que está luchando. No fui yo, por ejemplo, quien provocó la lucha del Valle de Susa.

Debido precisamente a esa lucha acabó en un juicio del que fue absuelto por llamar al sabotaje contra las obras del tren de alta velocidad. ¿Salió del juzgado con ganas de seguir dando guerra?

Por supuesto: hay luchas en Italia que me convocan. Pero no depende mí, son las circunstancias las que me llaman. Y como ningún escritor se ocupa de estas cosas en Italia, parece que yo sea un comodín, como una navaja suiza. Bueno, en realidad sí que hay un escritor, Eraldo Affinati, que ha organizado una escuela para inmigrantes, algo innovador, ya que por cada inmigrante hay un profesor, todos voluntarios.

¿En qué situación queda Italia después del referéndum y la crisis de Gobierno?

Un referéndum es una simple consulta popular circunscrita a un argumento, pero el gobierno ha querido cargar la cita de connotaciones dramáticas. Y después del «no», pensó que tenía que presentar dimisiones, pero el nuevo gobierno no es más que la copia del anterior. Tiene la misma mayoría, los mismos apoyos, y Paolo Gentiloni es un clon de Matteo Renzi. Sólo tiene que hacer una cosa: la ley electoral. Así que Italia ha perdido todo un año por un referéndum y ahora perderá otro para una ley electoral, asuntos que nada tienen que ver con la vida de los ciudadanos. Son asuntos institucionales.

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