ENTREVISTA
Donna Leon: «Buscamos en la ficción criminal una forma de justicia que en la vida real ya no existe»
Es una de las reinas de la novela negra, y el comisario Brunetti, todo un clásico en estas lides, con Venecia siempre como escenario perfecto. «En el nombre del hijo», la vigésimo octava entrega de la serie, es su nuevo título
Se acerca a los ochenta y todavía se resiste a que sus novelas sean traducidas al italiano . Con este gesto, mantiene su intención de conservar el anonimato cuando visita el país sobre el que escribe, y eso a pesar de que, si bien regresa a Venecia a menudo, Donna Leon (Nueva Jersey, 1942) ha acabado por «exiliarse», claudicando ante las mismas hordas de turistas que su personaje más carismático y famoso, el «commissario» Brunetti, esquiva a diario, con la pericia de un experto en el trazado de los canales y las estrechas callejuelas, en el trayecto desde su ático del centro de la ciudad a la Comisaría de San Marco, donde trabaja.
Sin embargo, la marcha de la escritora estadounidense no significa que haya dejado de amar el escenario en el que, fiel a sí misma y a Brunetti, un hombre capaz de conciliar el mundo aristocrático de su mujer con el suyo propio, de origen más humilde, ha ambientado la trama de su nueva novela, «En el nombre del hijo». La historia, que se inicia más como un cotilleo de salón que como el misterio de un crimen, gira alrededor del anciano y misterioso galerista de origen español Gonzalo Rodríguez de Tejeda , cuya relación con el jovencísimo Attilio Circetti, «marchese» di Torrebardo, despierta las suspicacias de los círculos más elitistas de la sociedad veneciana e impulsa al «commissario» Brunetti a investigar sobre su verdadera naturaleza.
La necesidad de afecto, los prejuicios, el amor por el Arte, el ensayo y la literatura, y (¿cómo no?) la urgencia de concienciarnos acerca del cada vez más peligroso cariz que está adoptando el avance imparable del cambio climático son algunos de los temas que trata la vigésimo octava entrega de una de las series literarias de novela negra con más prestigio entre lectores y crítica; una obra que, desde hace ya más de veinticinco años, ha consolidado a la escritora Donna Leon como una de las más interesantes y prolíficas damas del crimen de los úttimos tiempos.
En 1893 Conan Doyle intentó matar a Holmes en uno de sus relatos,«El problema final». Sentía que el personaje había devorado su carrera literaria, impidiéndole explorar otros caminos, pero usted se aproxima a la trigésima novela sobre Brunetti y parece muy cómoda con él. ¿Todavía le esconde secretos que la impulsan a mantenerlo con vida? ¿Todavía es un reto?
¡Claro que es un reto! Brunetti aún me resulta interesante. Aunque parezca mentira, a estas alturas hay cosas que todavía me oculta. Por ejemplo, nunca sé cuál será su lectura en la novela que empiezo a escribir hasta que yo misma encuentro un libro que me interesa leer a mí y que, curiosamente, termina convirtiéndose también en la lectura de Brunetti; y esto es porque siempre me adentro en mis propias novelas sin prever cómo se desarrollará el argumento o cuál será el tema principal… es más, sin haber elegido al cien por cien quién aparecerá en ellas. Es fundamental que quien escribe disfrute del placer de sorprenderse mientras las ideas llegan. Al menos a mí me pasa porque, en cierto sentido, soy como el lector, hago lo mismo que él, aunque en primer lugar, abro el camino: descubro y me sorprendo con la trama mientras la voy construyendo.
«Es fundamental que el lector empatice con los protagonistas de mis novelas, o los odie, si es lo que exige la trama»
«En el nombre del hijo» relata la amistad de un acomodado anciano de origen español con un joven de pasado incierto. Esta relación alerta a Brunetti, que la investiga y analiza los prejuicios que despierta. A pesar de las apariencias ¿seguimos viviendo en un mundo que juzga con demasiada rapidez?
Por supuesto que sí. Pongamos el Brexit como ejemplo, aunque en general ya estemos bastante hartos del tema. El Brexit es la clase de situación sobre la que todo el mundo se siente capaz de opinar con una tremenda facilidad, tanto a favor como en contra y a pesar de no haber meditado ni investigado largo y tendido sobre el asunto. Ahí tiene una buena muestra de cómo juzgamos sin saber.
