MÚSICA
«Ebrietas», contra el culto a la imbecilidad excéntrica
El director de orquesta Íñigo Pirfano se adentra en el complejo mundo del arte y concluye con un alegato a favor de la belleza
El arte nos muestra un camino privilegiado para acceder a la verdad más íntima del mundo. Tarde o temprano, en el camino de la búsqueda de la belleza nos encontramos con la verdad. Cuando la vía especulativa del conocimiento palidece, el arte, y en particular la música, descuella como la más elevada forma de revelación que le ha sido dada al ser humano. Revelación significa aquí desvelamiento, sentido. Thomas Mann , en su «Doctor Fausto», decía que «la música, con exclusión de todas las demás artes, es capaz de expresar una belleza que produce un efecto físico, nos arrebata enteramente y roza el plano celeste».
Este ensayo sobre la belleza, que se acaba convirtiendo en un tratado sobre lo sublime , se publica bajo el enigmático título de «Ebrietas», referencia a los trascendentales de la filosofía clásica, el bien, la belleza y la verdad. Asume con soltura estilística y claridad expositiva la propuesta de Claudio Rodríguez de asentar la «ebriedad» como la clave de la interpretación, un acceso privilegiado a las cuestiones que más importan al ser humano: amor, sentido, trascendencia. Un canto «ebrio» bajo el amoroso magnetismo del «logos», de la palabra. El lenguaje «ebrio» del artista no construye solo un mensaje. A través del acto creativo lo hace emerger. El arte como invitación a un «rapto amoroso».
Dos vocaciones
En la biografía del autor de este libro, el director de orquesta Íñigo Pirfano (Bilbao, 1973), convergen dos vocaciones a lo esencial: sus estudios de filosofía y el profundo conocimiento de la música. Este hecho facilita el encuentro, a la hora de la argumentación, e ntre lo filosófico y lo musical. Con permiso de Platón, filosofía y música tienen en común el acto de interpretación de textos. Pirfano, promotor de la iniciativa «A kiss for all the Word», música en vivo en los escenarios del drama de la historia, nos ofrece un actualizado panorama de los grandes temas del estudio de la estética , entre otros, el acto creativo, el arte y el juego, la purificación como tránsito, las condiciones de una educación artística. Y lo hace prestando la voz a los grandes de la música: Mozart, Bach, Beethoven, Mahler, Debussy, Mendelssohn, Wagner o Stravinsky , de forma destacada. Actores principales de un libro que trasciende con mucho el mero tratado de estética musical.
En una época en la que la fe y la ética están en declive, el arte atestigua los valores espirituales
En una sociedad que ha «desterrado a los dioses», ya no hay lugar para el entusiasmo. Lo original ahora no es lo que remite al origen, sino a lo extravagante, lo irresponsable, incluso lo chabacano. La capacidad de gozar de la belleza del mundo constituye uno de los dones más difíciles de alcanzar. La belleza nos purifica, nos libera de inquietudes y temores.
Afán de inmortalidad
Para el pensador Roger Scruton , uno de los referentes de este precioso tratado, en una época en que la ética se ha problematizado y la fe está en declive, el arte sigue atestiguando los anhelos espirituales y el afán de inmortalidad de nuestra especie. De ahí que la educación estética sea más importante hoy que en cualquier otro período de la historia.
Este libro nos ayuda a comprender con profundidad incluso histórica en dónde reside la grandeza de la obra de arte. Por lo tanto, sale al paso de algunos de los errores más extendidos en nuestras sociedades acerca de lo que es el arte y del significado del arte y de la creación artística. Sería necesario una especie de exorcismo ante algunas modas que han disfrazado la creación cultural y que impiden la adecuada contemplación estética. Como diría el crítico de arte Clement Greenberg , las sociedades actuales proponen en muchos casos modelos pretendidamente culturales de usar y tirar, de consumo rápido e irreflexivo, sometidos a las leyes de la oferta y la demanda.
Frívolo ornamento
Dentro de las especies culturales y políticas más peligrosas, nos topamos, por ejemplo, con la que propugna que hay que acercar el arte al pueblo. El arte no está hecho para el pueblo, insiste nuestro autor, sino para la persona . La verdad poética acontece en un acto de conocimiento y contemplación personales. También nos alerta de la moda de convertir la obra de arte en un vulgar objeto de consumo, en un frívolo ornamento. O las corrientes de experimentación que sostienen que al arte le está permitido todo, como si se tratara de una instancia a la que se le dejara pisotear la dignidad de la persona de manera caprichosa. Este libro es, por tanto, una invitación a protegernos del «culto a la imbecilidad excéntrica».
Claude Debussy escribió que «existe una ley de la belleza que es importante no olvidar. Pese al esfuerzo de algunos, parece que caminamos hacia ese olvido, hasta tal punto la mediocridad, monstruo de mil cabezas, ha conseguido fieles en las sociedades modernas. Por esto, es necesario reunir a todas las buenas voluntades dispersas en un impulso de invencible fuerza que destruirá sin piedad las barracas donde presentan su espectáculo los exhibidores de la siniestra Nada».