ROCK
Los Enemigos: «El sectarismo de la Movida madrileña fue frustrante»
Banda clave del rock en España, publica nuevo disco, «Bestieza». Hablamos con ellos de sus recuerdos y del presente
Estamos con Fino, David, Josele y Chema, es decir, Los Enemigos , que presentan Bestieza, su flamante nuevo disco.
Es de película el inicio de Los Enemigos en El Marcelino, un bar enfrente de La Vía Láctea. Como en «Alta fidelidad», llegaba uno con unos discos, los demás lo comentaban. La música formaba parte de tu vida.
Josele: Sí. Malasaña juntó a un montón de gente como reacción a la frustración causada por el sectarismo que caracterizaba a la Movida madrileña. Vamos, que no podías salir de casa con determinada camiseta y meterte en según qué sitios. A los que nos gustaba la música o éramos aspirantes a músicos, todos melómanos, arrastrábamos una frustración grande por algo tan simple como no poder hablar de música con tranquilidad en ningún bar. En Malasaña se va creando un ambiente mucho más ecléctico y abierto.
Había algo como de lucha de clases, en el sentido de que los de El Marcelino no podían entrar en La Vía.
Josele: Bueno, porque no llegaba el dinero. Aunque si conocías al dueño, que resulta que era Marcos López, el tío de David, y cruzabas la puerta, que era lo chungo, ya entonces te invitaba a una copa. Lo jodido siempre han sido los intermediarios.
Ya, pero las chicas guapas entraban en La Vía. En algunas de aquellas primeras letras hay algo de ese anhelo, de ligarse a la tía guapa, pero resulta que la tía guapa no se fija en ti.
Josele: Bueno, las que entraban en El Marcelino tampoco estaban nada mal... Con diez coñacs encima, no (risas). Muy simpáticas, muy majas.
David: Ten en cuenta que yo he tenido dos maestros, cada uno en su disciplina. Uno, en el arte de escribir y el otro en el arte de la hostelería. Uno es Javier Krahe, por parte de padre, y el otro es quien abre La Vía Láctea y el King Creole, también Marcos López, que era hermano de mi madre.
«Tenemos una veta rock guitarrera, pero también hay un poco de blues, soul y pop»
Entráis en la discográfica GASA con Paco Trinidad y ahí estáis unos años haciendo los discos pilares del sonido del grupo Enemigos.
Josele: Vamos buscando un sonido que encontramos en La vida mata . Ahí ya se puede considerar consolidada la cosa con el trío base: Fino, Chema y yo. Y a nivel de composición, de repente todo encaja.
Luego llega RCA. ¿Cómo fue aquello?
Fino: Bueno, al llegar el quinto disco nos tira los tejos Javier Griñán, que era muy fan de Los Enemigos, que entraba de directivo en RCA. Para nosotros era la apuesta de alguien que es fan, que es seguidor. Nos ofrecía más medios.
Ahora sacáis este disco con canciones muy bonitas. Lo digo porque tiene más melodía.
Fino: En general, lo que más se puede notar es la influencia de los grupos que siempre nos han gustado, como Buzzcocks o Undertones, con canciones sencillas, muy rápidas, contundentes y con melodía. En nuestra trayectoria siempre las ha habido, lo que pasa es que ahora toda la energía que teníamos concentrada y que deseábamos transmitir se ha canalizado a través de estas canciones.
Josele: Los Enemigos, como grupo de rock, tenemos diversas facetas. Un palo que hemos tocado siempre, que es el de grupo más bestia, un poco más guitarrero. Pero también hay un poco de pub rock, una vena más blues, más soul, y también nuestra pequeña tradición pop.
Que ya estaba ahí, en canciones como «No se lo cuentes».
Josele: Claro, hay una parte del directo dedicada a esta parte que resulta que lo disfrutamos mucho.
«Menos que un perro», ¿de dónde viene? ¿De Diógenes?
Josele: Sí, ando muy pillado con la Secta del Perro. «Sacrilegio sideral» recoge también el espíritu de esta gente. Es la idea de despojarse de todo, y menos mal que no hay más canciones, que acabaríamos tocando en la calle (risas). Fue de los primeros punkis de los que hay constancia. Esto es una mierda de sociedad, así pues, vamos a la calle a hacer el bestia. Bestieza . Fíjate de dónde viene el título.
Algunas canciones son epistolares, pero como no hacéis canciones de amor...
Josele: Sí, es un pobre hombre buscando el amor. Puede ser cualquiera.
«En las giras ahora aprovechamos para hablar, que mola, en vez de ir con la música a todo trapo»
La canción «Hey Judas», ¿es un homenaje a Rosendo?
Fino: No, hombre, no haces canciones pensando: «lo he sacado de aquí». Es después, cuando viene alguien de fuera para decírtelo.
Josele: Era darle un poco la vuelta a la historia de Judas. Qué es la traición, quién es la cabeza de turco y también quién realmente está sacrificando en esa historia. Este es un tema muy recurrente en Teología, y hay un cuento muy bonito de Borges hablando de esto, de su renuncia al paraíso.
David: Y es un homenaje a «Hey Jude» de los Beatles, que a los diez años resulta que dejan de tocar juntos. Y dejan a los Stones el camino expedito.
En «La ofensa», ¿quién habla?
Josele: Es el paradigma de canción en la que te metes en la piel de alguien. Algunas son autobiográficas, pero muchas otras no. En «El jergón» me meto en la piel de un preso, pero yo nunca he estado preso. O en «Septiembre» hablo de un chaval que se quiere quitar la vida, y yo nunca lo he conseguido... digo, intentado (risas algo dramáticas). Y esta es otra: pongámonos en el juicio de Nuremberg, por ejemplo, este discurso estaría muy propio en su boca. Hay una novela de Dalton Trumbo, La noche de Uro, que trata de esto.
Lo del viaje de gira en furgoneta ha cambiado. ¿Qué más ha cambiado?
Josele: Ahora hay aire acondicionado. Cada uno se pone sus cascos, y si quiere dice «mira, escucha esto». Y aprovechamos para hablar, que también mola, en vez de ir con la música a todo trapo.
Fino: En las giras, ahora, se nota que paramos más.
¿Qué guitarras lleváis?
Josele: Solía llevar solo una, pero rompía cuerdas. Ahora ya no las rompo. Yo sigo con la Fender Telecaster. Y David es también de esta, o de Jazzmaster.
Fino: En el disco, la que más suena es una Gibson 330.
Josele: Yo la uso sólo en el estudio, sonando en otra habitación, porque es hueca, es de caja. En directo es imposible, estallaría.
Fino: En este disco los bajos están distorsionados. Y ha quedado todo en su sitio. Lo he grabado con un Thunderbird, que en directo no lo puedo llevar porque pesa una tonelada y mis vértebras no lo aguantan. Llevo un SG de Gibson, que pesa una tercera parte.
David: Carlos Hernández le puso distorsión a todo, incluso a la batería. Y es que además no está distorsionado de efecto, sino de toma.
Lo habéis hecho en vivo entonces.
Fino: En vivo primero y luego retocando algunas cosas. Y nos ha salido un disco con una gran energía, deseando tocarlo ya entero en directo.