Eso sí, mucho más espinosos son los errores que, llevados por esta tendencia al prejuicio, cometemos en el terreno personal, al elegir a nuestros amantes, a nuestros maridos y esposas, a nuestros amigos; en estas elecciones también nos dejamos llevar con demasiada frecuencia por nuestras emociones, por eso nos vendría bien tener claro que, al fin y al cabo, cuando juzgamos decidimos, nos pronunciamos sobre si alguien ha actuado bien o mal, sobre si es bueno o malo, y creo que solemos hacerlo con una excesiva rapidez, basando nuestra opinión en prejuicios de los que ni siquiera somos conscientes.
Equilibrando los prejuicios y pensamientos no siempre claros del comisario está su familia. La influencia de su hija Chiara es muy notable. A través de sus acciones y comportamiento, tanto el lector como Brunetti asisten a una toma de conciencia ecológica importante. Hoy más que nunca, y sobre todo al referirnos a temas como el cambio climático, ¿la literatura debe usarse como reivindicación?
Hace algunos meses, hablando con mi amigo el escritor estadounidense Richard Powers, cuyo nuevo libro, The Overstory, es una fantástica novela con un importante mensaje ecológico, le conté que me tenía un poco preocupada el hecho de que en la historia que estaba escribiendo me apetecía de nuevo tratar el tema del medioambiente, tal y como ya había hecho un par de novelas atrás. Le dije que no me sentía cómoda escribiendo de nuevo sobre lo mismo y él me miró confuso antes de preguntarme: «¿Acaso hay algo más importante sobre lo que escribir?». Y tiene razón, ¿no cree?
«Solemos basar nuestra opinión con frecuencia en prejuicios de los que ni siquiera somos conscientes»
Así que lo siente como una obligación.
En absoluto. Como escritora, no tengo obligación alguna de abordar el problema del cambio climático y sus terribles consecuencias en mis ficciones. Lo hago porque quiero, porque pienso que es un problema de importancia vital, que está siendo ignorado por muchísima gente, así que no pienso dejar de hablar y escribir sobre él.
Una de las principales víctimas de la falta de respeto por el medioambiente y la gentrificación es Venecia. A lo largo de casi 30 años, la ciudad ha ido evolucionando en sus novelas como escenario casi único y hemos asistido a su decadencia a través de los ojos de Brunetti. ¿El comisario se va a quedar en Venecia hasta el final?
Brunetti es veneciano, la ciudad le corre por las venas y allí tiene a sus amistades, su trabajo y su familia… jamás podría abandonarla.
Pero usted sí la ha abandonado...
No me ha quedado más remedio. He tenido que mudarme de una ciudad con un censo de solo cincuenta mil residentes y una cifra de turistas que alcanza los treinta millones al año. Aún así, procuro regresar al menos una vez al mes para ver a mis amistades y no olvidarme de lo que es vivir en medio de tanta belleza.
Volviendo a la novela, una vez más nos encontramos con un planteamiento, el misterio de la relación entre Gonzalo y Attilio, que en manos de otra autora no despertaría en absoluto nuestra curiosidad, pero en las suyas rápidamente nos genera la inquietud y el deseo de saber más, de seguir leyendo. ¿Cuáles son sus armas para mantener vivo el suspense desde el principio, aunque la historia no arranque con un crimen?
Para mí es fundamental que el lector empatice con los personajes que habitan mis novelas, o los odie, si eso es lo que exige la trama. No podemos olvidar que va a pasar con ellos mucho tiempo y de esa conexión dependerá que lea la novela completa o termine abandonándola. Mi trabajo está bien hecho si consigo despertar ese interés y lograr que el lector comprenda a mis protagonistas y reaccione a lo que les ocurra.
«No me ha quedado más remedio que abandonar Venecia por los millones de turistas»
Actualmente, la novela negra atraviesa un momento de éxito. A grandes nombres como el suyo, el de Banville o el de Giménez Bartlett se suman los de un montón de autores que intentan triunfar en el género. ¿Por qué cree que nos interesan tanto los crímenes y las desgracias ajenas?
Supongo que esto tiene que ver con la realidad social: en la actualidad, gran parte de la opinión pública considera que el sistema de justicia es falible de alguna manera. Las cárceles están llenas de pobre gente responsable de delitos menores, mientras aquellos que han robado millones continúan impertérritos en libertad y siguen con sus vidas. La novela negra sirve para presentar una antigua y, no lo niego, quizás más primitiva forma de aplicar la ley, más cercana a cómo cree la gente que debe hacerse, y también mucho más simple. Buscamos en la ficción criminal una forma de justicia que en la vida real ya no existe. En la ficción, el ser malvado es descubierto y condenado, eso es lo que sucede en la mayoría de las novelas policiacas, por eso encontramos satisfacción en ellas.