LIBROS
Elvira Navarro y sus relatos de la vecina irrealidad
La escritora ya ha demostrado sobradamente su valía narrativa, pero ha querido probarse en el difícil género del cuento. Once componen «La isla de los conejos»
La novelista Elvira Navarro puede considerarse asentada entre las mejores de su generación en ese género, aunque no toda su creación última haya tenido igual fortuna. He celebrado aquí su novela «La trabajadora» como una de las más elocuentes de las nacidas dentro de la temática de la crisis. Ningún novelista necesita del género cuento para alcanzar lugar literario. Sin embargo, pese no ser necesario, qué bien le viene a un creador en prosa medirse con el relato breve, que para muchos funciona como la prueba del algodón de su valía literaria. Y Elvira Navarro pasa muy bien esa prueba, al menos en ocho de los once cuentos que componen el libro, al que da título uno de los mejores : «La isla de los conejos». Puede servir ese cuento como microcosmos del conjunto. Es un cuento que acompasa muy bien lo mítico ligado a ciertas imágenes del primitivismo de la Naturaleza (animal y vegetal) con la irracionalidad prendida a espacios que parecen soñados o se muestran nacidos en un ambiguo territorio de desasosegada vigilia.
La animalidad, como fuerza que funciona más allá de la razón es un ingrediente fundamental en Elvira Navarro que se sirve con frecuencia de las metonimias de los animales para reflejar el asco, otras veces el horror y casi siempre el extrañamiento. En alguno de los cuentos -como en «Estricnina»- hay directa voluntad de homenaje al Kafka de «La metamorfosis», si bien ocurre en un Tánger cuyos espacios de pensión de mala muerte son magistralmente evocados, hasta sentir el lector que los hubiera vivido, sin haberlos conocido necesariamente. Quizá uno de los elementos del estilo que concede más carácter unitario al conjunto de los cuentos es el tratamiento de los espacios , que ocupan en todos ellos una dimensión central.
Eficaz plasticidad
Elvira Navarro se sirve del espacio evocado para decir mucho de cuanto quiere. Se ve muy bien en dos de los cuentos: en «Paris Périphérie» la condición de lugar hostil de la «banlieu» parisina, donde la protagonista no sabe moverse para renovar su beca , lo que sirve como metonimia de sus miedos y zozobras sentimentales, tanto de sus dudas como su dependencia del amante Michel. Otras veces, el espacio es cerrado, como la pensión de Talavera que en el primero de los cuentos, «Las cartas de Gerardo» contempla la creciente separación de los dos amantes, cuya imposible convivencia amorosa coincide con el entorno cutre, insidiosamente hostil y mugriento del hostal que comparten, cuya mugre es descrita por Elvira Navarro con una eficaz e hiriente plasticidad, mecanismo que otras veces como ocurre en «La habitación de arriba» traslada a los alimentos. Los espacios y los ingredientes animales de la dieta alimentaria servida en la cutre pensión, resultan asquerosos, pero por ello mismo muy eficaces para traducir la inerte sensación de muerte de los ideales y de abandono vividas por la protagonista. Un cuento en el que cobra dimensión sobresaliente el manejo de la dimensión onírica y el topos de saberse huésped de los sueños de otros. La descripción de lo putrefacto animal relativa a su contigüidad humana también aparece en «Encías».
Virtual y real
Alguno hay que considero menos logrado, especialmente «Notas para una arquitectura del infierno». Abandona allí la intensidad de la sensación y se pierde en un exceso de vicisitudes narrativas que abren continuamente la historia, lo que al género cuento le suele venir fatal.
En el que considero uno de los mejores, «Myotragos», combina muy bien la irracionalidad con la recuperación histórica . Consigue una mezcla muy inteligente de las dimensiones oníricas y mitológicas con las cotidianas de la vida histórica de la isla de Mallorca y la presencia del Archiduque en ella. El cuento «Memorial» me parece importante, tanto porque resuelve muy bien el tema tradicional del duelo por la madre, como por lo que anuncia: las muchas posibilidades abiertas al genero por las vivencias suplantadas de Facebook , y esa dimensión de duda entre lo virtual y lo real de algunas de sus manipulaciones. Con este libro Elvira Navarro da un paso importante que la sitúa más allá de la literatura de la crisis.