ARTE

Elena del Rivero: «En España prima aún mucho lo de “estás conmigo o contra mí”»

«El archivo del polvo», en las Naves del Matadero (Madrid), despliega todo el material y los restos que Elena del Rivero recopiló desde su estudio, cerca de la Zona Cero, tras el 11-S

Elena del Rivero ante la pieza «Chant», compuesta con los 3.000 papeles que recuperó tras en 11-S de su estudio Maya Balanya

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Pese a llevar diez años viviendo por aquel entonces en Nueva York , el 11-S le pilló a la española Elena del Rivero (Valencia, 1949) en Madrid. Cuando consiguió volver allí, se encontró su estudio, cerca de la Zona Cero, inundado por el polvo y los restos del desplome de las Torres Gemelas . A partir de todo eso nació Chant , una pieza lógica en la trayectoria de una artista preocupada por lo efímero, por lo perecedero. El proyecto, ampliado ( El archivo del polvo ), se despliega en las Naves del Matadero , insuflada de un carácter más teatral que le aporta su comisario, Mateo Feijóo, y con resonancias desde este sábado en el Museo del Exilio (Gerona).

¿Por qué volver al 11-S cuando la realidad nos ha demostrado que la situación puede ser aún peor?

La pregunta es adecuada. Yo llevaba dos años intentando traer el proyecto a España. Para ello hablé con mucha gente, pero a todos les daba miedo. Yo iba detrás de Tabacalera, porque el espacio se prestaba a cómo lo quería presentar: desde el Yo lo vi, el grabado de Goya, crear un ámbito en el que se hablara de cómo el 11-S sigue influyendo. Y en esas llego a Madrid en 2017 y me hablan de Mateo Feijóo. Su programación para 2019 y 2020 se ocupaba de las consecuencias de las migraciones y desplazamientos. ¡Eso es lo que yo quería hacer! Él viene del ámbito de las escénicas, que era lo que yo buscaba: escenificar la tragedia.

¿Lo que entra en Matadero, pues, es una idea muy mutada de la original?

Igual que tú construyes mi entrevista, un comisario hace que un artista responda de una manera u otra. Mateo enseguida supo llevarse mi trabajo a ámbitos donde yo nunca había estado. Para mí, el resultado es muy operístico, muy de obra total. Aquí hay performance (la de Mónica Valenciano para la inauguración), sonido (la pieza compuesta por “Butch” Morris con los ruidos de las máquinas excavadoras trabajando en la Zona Cero fusionada con jazz), hay vídeos, instalación, textos, fotos... Todo eso da pie a una puesta en escena teatral.

Entonces, aunque todo remita a un origen, al 11-S, esta es una historia de consecuencias.

Exactamente. Y lo más maravilloso es que ha hecho que mi cabeza cambie. Tal es así, que tuve que volver a Mateo Feijóo para mi última exposición en la galería Travesía 4. Y ahora me voy a Nueva York, a un proyecto público, y me veo diferente. Hans Ulrich Obrist me vino a ver a Nueva York por lo que había visto en Madrid. Soy vieja y me estoy haciendo joven. Me estoy abriendo a no tener miedo. Eso es la juventud.

«Chant», la pieza principal, está compuesta con todos esos papeles que entraron en su estudio, cercano a las Torres Gemelas. Es una obra en la que la costura, una vez más, se convertía en elemento primordial.

Esa pieza me la dio lo que había hecho dos meses antes en el Drawing Center de Nueva York, una performance de un año en mi estudio basada en papeles que instalé en el suelo hasta que se destrozaron y con los que hice cinco piezas. Cuando vuelvo al estudio tras el 11-S y me encuentro todo ese material en el suelo que había entrado por las ventanas no me lo creía porque la pieza estaba hecha. Y no la quiero vender. La quiero donar. La entiendo como monumento funerario.

¿Y a quién?

Al que se porte mejor conmigo.

¿Y ese quién ha sido?

Cuando comencé a trabajar con Mateo y vi esa apertura de las instituciones aquí, pensé: «¡Cómo está cambiando Madrid!». Pero con lo último que estoy viendo...

Instalación con las cien horas filmadas por Rivero de la Zona Cero, un material nunca visto

Pero estamos todos igual, que allí todo eso se llama Donald Trump; en Reino Unido, Boris Johnson y Brexit...

Sí, pero yo allí vivo en la República independiente de Nueva York. Vivo en el Village. Allí hay un motor que está moviendo a la gente a hacer cosas constructivas. La política americana es un horror, pero aquí en España todo está absolutamente politizado. A mí aquí los de Madrid Destino me están jodiendo pero bien. Por ejemplo, esta expo solo se puede visitar de viernes a domingo. Yo no tengo ningún problema en hablar «con el jefe». Que venga y vea lo que hemos montado. ¡Utilícenlo! ¡Aprovéchense de mí! Yo no he cobrado un duro. ¡Expórtenlo! ¿Dónde están los artistas españoles en el extranjero? ¡No lo hagan por mí. ¡Háganlo por España! Así también se hace patria.

En España la pieza se vio ya en Patio Herreriano y el IVAM.

Fue una coproducción. Otro proyecto fallido, porque nadie me había avisado de la situación en la que se encontraba el IVAM de Consuelo Císcar en 2006, ni siquiera mi galería. La gente se negó a verlo.

¿Hacen la misma lectura de la pieza americanos y europeos?

Definitivamente no. Esto en la Corcoran movió masas. Había colas. Los americanos lo sienten como algo catártico, que les cura. Se sienten como ante un monumento funerario y le rinden respeto. En el New Museum volvió a pasar. Ni de lejos pasó en Valladolid o Valencia. Aquí no sé cómo se va a recibir. Lo que sé es que no se va a saber aprovechar, hablo de las instituciones. Yo no tengo ideología. Mi ideología es la ética y la estética. En España prima todavía mucho lo de «estás conmigo o contra mí». Y no avanzamos porque estamos constan- temente construyendo sobre la ruina y desde la ruina.

Aquí es la primera vez que se muestran sus grabaciones de las labores de desescombro en la Zona Cero. ¿Cómo las convirtió en material artístico?

Cuando expuse en el New Museum, a la par, el International Center for Photography me invita a hacer algo allí. Y me uno a otra artista con la que creamos una película de 15 minutos con el material. Eso hizo que una televisión alemana se enterara de su existencia. Me lo quería comprar. Pero se me hizo la luz y no lo vendí. La primera vez que se ve todo es ahora. Cien horas. Todas. Sin edición. Para mí era la primera vez que cogía una cámara, pero sentí la necesidad de hacerlo. Tuve que burlar a la policía para subirla al estudio.

¿Podemos decir que la «performance» de Valenciano es lo que hila o une todo?

En esa coreografía, yo termino cosiendo... No me di cuenta, preparando la pieza desde Nueva York, que me había dejado allí cinco papeles de los más de 3.000 de Chant. Cuando se lo conté a comisario y artista me dijeron: «Esa es la performance. Terminar de coser la pieza».

¿No ha sentido nunca la tentación de volver a España?

Cuando ocurrió todo esto yo ya llevaba allí diez años y me sentía muy neoyorquina. Participé en las labores de rescate. También me lancé a la calle cuando empezó la guerra. En ese momento me sentí antiamericana. Desde Patio Herreriano, en 2007, a mí nadie me ha llamado para hacer nada en España. Tengo dudas. Me gustaría que fuéramos más dulces. ¿Cómo podéis criticar al Reina Sofía, La Casa Encendida, los Teatros del Canal? Allí están orgullosos de todo lo que hacen u ocurre. ¿Por qué aquí no?

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