LIBROS

«Ella duerme aquí», la ciudad más segura

Tokio es la «tranquila» megalópolis donde Dominique Sylvain vive, y sobre la que escribe

Dominique Sylvain ha trabajado como periodista

MARINA SANMARTÍN

Las estadísticas dicen que Tokio es la ciudad más segura del mundo. Tal vez sea verdad, pero ningún lugar está a salvo de lo terrible . No hay luz sin oscuridad y Dominique Sylvain (Thionville, Francia, 1957), ganadora con «Ella duerme aquí» del Premio Roman Interpol’Art, ha elegido escribir, y muy bien, sobre las sombras.

Afincada en Japón desde 1997, Sylvain, que goza de un notable reconocimiento como escritora de intriga en su Francia natal , se desmarca con este título de dos tendencias demasiado recurrentes en el género negro actual: por un lado, mientras gran parte de sus coetáneos elige ambientar sus ficciones en el ámbito rural, sumándose así al tan aplaudido «Country Noir», ella escoge una megalópolis, Tokio, como absoluta protagonista de su trama.

Neones de Kabukicho

Por otro, quien decida adentrarse en las páginas de «Ella duerme aquí» descubrirá muy pronto que poco importa en la historia el socorrido «¿quién lo hizo?», tan a menudo pieza central a la hora de narrar la investigación de un crimen. A Dominique Sylvain e s el escenario lo que más le interesa.

A tres años de la celebración de los Juegos Olímpicos, las autoridades tokiotas se esfuerzan por adecentar las zonas más siniestras de la capital japonesa y, de entre ellas, Kabukicho, el barrio de vida nocturna , locales de dudosa reputación y luces de neón, en el que conviven las prostitutas, los gigolós y la yakuza, es su prioridad absoluta. En este contexto, Kate Sanders, una joven británica que ejerce como chica de compañía en el Club Gaïa y cultiva una curiosa amistad con Yudai, el gigoló más solicitado de Kabukicho, desaparece sin dejar más rastro que una misteriosa fotografía y un montón de vestidos revueltos sobre el tatami del apartamento que comparte en Nakano con su amiga Marie.

Prosa seca

Con una prosa árida, seca como un trago de alcohol en la barra de un local de alterne y, al mismo tiempo, extrañamente poética , Sylvain utiliza la desaparición de Kate como punto de partida para un viaje cargado de dureza y melancolía; un recorrido plagado de tantas soledades como personajes habitan su historia (algunos, socialmente desahuciados; otros, infelices en sus rutinas cargadas de conformidad); y nos propone así, en definitiva, una lúcida reflexión acerca de la incomunicación y las existencias al margen , que tan fácil nos resulta no ver y, sin embargo, existen no solo en las aldeas inaccesibles, sino también bajo el engañoso bullicio urbano.

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